Deportes
'Para entender el deporte...'--

Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

El viaje del cuerpo a través del tiempo

"Entre el vigor de la juventud y la sabiduría del envejecer, el ejercicio es el puente que convierte el tiempo en aliado… no en enemigo."

El despertar del cuerpo glorioso

En la juventud, el cuerpo se manifiesta en todo su esplendor, un templo glorioso de energía, vitalidad y posibilidades. Los jóvenes, inmersos en la exuberancia de su vigor, raramente se detienen a pensar en la anatomía que sustenta sus placeres cotidianos. Corren, saltan y se desplazan en un mundo que parece eternamente a sus pies, con una fortaleza que parece inquebrantable. El cuerpo joven es un lienzo en blanco, un territorio inexplorado que solo conoce el lenguaje del placer y la aventura.

La inevitable transición al cuerpo doliente

Con el paso inexorable del tiempo, el cuerpo empieza a narrar una historia diferente. Cada año trae consigo una mayor consciencia de nuestra estructura física, no a través del placer, sino del dolor. Aprendemos sobre nuestros dientes en la silla del dentista, sobre nuestros ojos frente al oftalmólogo, descubrimos la fragilidad de nuestros huesos en la consulta del traumatólogo y comprendemos la importancia de los músculos en el diván del fisioterapeuta. Esta anatomía del dolor, irónicamente, nos hace más sabios respecto a nuestro propio cuerpo, revelando sus limitaciones y necesidades.

El ejercicio regular no solo pule y mejora el aparato locomotor, sino que también educa sobre la anatomía activa.

El ejercicio regular no solo pule y mejora el aparato locomotor, sino que también educa sobre la anatomía activa.

Ilustración: AI Autor

La actividad física como puente

Sin embargo, hay un grupo que desafía esta transición de glorioso a doliente: los asiduos del ejercicio físico. Para ellos, el gimnasio o el parque se convierte en un laboratorio donde exploran y mantienen la maquinaria del cuerpo con una consciencia plena. El ejercicio regular no solo pule y mejora el aparato locomotor, sino que también educa sobre la anatomía activa, permitiendo un diálogo constante entre el ser y su vehículo físico. Aquí radica la clave para conservar durante más tiempo el cuerpo glorioso y retrasar la llegada del cuerpo doliente.

El cuerpo como diálogo continuo

La práctica regular de actividad física emerge, entonces, como un acto de amor propio y un diálogo continuo con nuestro ser. Es un compromiso que va más allá del deseo de lucir bien; es un entendimiento profundo de que para honrar la vida debemos honrar primero a nuestro vehículo en este viaje terrenal.

Un tránsito lleno de aprendizaje

Mantener el cuerpo activo y consciente es mantener la narrativa del cuerpo glorioso, retardando la aparición inevitable del cuerpo doliente y, sobre todo, transformando ese proceso en un tránsito lleno de aprendizaje y no solo de pérdida. El ejercicio, en este sentido, se convierte en una forma de poesía física donde cada movimiento es un verso que celebra la existencia.