Escenario

CORTE Y QUEDA. La cineasta Lone Scherfig estrenó en salas nacionales su más reciente filme basado en la novela de Hernán Rivera Letelier

‘La contadora de películas’: El poder de las historias para resistir la opresión política

‘La contadora de películas’ de Lone Scherfig Fotograma del filme. (Cortesía)

Lone Scherfig, directora de cine danesa aclamada por cintas como Enseñanza de vida (2009) e Italiano para principiantes (2000), decide llevar a la vida la novela de Hernán Rivera Letelier, creando un relato profundamente conmovedor sobre la resistencia humana, la lucha por la supervivencia y el poder transformador del cine. Eso es La contadora de películas, adaptada por talentos como Isabel Coixet, Walter Salles y Rafa Russo.

Ambientada en Chile durante los años 60, justo antes del golpe de estado que instauró la dictadura de Pinochet, la película se convierte en una reflexión poderosa sobre cómo las historias, el cine y las narrativas personales pueden servir como herramientas de escape y resistencia en tiempos de opresión.

La historia gira en torno a María Margarita (Alondra Valenzuela), una niña que, en medio de un Chile empobrecido por la explotación minera y la represión política, encuentra en el arte de relatar historias una forma de sobrellevar su difícil vida.

A través de contar películas primero frente a su familia, y después frente al pueblo, ella logra dar sentido a un entorno lleno incertidumbre y desigualdad, donde el cine se convierte en un refugio emocional.

Ella no solo enfrenta la ausencia de su madre (Berenice Bejó), que abandona a su familia por ir en busca de sus “propios sueños”, sino que también carga con el peso de ser la única mujer en una familia que lucha que debe asumir responsabilidades muy grandes para su corta edad.

El cine estadounidense, con grandes nombres como Clint Eastwood o John Wayne, no solo juegan un papel crucial en este contexto, sino que estos filmes sirven como espejos que reflejan los sueños de los personajes, pero también como una válvula de escape ante la cruda realidad, especialmente para ella al crecer (interpretada por Sara Becker).

Scherfig, a través de su cámara, captura con gran sensibilidad el contexto histórico y social de Chile en esa época, un momento de transición que anuncia la llegada de la dictadura y el fin de una era cinematográfica.

La televisión, en su expansión, comienza a desplazar al cine como medio de entretenimiento, lo que simboliza el cambio cultural y político de la nación. En este escenario, Daniel Brühl interpreta a un personaje clave, cuyo dolor y búsqueda de redención se entrelazan con la lucha por la supervivencia de Margarita.

Su presencia en el relato añade una capa de complejidad emocional, convirtiéndose en un soporte vital tanto para la protagonista como para la historia misma. La presencia de Brühl añade una dimensión de dolor y esperanza, ya que su personaje busca sanar y redimirse a través de las historias de Margarita.

Las interpretaciones de Alondra Valenzuela y Sara Becker, quienes interpretan a María Margarita en diferentes etapas de su vida, son excepcionales.

Valenzuela, en su versión infantil, transmite con sutileza la vulnerabilidad y la fortaleza de un personaje que se ve forzado a madurar rápidamente debido a las adversidades y por otro lado Becker que toma la batuta de sacar adelante toda una familia de 4 hermanos, siendo ella la menor y organizarse para no perder su hogar, lidiar con el sustento económico y a su vez, lidiar con los conflictos básicos de su edad.

La adaptación cinematográfica conserva el espíritu de la novela, pero se ve obligada a hacer ajustes para adaptarse al medio visual. La obra literaria, que profundiza en los matices de la vida de los mineros y sus complejas relaciones, no se puede replicar completamente en la pantalla, donde la narrativa se concentra más en los aspectos visuales y simbólicos de la historia.

El paisaje chileno, con la vastedad de sus desiertos, se convierte en un personaje más, representando tanto el aislamiento como la posibilidad de escape. La música de Fernando Velázquez, que ya había impresionado en Un monstruo viene a verme, juega un papel crucial, amplificando la emoción de cada escena y reforzando el tono de resistencia y esperanza que permea toda la película.

El filme también tiene un valor importante al mostrar la transición del cine a la televisión, como un reflejo del cambio cultural que atraviesa la sociedad chilena. Mientras el cine está perdiendo su poder como medio cultural de resistencia, las historias que Margarita narra continúan ofreciendo consuelo y sanación a su comunidad. Es una metáfora de cómo, incluso en los momentos más oscuros, las narrativas tienen el poder de iluminar el camino y ofrecer esperanza.

La contadora de películas no solo es un filme sobre la lucha de una niña por sobrevivir, sino también una reflexión sobre el poder de las historias para resistir la opresión política y económica. A través de la mirada de Margarita, la película demuestra cómo las historias no solo permiten escapar de la realidad, sino que también sirven como un faro de luz en tiempos de desesperanza.

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