
Con un elenco de alto perfil y el respaldo creativo de Abel Tesfaye (The Weeknd), Hurry Up Tomorrow prometía ser una experiencia cinematográfica innovadora. Sin embargo, el resultado fue una cinta caótica, con actuaciones vagas y una narrativa que deja más desconcierto que reflexión.
Dirigida por Trey Edward Shults y protagonizada por Tesfaye, Jenna Ortega y Barry Keoghan, la película se presenta como una suerte de catarsis emocional del propio Abel, quien interpreta una versión alterada de sí mismo. En un entorno dominado por excesos —drogas, alcohol, presión mediática—, el personaje principal enfrenta el vacío de su propia soledad y el miedo constante a no ser suficiente.
Uno de los personajes más desconcertantes es Anima, interpretada por Jenna Ortega. Aunque se plantea como una figura misteriosa, emocionalmente inestable y cargada de abandono, sus acciones carecen de contexto y desarrollo. Su primera aparición no logra cimentar un arco que permita entender sus reacciones violentas. Lo único claro es que, al vincularse con Abel, sus traumas se fusionan en una relación disfuncional y destructiva.
Barry Keoghan, en el papel de Lee, representa a los managers de la industria musical que presionan a los artistas a seguir adelante sin considerar su estado emocional o de salud. Su personaje es frío, calculador, y encarna la crudeza del sistema que explota la vulnerabilidad en nombre del rendimiento.
El filme, más que narrativo, es simbólico. Abel, perdido entre sus miedos y deseos reprimidos, repite en varias ocasiones su necesidad de validación, especialmente en conversaciones con su ex pareja. La frase “yo sí soy alguien” refleja el narcisismo frágil que intenta ocultar una evidente inseguridad.

A pesar de las intenciones simbólicas y de introspección, Hurry Up Tomorrow falla en su ejecución. Las actuaciones carecen de cohesión, muchas escenas no guardan conexión y abundan los silencios que, más que significar, desconectan. El espectador se enfrenta a una narrativa fragmentada, plagada de metáforas poco aterrizadas y momentos que parecen improvisados más que planeados.
En su fondo, la cinta podría entenderse como un grito desesperado de un artista agotado. Sin embargo, ese grito se pierde entre el simbolismo mal ejecutado y la falta de profundidad emocional. Lo que pudo ser un ejercicio honesto de autorreflexión se convierte en una pieza egocéntrica. Hurry Up Tomorrow es una película que quiere decir mucho, pero no termina de decir nada.