
Cuando Maya, la mitad del dúo Budaya, recuerda la primera vez que escuchó “Tengo Frío”, dice que le evocó a una atmósfera cargada de introspección, un refugio de sonidos soul que, pese al paso de los años, sigue habitando rincones del corazón. Para el dúo, aquella melodía se antojó ideal para reinterpretarse en clave electrónica: “Sentimos que la canción llevaba vida propia; su sencillez melódica no es simpleza, sino la base perfecta para transportar la nostalgia a un entorno nuevo”. Fue así como germinó la idea de rendir homenaje a una pieza menos difundida pero profundamente valiosa en la obra de su autora.
El encuentro con Ely Guerra marcó un hito inesperadamente cálido. En lugar de una colaboración distante, Maya y Tulio descubrieron empatía y complicidad: la autora compartió el contexto íntimo detrás de la letra, un momento de soledad y desafío creativo en su trayectoria. Esa revelación fortaleció el enfoque: no bastaba con montar un ritmo bailable, era imprescindible respetar la honestidad emocional que subyace en el tema. De esta forma, la versión electrónica se concibió como puente generacional: “Al sentir el cariño y la confianza de la propia autora, supimos que estábamos en el camino correcto; convertimos el proyecto en un acto de gratitud mutua”.
La decisión de llevar “Tengo Frío” a los rincones del club surgió del anhelo de demostrar que una gran composición trasciende géneros y tiempos. Partiendo de la base original cercana a los 80 bpm, el proceso consistió en elevar paulatinamente el tempo hasta alcanzar 128 bpm, propio de atmósferas dance/tech house. Aunque parecía riesgoso acelerar tanto la pieza, la solidez de la melodía permitió que la voz, aun en pulso rápido, conservara su expresividad. Este hallazgo confirmó que la melancolía puede coexistir con la energía de la pista: un estado emocional conflictivo que invita tanto a la introspección como al movimiento colectivo.
Desafíos de fusión y construcción de sonido
La transformación de “Tengo Frío” implicó más que un cambio de ritmo: requirió un replanteamiento de la instrumentación y una sensibilidad para preservar la calidez original. Tulio compartió que la búsqueda comenzó tomando el bajo como punto de partida, respetando su línea melódica al tiempo que se forjaba una base electrónica. En el estudio, la velocidad se ajustó en varias etapas: un experimento inicial a 118 bpm evolucionó hacia el pulso de 128 bpm, revelando la capacidad de la canción para adaptarse sin perder esencia. “Fue sorprendente comprobar que una composición tan cuidada resista este cambio radical y siga funcionando de forma orgánica”, recuerda Maya, emocionada por ese hallazgo.
Esa audacia refleja la filosofía de BUDAYA: experimentar con BPM altos y atmósferas electrónicas, pero siempre desde un lugar de respeto a las raíces y la emoción. El dúo confiesa que sus inicios en plataformas como SoundCloud y la conexión paulatina con la escena de la CDMX les enseñaron a combinar la libertad creativa con la conciencia de producción profesional. Hoy, su propuesta sonora abarca reminiscencias de soul, guiños al indie y texturas electrónicas contemporáneas, todo ello alimentado por la curiosidad constante: “Hemos aprendido a masticar nuestras influencias, a analizarlas y reinventarlas. Este cover surge de esa curiosidad y al mismo tiempo festeja la confianza en la composición original”.
La coreografía entre nostalgia y vanguardia se refleja en la estética del video: en blanco y negro, alterna imágenes del bosque y el río con animación digital y atmósferas urbanas. Ese contraste simboliza la fusión entre lo orgánico y lo tecnológico, rescatando elementos naturales que luego se traslapan con espacios de baile. Para el dúo, el resultado debe invitar a vivir “Tengo Frío” como un viaje sensorial: primero, sentir la melancolía; luego, dejarse llevar por el pulso que une a quienes comparten la pista.
Raíces regionales, comunidad y futuro colaborativo
Las conversaciones sobre Durango y Guanajuato trazan un mapa de contrastes formativos: la adolescencia en un entorno aislado impulsó el autodescubrimiento y la práctica de géneros diversos, mientras que la llegada a paisajes más conectados ofreció la posibilidad de intercambiar con escenas activas y compartir proyectos en festivales emergentes. Esa dualidad alimenta la música de BUDAYA: combina la introspección heredada de la soledad creativa con la fuerza colectiva de la comunidad sonora. “Hemos aprendido que la autogestión y la perseverancia de la provincia se nutren con las oportunidades que surgen al conectar con otros creadores”, reflexiona Tulio.
Este aniversario de 10 años se celebra con un álbum colaborativo cuyo único cover es “Tengo Frío”; el resto de las piezas integrará invitados que han trazado su propia historia en la música mexicana. Aunque prefieren no revelar nombres para preservar la sorpresa, anticipan ritmos dance y propuestas sonoras que conjuguen fiesta y autenticidad. El proyecto se concibe como un regalo tanto para ellos como para sus seguidores y los públicos de los artistas participantes: un festín de pulsos, emociones compartidas y vínculos genuinos.
Invitan además a quienes deseen formar parte de esta experiencia a seguir sus redes, donde anunciarán un showcase especial con cupo limitado el 28 de junio en la Ciudad de México, en el que presentarán en vivo la nueva versión de “Tengo Frío” y celebrarán la trayectoria con activaciones y merch conmemorativo. Es una oportunidad de encontrarse en persona, reforzar la comunidad y hacer tangible el sentido de pertenencia que da título a su filosofía creativa: el arte como vínculo que se nutre de la soledad y florece al compartirlo.
En esta entrevista se notó como emerge la pasión de un dúo que, al rendir homenaje a un clásico del soul mexicano, demuestra cómo la música electrónica puede ser puente entre generaciones y escenas. A lo largo de 10 años, han transitado desde maquetas en línea hasta colaboraciones con colegas, aprendiendo a equilibrar la curiosidad sonora con la disciplina del oficio. Su versión de “Tengo Frío” condensa esa experiencia: respeta la melancolía original, la acelera sin sacrificar su alma y la posa en la pista como un manifiesto de celebración colectiva. Con raíces regionales y un espíritu festivo, BUDAYA confirma que la experimentación honesta y la colaboración sincera son los motores para reinventar sonidos y fortalecer comunidades.