
Por más de una década, Turnstile ha sido la banda que no se conforma y que busca evolucionar. Con raíces profundas en el hardcore punk, el quinteto de Baltimore ha hecho del cambio su mejor carta (o al menos eso denota su nueva entrega). Ahora, con Never Enough, su cuarto álbum de estudio, dan otro giro más: introspectivos, vulnerables, pero con el mismo espíritu rebelde que los puso en la escena punk norteamericana.
Para muchos fanáticos, el nuevo sonido de este material podría resultar un tanto desconcertante por el hecho de que su frontman, Brendan Yates, ha dejado un poco atrás esos gritos guturales a los que nos acostumbró, para saltar a tesituras vocales más melódicas, pero no por ello menos poderosas.
Si me lo preguntan, Never Enough es una exploración emocional en la que canta como quien está aprendiendo a vivir con las cicatrices del tiempo. Lejos de las proclamas políticas de bandas como Crass, Turnstile va por el camino del autoconocimiento y la catarsis personal. Tal parece que es una época de decantar emociones y evolucionar, tal como lo hizo Little Simz en “Lotus”, álbum del que también tenemos una reseña.
Continuando con Never Enough, también vale la penda decir que, a pesar de que ya no suenan al hardcore inicial, no han dejado de ser intensos. Los riffs potentes siguen ahí, pero esta vez conviven con sintetizadores, flautas, saxofones y texturas que no esperábamos encontrar en un disco hardcore. Es más: hay pasajes que podrían vivir cómodamente en un disco de Jamie XX; así se los digo.
Lo más interesante de Never Enough es su balance. Entre el desgarre de “Sunshower”, las capas etéreas de “Dreaming” y la nostalgia de “Light Design”, el álbum demuestra que se puede ser agresivo y delicado al mismo tiempo. Que se puede llorar y luego saltar al escenario.
Y aunque hay momentos donde parece que la banda se contiene, como en “Slowdive” o “Sole”, también hay pasajes donde se sueltan por completo: “Birds”, con Shabaka a la flauta, es un cierre espiritual que no te esperas… pero que te deja en paz y, de cierta manera, también resulta en un desahogo para el oyente… Y sí, ¡Necesitamos más discos que generen este tipo de catarsis!
Un dato curioso que no se puede omitir es que, tras la salida de su guitarrista Brady Ebert en 2022, Never Enough fue gestado cuando aún eran un cuarteto. Más tarde Meg Mills se unió a la banda como la única fémina en el team. Lo interesante de esto, es que la guitarra de Pat McCrory fue la única durante la grabación, sin embargo, en ningún momento suena famélica. Por el contrario, se integra en una amalgama de sonidos coherentes que nos regalan transiciones melodiosas. No hay más.
Invitados de lujo (aunque no lo notes)
Aunque colaboran nombres como Hayley Williams, Faye Webster y AG Cook, sus apariciones son tan sutiles que podrías pasar por alto sus voces. Pero ese es el punto: Never Enough no es un álbum de estrellas, es un disco de estados de ánimo.
Fue grabado en The Mansion de Los Ángeles —sí, el estudio donde los Red Hot y otros genios grabaron joyas—, pero Turnstile no se deslumbró. Aprovechó el espacio, el tiempo, y sobre todo, la libertad de ser ellos mismos.
A diferencia de otros discos pensados para romper charts o recibir premios, Never Enough es una obra personal. No hay prisa. No hay poses. Solo música hecha desde el deseo de conectar y explorar. Podríamos decir que es el material más honesto en su carrera. Quizá pueda o no gustarte. Turnstile ya no busca gustar, y eso es lo que más nos gusta. Como cualquier otro álbum, hay que dejarlo descansar y retomarlo las veces que sean necesarias para capturar la esencia del mismo.