
El 16 de enero de 2025 el mundo perdió a David Lynch, uno de los cineastas más visionarios, crípticos y radicales de la historia del cine. Famoso por obras como Blue Velvet, Mulholland Drive y Twin Peaks, Lynch deja tras de sí un legado inconfundible de imágenes inquietantes, narrativas fragmentadas y una estética que marcó generaciones. Sin embargo, su despedida del mundo del arte podría no haber sido definitiva: su familia planea publicar el guion de Unrecorded Night, la última historia que escribió y que, aunque fue aprobada por Netflix, jamás llegó a producirse.
La serie, concebida como un proyecto para la plataforma de streaming, fue frenada en seco por la pandemia de COVID-19 y los crecientes problemas de salud que Lynch enfrentó durante sus últimos años. Aun así, los que tuvieron acceso al guion coinciden en que se trata de una de sus obras más audaces y personales. Ted Sarandos, director ejecutivo de Netflix, lo describió como “singular y arriesgado”, destacando la admiración que siempre profesó por el cineasta.
“Sería muy triste que la gente no pudiera verla”, expresó Jennifer Lynch, hija del director, también cineasta y escritora. Con estas palabras no solo confirmó la intención de preservar el legado de su padre, sino también insinuó que su último proyecto podría alcanzar al público en forma de libro.
Un libro como acto de resistencia artística
Convertir un guion en libro no es nuevo, pero en el caso de Lynch —con su devoción por el misterio, lo visual y lo sensorial— representa algo más profundo: un acto de resistencia artística. Unrecorded Night habría reunido a figuras clave de su filmografía como Kyle MacLachlan, Laura Dern y Naomi Watts, quienes se rumorea formaban parte del elenco original. El título, cargado de ambigüedad, evoca desde su nombre la idea de un espacio perdido, un momento que existe fuera del tiempo, lo que encaja con la obsesión de Lynch por las realidades paralelas, las memorias rotas y los sueños lúcidos.
Sabrina Sutherland, productora y colaboradora cercana de Lynch, ha declarado que el guion es “maravilloso” y “uno de los mejores trabajos que escribió”. De igual forma, Peter Deming, su director de fotografía habitual, expresó su tristeza por no haber podido llevarlo a pantalla. Ambos coinciden en que compartirlo con el público es la manera más justa de honrar su memoria creativa.
Lo que podría haber sido una serie enigmática, con múltiples capas narrativas y un lenguaje visual propio, ahora podría convertirse en un texto objeto de análisis, disfrute e incluso reinterpretación por parte de sus seguidores. Para muchos, leer a Lynch puede ser tan desafiante como verlo: sus palabras no explican, sugieren; sus personajes no narran, flotan; sus estructuras no convencen, desestabilizan. Publicar Unrecorded Night sería, en ese sentido, una nueva forma de Lynch: una presencia sin cuerpo, una película escrita que vive en la imaginación de quien se atreva a sumergirse en ella.

El guion inédito aparece como un cierre no planeado, pero sí profundamente simbólico para una trayectoria que nunca se acomodó a las expectativas. Lynch fue siempre un autor fuera de toda categoría. Su paso por el cine, la televisión, la música, la meditación trascendental e incluso la pintura demostró que no entendía la creación como una carrera, sino como una necesidad vital. Y ese espíritu parece haberse volcado en Unrecorded Night, una obra que, según quienes la leyeron, mezcla la oscuridad atmosférica de Inland Empire con la cadencia introspectiva de The Return, el revival de Twin Peaks que lanzó en 2017.
La posible publicación de Unrecorded Night marca un gesto coherente con la ética artística de David Lynch: compartir sin explicar, ofrecer sin imponer. No será una serie, pero podría ser un documento vivo, un mapa incompleto que cada quien terminará de trazar a su modo. El deseo de su familia y su equipo creativo por hacerlo público habla no solo del valor del guion, sino también de la convicción de que la obra debe continuar dialogando con el mundo, incluso sin su autor.
A veces los adioses más potentes no se dan en voz alta, sino en susurros. Así parece ser este: un adiós convertido en páginas, en símbolos, en noche no grabada pero tal vez escrita. Como todo lo que hizo Lynch, queda la pregunta abierta: ¿qué es lo real? ¿y qué es lo que nunca sabremos?
Por ahora, solo queda esperar que ese guion llegue a nuestras manos. Porque si algo nos enseñó David Lynch es que incluso el silencio, (cuando está bien escrito), puede gritar.