
Interpretar a un personaje basado en una figura real, sobre todo en una tan influyente como Mariano Casasola, uno de los creativos detrás del legado de Chespirito, no es tarea menor. Para Rolando Breme, actor egresado de Casa Azul, encarnar a este personaje en la serie Sin querer queriendo fue más que un reto actoral: fue una experiencia transformadora.
“Quería mostrar su herida sin mostrarla, y eso implicó trabajar desde el silencio”, explica. Breme quien aprendió a confiar menos en el diálogo y más en los gestos, pausas y el lenguaje corporal. “Me enfoqué en los silencios de Mariano, porque el mundo del silencio es más complejo que lo que se dice”, agrega.
Esta estrategia se complementó con un proceso emocional profundo. Justo al comenzar el proyecto, el actor atravesaba el cierre de una relación sentimental de varios años. “Aproveché para plasmar esa incertidumbre que existe en las parejas. Dije: ‘aquí soy’”.
El compromiso de Breme con el personaje va más allá del guion. “Mariano es el personaje de mi vida. Este proyecto representa tanto para mí: personajes icónicos, televisión que marcó generaciones... me siento muy afortunado de estar aquí”.
Además, reconoce que trabajar con los guionistas le permitió ir más allá del texto. “Normalmente, abordaba los personajes desde lo que dicen y hacen, pero en este caso, lo que no se dice también tiene mucho peso”.
Entre nostalgia, gratitud y un mar de emociones
Uno de los momentos más significativos de la serie ocurre durante un episodio ambientado en Acapulco, donde el equipo recreó un encuentro histórico entre los personajes más queridos de Chespirito. “Poder ser parte de esta recreación me llenó de gratitud, tanto como actor como persona. Es un momento cumbre que marcó muchas infancias en toda Latinoamérica”, cuenta emocionado.
Para Breme, dar vida a alguien de otra época, con una relevancia tan profunda, implica una mezcla de respeto y empatía. “Esta serie permite girar la cámara y ver quién estaba detrás de los personajes. Es un deleite poder mostrar eso”. Aun cuando se trata de una obra de ficción, se buscó respetar la esencia de los involucrados. “Trabajamos desde elementos reales, pero sin caer en la imitación, buscando conectar con lo humano detrás del mito”.
El actor también rememora algunos de los detalles que hicieron especial la experiencia. “Mira, hasta me regalaron un ‘Marianito Casasola’. Esos gestos me llenan cañón”, dice mientras muestra el muñeco de su personaje.

De la comedia al terror, con parada obligada en el teatro
Con una trayectoria que ya suma dos décadas, Rolando Breme ha explorado múltiples géneros: desde el terror con La posesión de Altair, por la que fue nominado como mejor actor iberoamericano en el Fastapoa de Brasil, hasta comedias románticas como ¿Quieres ser mi novia?, y ¿De qué manera te olvido?, de la mano de directores como Itziar Hurtado y Chava Cartas.
“Chava es súper afable, conectas mucho con él. Y trabajar con Itzi fue un deleite, especialmente en Madres, con Bárbara de Regil y Angelique Boyer. Ya que teníamos más confianza, me pude relajar, meterme más en el personaje y hasta echar desmadre”, confiesa entre risas.
Sobre cómo maneja el cambio de registros entre proyectos tan diferentes, Breme lo resume con sencillez: “Te avientas un clavado. En Gringo Hunters, por ejemplo, interpreté a un jefe de noticias; es otra energía totalmente”.
Aunque se le ha visto con frecuencia en la pantalla, es el teatro lo que sigue robándole el corazón. “Me gusta porque es efímero, lo haces una vez y no puedes repetir. Si algo no sale, aprendes a soltar. Y eso es una lección constante”. Obras como Nyotaimori y No tengo los huevos le han dado la posibilidad de enfrentarse al escenario con una honestidad cruda y visceral.
“En el teatro te avientas al ruedo con poquito conocimiento, como un torero. Ensayas, claro, pero lo desconocido siempre está presente. En cine y series también pasa, pero en teatro se siente distinto”.
Y si hablamos de retos inusuales, Breme recuerda con humor su paso por programas como Ánimos la Ruta Maya o Pura Fiesta. “El mayor reto era terminarme platos enormes de pulpo o tostadas de langosta. Mi papel era decir sí a todo. Me pagaban por viajar, comer y disfrutar. Rudo, pero alguien tenía que hacerlo”, bromea.
Una carrera abierta a todo… incluso detrás de cámaras
Cuando se le pregunta cómo elige sus proyectos, Breme responde con pragmatismo: “Ya llevo 20 años, y he notado que hay dos tipos de proyectos: los de buena proyección con poco presupuesto y los de buen presupuesto con poca proyección. En el caso de Chespirito, tuve la suerte de que se juntaran las dos cosas”.
Hoy, se siente listo para lo que venga. “Antes era más aprensivo. Ahora estoy más abierto: lo que llegue, yo me fleto”. Incluso considera la posibilidad de explorar roles detrás de cámaras. “Sí me aventaría. Ya me encariñé con el personaje, así que ¿por qué no?”
Sobre el futuro inmediato, invita al público a seguir la serie: “Ya llevamos algunos capítulos de Sin querer queriendo, y son ocho. Así que no se lo pierdan. Y si te identificas, ya sabes: #SoyMariano”.
Rolando Breme es un actor que transita con soltura entre géneros, que convierte el silencio en narrativa y que encuentra en cada personaje una oportunidad para revelar lo humano. A través de Mariano Casasola, no solo rinde homenaje a un ícono de la televisión latinoamericana, sino que también escribe una de las páginas más entrañables de su propia historia artística.