
Para Gabriela Montiel, interpretar a Luciana en Érase una vez en un ring fue mucho más que un papel: fue una experiencia de espejo entre su vida y la de los luchadores retratados en la película.
“Lo primero que me llamó la atención fue la historia. Ver a estas grandes figuras que siempre vemos como héroes arriba del ring y descubrirlos fuera de él, con sus metas, dificultades y sacrificios, me pareció profundamente humano”, relata.
La película, que se mueve entre la ficción y el documental, revela un costado íntimo de quienes se dedican a la lucha libre. Desde los entrenamientos extenuantes y las lesiones hasta la precariedad económica y la distancia con sus familias, la cinta muestra la otra cara de un espectáculo que apasiona a millones.
Para Montiel, ese sacrificio conecta con el camino del actor: “Como actriz también he tenido que renunciar a momentos importantes de mi vida familiar. Cumpleaños, reuniones, instantes valiosos… todo por esta necesidad de entregar algo más grande que uno mismo: el arte”.
Lo que más disfrutó de su personaje fue la posibilidad de explorar un registro distinto al que estaba acostumbrada. “Generalmente hago personajes muy dramáticos, pero Luciana me regaló la oportunidad de trabajar con la comedia. Su manera de enfrentar la vida con humor es una forma de resistencia, una filosofía maravillosa que me encantaría aprenderle”.

El cine, el teatro y la mirada internacional
Montiel ha transitado con naturalidad entre el cine y el teatro, dos lenguajes distintos pero complementarios. “El cine tiene una intimidad que me enamora. Desde que lo conocí me sentí en casa, porque ahí no tienes que demostrar nada, solo permitirte transitar suavemente. En cambio, el teatro me dio disciplina y comunión con el público, la certeza de que no hay segundas oportunidades”.
Para ella, ambas experiencias se retroalimentan. “Cuando hago mucho teatro extraño la cámara; cuando estoy mucho tiempo en cine, necesito volver al escenario. Más allá del medio, lo que me mueve es el arte y el deseo de contar historias”.
Su carrera también ha tenido un eco internacional. Haber estado en Cannes marcó un antes y un después. “Estar en Cannes fue un regalo, un sueño. Nunca sabes hasta dónde puede llegar un proyecto, pero darte cuenta de que tu trabajo se valora en otros países es un regalo al alma”.
De aquella experiencia surgieron nuevas oportunidades, entre ellas otro proyecto con el mismo director, además de los recientes trabajos bajo la dirección de Carlos Rincones junto a Emiliano Zurita y Ximena Romo. “Nos conocimos en Cannes, hicimos un clic inmediato y más tarde me invitó a participar en esta película. Es un filme que reflexiona sobre el amor actual, lejos del romanticismo de Disney. Habla de dudas, idas y venidas, de la maternidad y de cómo concebimos hoy las relaciones. Es una película que se atreve a cuestionar y deconstruir la idea tradicional de familia y amor”.
Trabajar con Zurita y Romo fue también una experiencia enriquecedora. “Ximena es una gran amiga y colega. Siento que las películas crean familias, traen seres que llegan a inspirar y dejar huella. Este proyecto fue justamente eso: una familia creativa”.
La última función y el riesgo de un nuevo universo
Si bien Érase una vez en un ring es su estreno más reciente, Montiel ya prepara el lanzamiento de La última función, programado para 2026, donde comparte créditos con Silverio Palacios.
“Es la película más arriesgada de mi carrera. Habla sobre la locura y tiene un tono muy particular, como de Tim Burton. Cuando me ofrecieron el personaje pensé: no sé si voy a poder, no sé si tengo las herramientas, pero acepté el reto”, confiesa.
El rodaje fue un laboratorio creativo intenso. “Silverio, David Inman y yo estuvimos trabajando los personajes juntos, inventando un lenguaje propio. Nos encerramos en un circo, porque toda la historia sucede ahí, y nos dejamos habitar por ese universo extraño, con sus propias leyes y lógica. Fue un proceso de locura, pero también de mucha inspiración”.
De su experiencia con Palacios guarda un recuerdo especial. “Es un actor sumamente generoso en escena. Me dio tanto que me inspiró y yo se lo devolvía. Jugábamos en ese ida y vuelta constante. Fue una experiencia única que me hizo crecer mucho como actriz”.
Montiel reconoce que el proyecto es una apuesta de todo o nada. “Siento que es uno de esos retos tan grandes que solo puede salir increíble… o quién sabe cómo va a resultar. Pero tengo mucha fe y ya quiero que el público la vea”.
Al cerrar la conversación, la actriz invita al público a apoyar el cine nacional: “Que no se pierdan Érase una vez en un ring, porque el cine mexicano siempre depende del público. Su presencia en las salas permite que sigamos creando historias y transformando el mundo desde el arte”.