Escenario

‘Belfast’: La oda de Kenneth Branagh a su infancia, a su ciudad natal… y a sus raíces

CORTE Y QUEDA FORMATO CASERO. El filme, que figuró en la pasada temporada de premios, busca ir más allá del mero y nostálgico revival de un tiempo pasado el cual, sí resultó especialmente entrañable para su creador

cine

El ángulo elegido por Branagh para su narración es más universal y menos polémico que Roma de Alfonso Cuarón.

El ángulo elegido por Branagh para su narración es más universal y menos polémico que Roma de Alfonso Cuarón.

Rob Youngson / Focus Features

En la última década, la trayectoria de Kenneth Branagh como director se ha bifurcado en dos vertientes: por un lado, dirigiendo películas derivadas de franquicias o adaptaciones de licencias pertenecientes a grandes estudios hollywoodenses (principalmente para Disney y sus variadas marcas). Por otro lado, mantiene viva su devoción por el dramaturgo inglés William Shakespeare, a través de producciones como All Is True (2018), o representaciones teatrales filmadas por él como Cuento de invierno (2015) o Romeo y Julieta (2016).

Por ello, Belfast significa un refrescante giro en su carrera, al narrar una historia sencilla en su planteamiento y desarrollo, pero de grandes alcances y autenticidad, porque ahora Branagh decidió basarse directamente en un episodio de su pasado. Específicamente de su niñez.

El relato se sitúa en 1969, en un barrio de clase trabajadora en la ciudad que le da nombre a la cinta, justo al comienzo de los disturbios los cuales recrudecieron las tensiones entre los católicos y protestantes de esa región. Y se centra en Buddy (Jude Hill), un pequeño niño irlandés integrante de una familia proletaria. Sus padres y abuelos (interpretados por un estupendo ensamble integrado por Caitríona Balfe, Jamie Dornan, Judi Dench y Ciarán Hinds) siempre han procurado brindarle a él y a su hermano mayor Will (Lewis McAskie) una vida digna. Y aunque en su hogar no abunda el dinero, nunca hace falta el cariño, el amor, la comprensión, y sobre todo, un oído atento para escuchar a los menores, o un consejo (a veces certero, otras severo, y otras tantas jocoso) para orientarlos en la dirección correcta.

Su amor y devoción por sus padres siempre se impone en las escenas.

Su amor y devoción por sus padres siempre se impone en las escenas.

Rob Youngson / Focus Features

La cotidianidad del protagonista transcurre sin grandes sobresaltos, entre las clases y tareas escolares; los juegos en la calle con los hijos de sus vecinos; la atracción amorosa por una compañera de clase y sus ratos de esparcimiento ya sea viendo la televisión o yendo ocasionalmente al cine y al teatro en compañía de sus familiares. Pero esta idílica existencia es alterada por el estallido de violencia en contra de los católicos, y Buddy es golpeado por una cruda realidad que asume la forma de barricadas y alambradas las cuales brotan en los alrededores de su calle, así como la presencia de soldados armados, tanques antimotines y helicópteros patrullando constantemente la zona.

Aunque él y su familia intentan adaptarse a esta nueva y hostil realidad, la situación se torna difícil, y en un punto, deberán elegir entre dos opciones: quedarse en su barrio y enfrentar lo que venga, o emigrar a otra ciudad en busca de seguridad y un porvenir más promisorio, pero con el riesgo de convertirse en extraños en una tierra extraña. “En Irlanda, nacimos para irnos”, dice en algún momento un personaje con un tono entre trágico e irónico. Pero para Buddy y su familia, el destino es lo de menos... lo verdaderamente difícil es dejar atrás su hogar y a todos quienes conocen y aman.

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Con estos elementos, Branagh estructura en Belfast, una mirada a su infancia, la cual es resultado de una combinación entre los hechos como el cineasta los recuerda, un dejo de nostalgia por esa etapa de su vida, y la forma en que el niño protagonista percibe (e intenta descifrar) los acontecimientos en ese momento, desde su perspectiva donde, por una parte no entiende muy bien lo que está ocurriendo en su entorno y le cuesta trabajo enfrentar los -a veces drásticos- cambios; y por otra, intenta descifrarlos desde sus propios referentes culturales y aficiones personales.

En ese sentido, la percepción que Buddy tiene sobre sus padres también es variada e incluso contradictoria: a veces son figuras de autoridad a las cuales respetar o temer si se comete una falta grave; a veces son personas frágiles, afligidas por problemáticas cotidianas y, más adelante, por el conflicto en torno a ellos; y en otras tantas son seres protectores con habilidades que incluso les permiten realizar proezas propias de un superhéroe de historieta (cuando su madre lo salva empleando, al estilo del Capitán América, la tapa de un bote de basura a modo de escudo) o de un cualquier vaquero como los que ve en el cine o la televisión (cuando su padre enfrenta al torvo Billy Clanton (Colin Morgan) en una escena que evoca un duelo al más puro estilo western). Pero sea cual sea la impresión, su amor y devoción por sus padres y abuelos siempre se impone.

El filme se inspira en las memorias de infancia de Kenneth Branagh.

El filme se inspira en las memorias de infancia de Kenneth Branagh.

CORTESIA

Al mostrar en pantalla referencias directas de las aficiones que deleitan y forman a su alter ego infantil y cinematográfico (emanadas de la cultura pop de esos años), Branagh claramente alude a las dos pasiones que terminarían por definir a su Yo real y adulto: el cine y el teatro. Y esto se subraya cuando el filme fotografíado en pulcro blanco y negro por el griego Haris Zambarloukos; súbitamente adquiere color cuando aparecen en pantalla escenas de Chitty Chitty Bang Bang, o una escenificación del clásico de Charles Dickens, Cuento de navidad. Simbolizando así esos momentos que conferían vitalidad y magia a la cotidianeidad del protagonista quien, a su vez, tiene cierto aire de personaje dickensiano…

Reiteradamente se ha comparado a este largometraje con Roma (México, 2018), la internacionalmente premiada y reconocida película de Alfonso Cuarón. Y ciertamente ambas obras comparten elementos estéticos (como el blanco y negro) y anecdóticos (un relato basado en episodios de la infancia de sus respectivos autores). Sin embargo, el ángulo elegido por Branagh para su narración es un tanto distinto -más universal y menos polémico- que el empleado por Cuaron en su filme; su tono resulta un poco más cálido (sin restarle veracidad y dureza a lo relatado), y sobre todo Belfast busca ir un poco más allá del mero y nostálgico revival de un tiempo pasado el cual, si no mejor, sí resultó especialmente entrañable para su creador; y se erige también como una sensible, modesta y sincera carta de amor y agradecimiento a su ciudad natal, a sus orígenes y, sobre todo a su gente, a quienes rinde un humilde y sincero homenaje, proclamando que espiritualmente siempre los tiene cerca, sin importar donde vaya, o si se está en Londres, en Sidney… o en la luna.

DATO: Crónica Escenario, Universal Pictures Home Entertainment y Cinecolor Home Entertainment tienen para nuestros lectores cinco ejemplares de su lanzamiento en formato casero a los primeros cinco en ponerse en mandar sus datos con nuestro editor ulises.castaneda.alvarez@gmail.com.

Así luce la película en su formarto casero.

Así luce la película en su formarto casero.

CORTESÍA/Graphic in