
La figura del jugador de cartas quien comprende, domina y usa en su favor las estrategias y mañas propias del juego; ocupa un lugar especial en el universo cinematográfico. Filmes como The gambler from Natchez (Levin, 1954); El gran desafío (The Cincinnati Kid, Jewison, 1965); El golpe (The Sting, Hill, 1973); Habana (Pollack, 1990); Maverick (Donner, 1994) y 21 blackjack (21, Luketic, 2008), por mencionar algunos ejemplos; ofrecen retratos diversos (algunos cómicos, otros entrañables, pero todos atractivos) sobre estos personajes. Pero muy pocos son tan inquietantes e hipnóticos como el concebido por el veterano Paul Schrader en El contador de cartas (The card counter, 2021).
Mientras permaneció encarcelado en una prisión militar, William Tell (Oscar Isaac) ha desarrollado un método eficaz para jugar a las cartas en el cual, por medio de un conteo mental de las mismas; valoraciones de las distintas barajas y algunos cálculos matemáticos y de probabilidad, puede determinar cuándo tiene ventaja y es conveniente elevar la apuesta para ganar una buena suma, o cuándo no la tiene y es mejor retirarse asumiendo una pequeña pérdida.
Aunque pudiese alcanzar fama y notoriedad con su talento especial, William ha optado por mantener un bajo perfil, haciéndose solo del dinero necesario para sostener su particular estilo de vida, al tiempo que trata de pasar casi desapercibido en los distintos lugares donde asiste a efectuar partidas, y no prolongar mucho su estancia en ellos. Así, invierte la mayor parte de su tiempo visitando los cientos de casinos dispersos a lo largo del territorio estadounidense, desplazándose a cada uno de ellos por carretera empleando su propio auto, y hospedándose cada noche en distintos y modestos hoteles de paso.
Siempre antes de instalarse en una habitación, Tell lleva a cabo un meticuloso ritual en el cual envuelve cuidadosamente con sábanas todos los muebles que allí se encuentren, como si quisiera evitar dejar algún vestigio de su presencia allí. Sus noches por otra parte son intranquilas, experimentando dificultades para conciliar el sueño y cuando consigue dormir lo acosan una serie de pesadillas que lo remiten a terribles recuerdos de una dolorosa parte de su pasado. Aferrarse a su disciplinada y un tanto obsesiva rutina diaria, le brinda cierto consuelo, tranquilidad y un sentido de seguridad y control. Pero también le obliga a mantener el contacto con otras personas al mínimo posible y por ende, tampoco tiene muchos amigos ni relaciones estables.
Su gris e inalterada existencia está por ser trastocada por dos personajes quienes, de forma casi simultánea, se acercan a él. Por un lado está La Linda (Tiffany Haddish), otra jugadora que lo recuerda de una partida anterior y quien, consciente de sus habilidades con las cartas, le hace una propuesta de negocios de la cual Will puede obtener una buena ganancia.
Por otro lado, lo contacta un muchacho llamado Cirk Baufort (Tye Sheridan), hijo de Roger Baufort quien (como ocurrió con Tell), sirvió en Abu Ghraib y fue sentenciado a prisión por las atrocidades allí cometidas. Cirk desea vengarse del Mayor John Gordo (Willem Dafoe), un militar y contratista retirado a quien responsabiliza del encarcelamiento, deterioro mental y posterior suicidio de su padre. Y lo hace, porque sabe que Tell conoce muy bien a Gordo y también fue condenado por las acciones ordenadas por él; e intuye que el jugador todavía debe de albergar un profundo rencor en contra de su antiguo superior.
Así, ante Willian se abren dos opciones: la de forjarse un próspero futuro (con una posibilidad amorosa a la vista) o entregarse al odio y saldar cuentas con el pasado. Ello lo lleva (acorde a su mentalidad de tahúr) a elaborar una estrategia en la cual apuesta alto, e intentará ganar ambos lances. Pero, como pasa con cualquier juego de apuestas, aunque se calculen las cosas de forma precisa, la partida puede cambiar dependiendo de lo que los otros jugadores hagan, y de la intervención del azar.
Aunque la historia transcurre en tiempo actual, hay algo en el tratamiento de la misma, en su estética, su diseño artístico y especialmente en la fotografía de Alexander Dynan; que evoca al cine de los años setenta, pero sin caer en el mero producto mercantil de nostalgia impostada. En ese aspecto (y al estar protagonizado por un antihéroe solitario, taciturno, de aire un tanto trágico y quien alberga en su interior una capacidad de violencia ilimitada), dialoga perfectamente con Drive, filme de Nicolas Winding Refn de 2011.
Es notorio además que, en algunos puntos del argumento desarrollado por Paul Schrader, el cineasta y guionista está reelaborando algunos personajes, temas y situaciones presentes en sus trabajos previos, particularmente en el emblemático Taxi Driver (1976), escrito por él y dirigido por Martin Scorsese.
De hecho, existen vasos comunicantes que conectan al personaje interpretado por Oscar Isaac con el del icónico Travis Bickle encarnado por Robert De Niro: ambos son individuos cínicos, marginales, narcisistas y un tanto antisociales, atormentados por su pasado, marcados por su participación en un conflicto armado, con trastornos de personalidad potencialmente peligrosos, con un sentido de moral y de justicia muy particular y férreo, a quienes en un momento dado el destino los pone en una encrucijada, la cual los puede convertir en asesinos psicópatas, o permitirles alcanzar una sublime redención… o tal vez ambos.
Otro de los grandes aciertos de El contador de cartas es que la película misma pareciera imitar la estructura de una larga y azarosa partida, donde en principio se explican (en sentido literal y figurado) las reglas del juego. Luego se va conociendo poco a poco a cada uno de los jugadores implicados en una trama la cual se cuece a fuego lento. Posteriormente cada jugador muestra sus cartas y vemos como cada uno de ellos juega sus respectivas manos para alcanzar sus propósitos (con algunos blofeos y engaños incluidos), y finalmente sorprende con un inesperado y crudo desenlace de partida donde se nos recuerda que, en lo tocante a los juegos de azar (y a la vida misma), a veces una derrota puede ser en realidad, la puerta para alcanzar una victoria.
Sin duda, este largometraje de Paul Schrader constituye uno de los grandes regresos de este 2022.
Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .