Escenario

Gabriel Herrera reflexiona sobre la “guapura” en “Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje”

El cineasta mexicano presentó su cortometraje este año en la Berlinale, con él ganó en el festival de Guanajuato y recientemente llegó a Black Canvas

entrevista

Foto: (Cortesía)

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Después de su paso por la sección de competencia Berlinale Shorts, del Festival Internacional de Cine de Berlín, el cortometraje mexicano Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje, de Gabriel Herrera, comienza a dar pasos fuertes en los certámenes fílmicos, ganando el máximo galardón en su categoría dentro del Festival Internacional de Cine de Guanajuato y recientemente con proyección en el festival Black Canvas, Festival de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México.

En Crónica Escenario platicamos con el realizador egresado de la ENAC nacido en Pátzcuaro, Michoacán acerca de este relato de un motociclista, la guapura, poscolonialismo y la aceptación de uno mismo.

“La idea surge después de un encuentro raro que tuvimos la fotógrafa del proyecto y yo con un grupo de motociclistas hace unos años en un estacionamiento de un centro comercial donde un grupo enorme de motociclistas comenzaron a hacer un espectáculo, dar vueltas, quemar llanta y demás donde quedaba claro que estaban exhibiéndose pero que no había realmente a quien hacerlo o que estuviera interesado en ello”.

“Eso me llamó mucho la atención, la cosa de que alguien ofrezca su guapura o belleza sin importar si los que están del otro lado saben apreciarla o no”, recordó Herrera acerca del génesis de este cortometraje, misma que trascendió mucho tiempo después.

Fue en su regreso a México que este concepto tomó una forma más concreta. “En el momento de buscar qué pasaba con ello y ponerla en contacto con mi contexto y cultura de forma automática, casi orgánica, se convertía en un estudio que me llevó a la época poscolonial, saber quién le atribuyó la guapura a quien y lo que significaba para cada quién”, afirmó Gabriel.

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Gabriel Herrera reflexiona sobre la “guapura” en “Al motociclista no le cabe la felicidad en el traje”

En este cortometraje, el factor de la voz en off le da un matiz de narrativa épica al relato del motociclista. Al respecto, Herrera nos explicó: “En principio, estaba interesado en ver qué es lo que pasa cuando lo que ves y lo que escuchas no coincide, en cómo lo que escuchas transforma el significado de lo que ves y viceversa. Jugar con esa voz fue una forma de explorarlo”, comentó.

“Además, se convierte en una especie de juego e ironización de cómo el conquistador se convierte en motociclista, del motociclista por parte del cineasta y del cineasta con la película porque es consciente de que manipula una realidad que no le pertenece. La idea era el uso de ella de forma conscientemente irresponsable para reflejar los diferentes niveles de poder de la belleza después del colonialismo”, añadió.

También, este proyecto establece la interesante cuestión de un concepto como la guapura a diferentes niveles. “El interés reside en la cuestión de quién establece la categoría de la guapura. Si es la historia que nos han narrado, si la pongo yo como director o la misma historia del cine, incluso si la característica la impone el mismo individuo. Lo que era interesante de esos motociclistas y de mi protagonista es que eran y son guapos sin importar si yo lo apreciaba o no”, mencionó.

“Ellos lo son según sus propias reglas sin esperar que los condescendiera ante la demanda de la historia. Lo interesante es que justo en la medida en que ellos son guapos, según su propia definición, insistían en mostrarla dando una sensación provocadora de que en esa vanidad existía un acto de generosidad siempre y cuando venga desde el punto de definirse uno mismo y escoger como quieres ser visto, según tus propios parámetros”, afirmó Herrera.

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Otra de las posturas que propone el corto es el juego de los significados que le damos no sólo a todo lo que nos rodea sino también a nosotros mismos. “Creo que en la medida en la que uno se autodetermina, también determina el significado del mundo que lo rodea. Eso lo hicieron los conquistadores de forma terrible, lo hace la sociedad occidental y los güeros con privilegio también”, expresó el cineasta.

“Pero a su vez, esta dinámica establece la relación que tenemos con otras cosas como las máquinas, el plástico o lo que gustes. Puedo cambiarle el significado a algo que me impusieron para la definición de mi ser y bajo mis propias reglas. Así, la motocicleta se convierte en una extensión de la guapura del protagonista, por lo que logra estar tan viva como él mismo”, reflexionó el cineasta.

Esto provoca que el espectador constantemente se cuestione pero las respuestas son siempre diversas debido a la contraposición de posturas que Herrera expone. “El cortometraje está lleno de contradicciones que de alguna manera son coherentes y dan pauta a la libre interpretación o lectura del mismo. Por ejemplo, algo que es afirmativo al mismo tiempo tiene algo que es autodestructivo”, explicó.

“Al final podríamos decir que existe una autoafirmación de la identidad así como la contraparte, que es ser consumido por el mismo mundo a través del que te afirmas. Pero al final traté de enfatizar la idea del ofrecimiento a la guapura, un poco difícil de agarrar pero que entra justo entre la mezcla de varios temas que se contraponen”, declaró el director.

Es aquí que Gabriel nos habló de uno de los puntos más fuertes de su proyecto: el poder y juego de la percepción. “Es un tema fundamental en la cinta. Desde la perspectiva de los chavitos que rodean a la moto hasta cómo el propio protagonista se percibe a sí mismo e incluso cómo el cineasta construye al motociclista que es completamente falso. La intención del filme es cuestionar siempre quién, dónde y porqué lo percibe.”

Sin duda, este galardonado cortometraje juega mucho no sólo con estas ideas y conceptos, sino también con la forma narrativa que se podría considerar un tanto experimental. Al respecto, el joven realizador reflexionó: “No acabo de entender esa definición del cine aún. En el sentido de no seguir las estructuras establecidas, creo que sí lo es, incluso podría quedarse en medio de la definición del arte contemporáneo y el cine. Pero si soy honesto, pareciera que el séptimo arte siempre tiene que ser narrativo y lo que no es así entra en esa categoría”, opinó.

“De forma inmediata, cuando escucho ese término me viene a la mente algo que experimenta justamente con las técnicas o materiales para producir nuevas formas narrativas. Si ese fuera el marco, mi corto es bastante tradicional aunque no siga realmente lo establecido. Si bien experimento con la falta de coincidencia entre la imagen y el sonido, tampoco es algo que solamente lo haga yo. Godard lo viene haciendo desde los 60, por ejemplo, pero es algo que no va con la visión del cine hegemónico”, añadió.

Concluyendo la charla, retomamos ese concepto de la guapura, preguntándole al director acerca de la felicidad por hacer lo que le gusta el cine. “Por mucho tiempo ha sido una lucha más que otra cosa. Pero ahorita a mí tampoco me cabe la felicidad en el traje de la suerte que estamos teniendo de mostrar el corto, de conseguir el reconocimiento en el GIFF hace unas semanas y todo lo que ha surgido. Eso me da mucha confianza acerca de lo que viene en el futuro”, dijo.

“Por otro lado, no hay nada más padre que dedicarse a lo que uno le gusta sino poder tener un espacio para desarrollar tu propio pensamiento, las preguntas que te importan y tratar de aclararte cosas y entender el porqué demonios estás aquí. El cine se ha vuelto eso para mí y espero aún tener chance de hacerlo, porque es mi herramienta para negociar mi relación con el mundo y lidiar con la vida cotidiana”, concluyó.