Escenario

“El Hombre del Norte”: La espectacular travesía de un cineasta por los mares de lo épico, lo mítico y lo poético

CORTE Y QUEDA. El cineasta estadunidense Robert Eggers vuelve con uno de los mejores filmes del año luego de que sus primeros dos trabajos, La Bruja y El Faro, lo convirtieron en un realizador de culto

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Ampliar El Hombre del Norte es, para muchos, la mejor película del año hasta el momento.

El Hombre del Norte es, para muchos, la mejor película del año hasta el momento.

CORTESIA Universal Pictures

Con La Bruja (The Witch, 2015) y El Faro (The Lighthouse, 2019), sus primeros largometrajes, el estadounidense Robert Eggers se ha ganado un merecido lugar entre los amantes del cine, particularmente entre aquellos aficionados al cine de terror y especialmente al Art Horror, subgénero que experimenta estilísticamente con los usos y mecanismos del mismo, con fines más artísticos y una mirada eminentemente autoral.

En El Hombre del Norte, su tercer trabajo, Eggers da un giro en su carrera y realiza un filme el cual se aparta un poco de sus obras previas, para abordar un relato de corte histórico y mítico y de tono épico, donde conjuga drama, suspenso y acción. Una decisión a primera vista arriesgada y, sin embargo, resultó más que afortunada.

Con una premisa inicial la cual remite al clásico Conan, el Bárbaro (Conan the Barbarian, John Milius, 1982), la historia arranca cuando el rey vikingo Horvendill (Ethan Hawke) junto con su hermano Fjölnir (Claes Bang), regresan a su hogar tras una campaña de conquista. Horvendill (conocido como El Cuervo de la Guerra) es recibido jubilosamente por su esposa, la reina Gudrún (Nicole Kidman) y por su pequeño hijo Amleth (Oscar Novak).

Tras el festejo de bienvenida, el rey y su hijo celebran en privado un ritual iniciático presidido por Heimir el Tonto (Willem Dafoe), una suerte de bufón y chamán, quien le permite “ver”, al menor, el árbol genealógico y sanguíneo de su estirpe, donde la más reciente rama está ocupada por él, significando con ello que el niño algún día será rey.

Pero las cosas dan un giro dramático cuando inesperadamente, Fjölnir –con premeditación, alevosía y ventaja- asesina brutalmente a Horvendill para usurpar su trono y apoderarse de su mujer. El joven príncipe es testigo del hecho, y se ve obligado a exiliarse del reino ante el peligro de correr con la misma suerte, y ser masacrado por los hombres de su tío traidor. Y jura regresar en un futuro a ajustar cuentas.

Ethan Hawke como el rey vikingo Horvendill.

Ethan Hawke como el rey vikingo Horvendill.

CORTESIA Universal Pictures

Años después del magnicidio Amleth, ya convertido en un fornido adulto (interpretado por Alexander Skarsgård); parece haber olvidado sus deseos de venganza, y se ha unido a los Berzerker, fieros guerreros con quienes se dedica a atacar y saquear diversas aldeas. En una de esas incursiones, se manifiesta ante él la bruja Seeress (interpretada por la cantante Björk), la cual le hace recordar su pasado y sus deseos dormidos de revancha; le da una serie de indicaciones a modo de acertijos para que pueda proveerse de las herramientas necesarias para consumarla; pero también le profetiza que, en algún momento, deberá elegir entre proteger a sus seres queridos, o completar su venganza. Y en esa importante decisión, una suerte de hechicera llamada Olga (Anya Taylor-Joy) desempeñara un rol fundamental.

Al igual que en sus películas anteriores, Robert Eggers lleva a cabo una exhaustiva investigación previa sobre los temas y sobre la época donde su historia se desarrolla. En este caso, se alía con el escritor y novelista Sjón, quien en 2021 estuvo involucrado en el guión de otra cinta fundamental del Art Horror contemporáneo: Cordero (Lamb, 2021) de Valdimar Jóhannsson. Junto con este autor islandés, Eggers adapta una leyenda escandinava que data del medioevo, la cual fue la fuente de inspiración para que William Shakespeare escribiera Hamlet, una de sus más celebradas obras.

La presencia de Sjón y de su vasto conocimiento de la cultura, el folklore y los mitos de la región impactan positivamente en el argumento, en la puesta en escena y hasta en el diseño de producción del filme. Detalles como la caracterización de los personajes, su vestuario, sus peinados, e incluso sus formas verbales y corporales de expresarse, en conjunto consiguen una recreación de época que corta el aliento. Y si a esto se le suma el empleo prioritario de locaciones naturales filmadas en Islandia (retratadas de forma soberbia por la lente del cinefotógrafo Jarin Blaschke) y la música ad hoc compuesta por Robin Carolan y Sebastian Gainsborough, la experiencia es simplemente deslumbrante.

Pero el diseño audiovisual es solo uno de los muchos elementos que hacen de El Hombre del Norte algo épico y excepcional. La forma en que Eggers estructura el relato corresponde justamente con la cosmovisión nórdica, donde la vida mundana, el reino de lo mítico y el universo onírico no están separados entre sí, y forman parte de un todo indivisible. Esta percepción es lograda gracias a una interacción entre escenas pertenecientes a estos diversos mundos y entrelazadas armónicamente, haciendo que la cinta se mueva de modo natural entre el cine dramático y de época y el cine fantástico y de aventuras.

Los trabajos previos de Eggers están provistos de cierta hipertextualidad, la cual reside no sólo en algunas referencias directas ostentadas por el mismo, sino en el propio corpus del argumento y la trama. Desde luego, la raíz nace fundamentalmente de los mitos y la cosmogonía nórdica de donde se nutre, y de la leyenda en que se inspira y la conecta inevitablemente con la conocida obra sobre el desafortunado príncipe de Dinamarca. 

Alexander Skarsgård protagoniza el filme.

Alexander Skarsgård protagoniza el filme.

CORTESIA Universal Pictures

Pero dicha raigambre trágica se extiende también hacia otras creaciones del inmortal autor inglés, como por ejemplo Macbeth. Por otra parte, la alusión a profecías que vaticinan un destino inexorable del cual no se puede escapar y cuyos esfuerzos por evitarlo sólo propician que estas se cumplan cabalmente, lo conecta con Sófocles y la tradición y naturaleza de la tragedia griega. Y ni mencionar las alusiones al camino del héroe, tantas veces abordado en el cine. Estos y otros elementos le confieren una rica dimensión y cierta profundidad al relato.

Evitando encasillarse en el lugar común del cine épico al estilo hollywoodense, Eggers apuesta no únicamente por la espectacularidad propia de una superproducción de esa naturaleza, sino que evita ceder del todo ante el llamado de las sirenas del éxito comercial, negándose así a sacrificar la sustancia y originalidad de su narración, y conservando de paso su particular estilo.

El espectador que busque (por citar dos ejemplos) la exaltación grandilocuente de lo heroico como en Gladiador (Gladiator, Scott, 2000), o las inacabables, sangrientas y muy estilizadas batallas –acompañadas de la postura ideológica objetable- de 300 (Snyder, 2006), encontrará poco de eso aquí. Pero en cambio, hallará un mágico, poético y conmovedor relato sobre la apasionada búsqueda de un hombre quien, tratando de vengar un pasado el cual le fue arrebatado, encontrará también la posibilidad de un futuro promisorio. Y, sobre todo, sus decisiones le ayudarán a reencontrarse a sí mismo. Su búsqueda y su posibilidad de redención (y reinvención) a final de cuentas son, más allá de las épocas y los estatus nobiliarios, las de cualquier ser humano. Y por ello es muy fácil conectar con el protagonista y entender sus tribulaciones.

El espectador se verá recompensado, además, con una fabulosa pieza de cine puro contemporáneo. Un cine que en los territorios de la cartelera comercial se ve cada vez menos, haciendo que piezas como esta se constituyan en joyas invaluables.