Escenario

‘El milagro del Padre Stu’: Buscando incansablemente un destino y un propósito en la vida

Basado en la vida real de Stuart Ignatius Long, el actor Mark Wahlberg protagoniza un acertado drama sensible con pinceladas de comedia que dirige Rosalind Ross

corte y queda

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La relación que Stuart “Stu” Long (Mark Wahlberg) sostiene con sus padres no ha sido muy buena. La muerte a edad temprana de su hermano Stephen los marcó fatalmente, provocando que la ruptura entre sus progenitores se vuelva algo definitivo, y su padre (Mel Gibson) termina por abandonarlos a él y a su madre (Jacki Weaver) para irse a vivir por su cuenta, al tiempo que se entrega al alcoholismo.

A pesar de su precaria situación familiar (o quizás motivado por ella), Stuart lucha por convertirse en alguien importante y destacar. Lo intenta primero en el mundo del boxeo, pero es obligado a abandonar este deporte al descubrirse que su salud está en riesgo. Entonces, Stu decide mudarse de su hogar en Montana, e irse a California para probar suerte en el mundo de la farándula. Y mientras trata de conseguir que su carrera despegue, se gana la vida como carnicero, y lidia con sus propios problemas derivados del abuso de la bebida, el cual le acarrea líos con la ley por conducir en estado de ebriedad.

Un día, en la tienda donde trabaja conoce a Carmen (Teresa Ruiz), de quien se enamora, e intenta localizarla. De ese modo, descubre que es devota y miembro de una comunidad católica, en la cual trabaja como voluntaria impartiendo clases religiosas para niños en los domingos.

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Él trata de acercarse a Carmen, pero ella lo rechaza, argumentando no estar interesada en sostener una relación con una persona que ni siquiera ha sido bautizada. Para intentar conquistarla, Long decide entonces convertirse, asistir a dicha escuela dominical, y ser bautizado. Y así, poco a poco la joven cede, e incluso lo invita a cenar con sus padres para que lo conozcan. Al parecer, al protagonista le está saliendo todo bien.

Sin embargo, la carrera de Stuart no consigue levantar cabeza, y su frustración por ello (aunada a su dolor personal derivado de sus problemas familiares y anteriores fracasos) lo hace recaer y volver a abusar del alcohol. Como consecuencia, sufrirá un terrible accidente que lo pone al borde de la muerte. A raíz de varias experiencias derivadas de ese evento (del cual logra sobrevivir y recuperarse milagrosamente), Stu toma una decisión radical: abrazar la vida de seminarista y transformarse en cura, y para conseguirlo enfocará toda su energía y sus esfuerzos, aunque quienes le rodean (y la vida misma) tratarán de disuadirlo de varias formas.

Basado en la vida real de Stuart Ignatius Long (1963 –2014), El milagro del Padre Stu (Father Stu, EU, 2022) nació de un proyecto concebido en 2016, e impulsado principalmente por su actor protagónico Mark Wahlberg el cual asumió el papel de productor, y para quien este largometraje se constituyó en un trabajo muy personal. Originalmente el guión y la dirección correrían a cargo del cineasta David O. Russell, con quien Wahlberg había trabajado previamente en El peleador (The fighter, 2010): pero debido a un conflicto de agendas, su lugar fue ocupado por Rosalind Ross, actual pareja de Mel Gibson siendo este su debut como directora. Un debut que, además, resulta afortunado.

La cinta se enclava dentro de esas producciones con carácter religioso, y por ello enarbola varios mensajes y presenta los lugares comunes esperados en una obra de tal naturaleza. Pero lo que la hace destacar de otras películas de ese mismo corte, radica en dos aspectos: el tratamiento y enfoques conferidos a su personaje central y a sus motivaciones, que buscan no acotarse solamente a cuestiones de tipo eclesiástico, y por el contrario, pretenden ser mucho más universales.

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El filme presenta a un personaje bobalicón, desafiante, tosco, asertivo, de rudos procederes, que todo lo cuestiona, y se expresa con un lenguaje desinhibido y altisonante, quien se ha desempeñado en diversas labores buscando ser alguien y triunfar, pero desafortunadamente y por variadas razones, en ninguna de ellas ha logrado destacar, ni llegar a alguna parte que no sea un callejón sin salida. Incluso el camino que finalmente elige tampoco es fácil, y deberá pasar por muchas pruebas y obstáculos (algunos de ellos aparentemente insalvables) en pos de conseguirlo, para lo cual tendrá que hacer uso de toda su tenacidad y voluntad. Pero en contraste, decide conservar intactas su particular identidad y forma de ver las cosas, y por el contrario se apoya en ellas para lograr su meta.

Más allá de lo que compete a la mera intención religiosa del largometraje, el argumento desarrollado por Ross acertadamente decide darle más peso al aspecto humano de su personaje, y los conflictos que se derivan de su incansable búsqueda, los no pocos fracasos que debe afrontar, y las dudas y momentos de flaqueza que lo asaltan por ello. En ese sentido, la búsqueda efectuada por Stu no difiere de la que cualquier ser humano emprende en algún momento de su existencia en pos de una identidad propia, de un propósito en la vida que le dé un sentido y significado a la misma, e incluso para encontrar (muchas veces de forma inconsciente) una figura paterna o rectora que se constituya en un faro que guíe.

Esto último queda patente en esas escenas donde se aprecia como la relación entre Long y su padre que comienza siendo muy tirante y volátil, al cabo del tiempo se recalibra y reinventa, y ambos logran hallar nuevas formas de relacionarse, de comunicarse, de mostrarse afecto y hasta de perdonarse mutuamente y de paso, perdonarse a sí mismos.

Y son estos temas eje (la búsqueda, el perdón, la tenacidad, y la autenticidad), sostenidos por un buen desempeño de su cuadro de actores (comenzando por el titular), los que favorecen a El milagro del Padre Stu, y lo alejan un poco a del discurso adoctrinador, acartonado e incluso manipulador de otros trabajos en el mismo rubro, optando más bien por desarrollar un drama sensible con pinceladas de comedia (de a ratos mordaz). De algún modo, la historia se comporta de la misma forma que su protagonista: acepta y abraza su religiosidad, pero desde sus propios y particulares términos, exaltando así su peculiar personalidad y humor.