Escenario

‘Nazarín’: “¿Qué podría ser más frustrante para un emisario de Cristo que su mensaje fracase?”

ESPECIAL SEGUNDA PARTE. La investigadora de cine mexicano Daniela Muñoz comparte su investigación de seis películas en torno a la Semana Santa en la filmografía nacional, la segunda, el clásico de Luis Buñuel de 1958

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Fotograma de 'Nazarín'.

Fotograma de 'Nazarín'.

ESPECIAL

Mucho se ha especulado y analizado desde diversas perspectivas, sobre todo desde la psicológica, la gran cinta de Luis Buñuel: Nazarín. Es un ejercicio que en lo personal considero cubierto, y dado que en mis reseñas me dedico a relatar tramas y compartir datos desde la perspectiva puramente cinematográfica y artística, será desde esa palestra desde la cual atacaremos el análisis de la afección convulsa del padre Nazario por hacer el bien a sus semejantes en claro émulo de Cristo, y obteniendo -en gran medida igual que aquél-, invariablemente, un resultado contrario al que siempre desea su buena voluntad.

Basada en la obra homónima de Benito Pérez Galdós y con adaptación de Julio Alejandro y del propio Buñuel, la producción contó con las colaboraciones de otras importantes figuras del cine nacional, como Gabriel Figueroa en la fotografía y Manuel Álvarez Bravo a cargo de los stills; todos ellos -entre muchas otras participaciones, sobre todo las actorales, desde luego hicieron de Nazarín una obra cinematográfica de tintes fuertemente poéticos dado el tratamiento de la imagen. Todo ello condujo a la cinta a obtener el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1959.

El cura Nazario (Francisco Rabal) es un sacerdote al que podríamos calificar de anómalo. De hecho, Buñuel siempre lo calificó de un cura quijotesco, cuya locura es, justamente, creer en la pureza y la bondad de los hombres y en la importancia de su ministerio para acercarlos a Dios.

No celebra misas diariamente ni es parte de una comunidad ministerial, por lo que no vive en una casa parroquial sino en un mesón con otros inquilinos igual de miserables que él, ayudándose de limosnas y sobreviviendo de la caridad que recibe de vez en cuando, así como de algunas monedas que obtiene como estipendio por los sacramentos que administra. 

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Su forma de vivir, pero sobre todo su imperturbabilidad y resignación ante las vejaciones e injurias de que es objeto a diario -provenientes paradójicamente de aquellas almas a quienes intenta buenamente aconsejar- son el más claro ejemplo de su patente inconsciencia ante el hecho de que sus tentativas de hacer el bien buscando propalar el carisma cristiano, son siempre un rotundo fracaso.

¿Qué podría ser más frustrante para un emisario de Cristo que el que su mensaje fracase estrepitosamente y no encuentre un receptor? Todo esto comienza a imbuir en el padre Nazario lo que nunca había albergado antes su corazón con respecto a su vocación sacerdotal: La desesperante duda de la utilidad real de su ministerio.

Es aquí donde comenzará el periplo sacerdotal de Nazario, que se volverá a la vez su propio Vía Crucis, pues cada alma a la que no logra convencer de mejorar su comportamiento y de ofrecer parte de su vida y de su fe a Dios, representará una estrepitosa caída, la siguiente siempre peor que la anterior.

Esta lucha sin cuartel del padre consigo mismo, puede verse claramente en dos momentos clave de la cinta: Primero, cuando habiendo llegado a un poblado donde ha atacado la peste, entra en casa de una afectada (Pilar Pellicer) para ayudarla a bien morir, ofreciendo administrarle los Santos óleos. Cuando el cura le conmina a arrepentirse de sus pecados para pedir su entrada al Cielo, la respuesta categórica de ella es “¡No Cielo, Juan!”. 

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Nazario no se lo explica: Una mujer que está a punto de morir, ¿no quiere arrepentirse in extremis de sus pecados para alcanzar la vida eterna, y en vez de eso busca desesperadamente la compañía de un amante (los placeres de la carne) que tal vez no vendrá? El cura está estupefacto ante la elección de la apestada.

Pero su estupefacción se vuelve estupor cuando finalmente, el antedicho Juan traspone el dintel de la puerta para llegar al lado de la moribunda, que le pide: ‘Juan, dile que se vaya’. El interpelado le exige a Nazario salir de inmediato, dejándolo tan pasmado como inerme.

Acto seguido, el amante besa a la mujer en los labios, aún a sabiendas de que está consumida por la enfermedad y que él con seguridad va a contagiarse y a morir también. No le importa. Es este el mejor ejemplo de un amor absoluto, incondicional y que no admite dobleces; un amor tan verdadero -o quizá más- que el que el padre Nazario profesa a Dios.

El segundo momento decisivo para que el cura comprenda que su idealismo religioso ha llegado al extremo de la incompetencia en el mundo de los hombres, es cuando habiendo sido atado a una cuerda de presos, lo recluyen junto con el buen ladrón (Ignacio López Tarso, en una personificación breve pero sustanciosa de Dimas, el personaje bíblico) a quien promete un cambio de vida con solo “desear ser bueno y tener el firme propósito de serlo ante Dios”. 

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Él recela de tal ofrecimiento y le responde: “Yo no hago más que maldades, y… su vida, ¿para qué sirve? Usted pa’l lado bueno y yo pa’l lado malo: ninguno de los dos servimos para nada”. La expresión facial de Rabal aquí es más que elocuente e ilustra a cabalidad la tremenda crisis de fe por la que atraviesa el cura.

Finalmente, no quiero dejar de mencionar un aspecto que me parece determinante en el éxito obtenido por el filme. La primera vez que vi Nazarín fue también la primera vez que vi a Rita Macedo en una película del cine nacional. Probablemente la haya advertido antes en algún papel menor -como aquellos que interpretó en cintas como Salón de belleza o Las Infieles) pero en todo caso, recuerdo muy bien que no habían sido de sus filmes sobresalientes.

Sin embargo, lo que no olvidé jamás aún a una edad tan temprana, fue su histrionismo fulgurante y mordaz personificando a la desparpajada y feroz Andara, que hizo las delicias de los espectadores. Una mezcla entre bruja y prostituta callejera de los bajos fondos porfirianos, sumada a una personalidad que denotaba en su personaje la profunda tristeza de vivir, oculta tras la máscara de la agresividad y de la rebeldía, Andara se vuelve la inolvidable escudera del padre Nazario, a quien defiende de todo aquel que busca hacerle mal.

Si bien Marga López interpreta el otro personaje importante que acompaña a Nazario en su éxodo sacerdotal -la epiléptica Beatriz-, eterna enamorada de su propia idealización del cura al creerlo un santo varón, pero deseándolo al mismo tiempo como hombre, fue indudablemente Rita Macedo quien ganó notoriedad, logrando una interpretación actoral que sin duda ha quedado para la posteridad. 

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Uno de los aspectos más interesantes de su personaje es cómo éste se desdobla progresivamente evidenciando un corazón noble y de buenos sentimientos, hecho que se materializa en el amor que profesa Andara al enano Ujo. Su eterna mueca sardónica y burlona, su figura desgarbada y su muy florido léxico al que acompañaban toda clase de ademanes exagerados, brindaron a su Andara una impronta sencillamente inigualable; el mejor papel de toda su carrera.

El dato: Es bien conocido que Buñuel buscaba sobre todo, realismo en sus producciones fílmicas, por lo que, como ocurrió en Los olvidados, en esta ocasión también escondió al fotógrafo Gabriel Figueroa los filtros que utilizaba para conseguir el preciosismo de sus composiciones visuales, que en cintas como Nazarín no requerían una fotografía tan minuciosa o artística.

* Este texto está basado en el artículo 'Cinco cintas mexicanas para ver en Semana Santa' registrado en o SOGEM-INDAUTOR, 2024

Sobre Daniela Muñoz

Es graduada de la Licenciatura en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es Maestra en Ciencias Antropológicas y actualmente Doctorante en la misma especialidad por la propia ENAH, siendo sus líneas de investigación Teoría, critica y análisis cinematográfico del Cine mexicano, así como contenidos digitales y medios audiovisuales.

Posee una Especialidad en Estudios de la Frontera México-Estados Unidos por el Colegio de la Frontera Norte (COLEF), especializándose en Narcocultura y contenidos simbólicos en la esfera mediática. Como Docente de Español como Segunda Lengua (ENALLT-CEPE, UNAM) ha podido desempeñarse como promotora de la cultura mexicana también fuera de nuestro país.

La investigadora de cine Daniela Muñoz.

La investigadora de cine Daniela Muñoz.

CORTESIA

Colaboró en la muestra museográfica Heritage Middle East, realizada en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, en 2019. Ha sido profesora de Historia de Mexico, Contemporánea y Universal a nivel bachillerato, así como de Humanística, Relaciones Bilaterales y Cine Mexicano a nivel licenciatura. Colabora actualmente en diversos proyectos de gestión, promoción y difusión del Cine Mexicano en sus diversas épocas y géneros, impulsados por el STPC- Estudios Churubusco.