Escenario

‘Una película de policías’, un ingenioso y humano acercamiento al fallido sistema de seguridad

El tercer largometraje de Alonso Ruizpalacios llegó a la pantalla de Netflix luego de triunfar en festivales importantes de cine como la Berlinale y Morelia

Pareja sentada en un sofá
Foto: Foto: (Cortesía)

Después de su participación en algunos cortometrajes y series de televisión, Alonso Ruizpalacios decidió estrenarse en el mundo de los largometrajes con la película Güeros, donde acompañado de un cast con nombres como Tenoch Huerta, Ilse Salas, Leonardo Ortizgris, Raúl Briones y Adrián Ladrón, entre otros, mostraba la capacidad de hacer una pequeña oda a la Ciudad de México.

Posteriormente, regresaría con Museo, tomando como referencia el hecho histórico donde un grupo de criminales burlaba la seguridad del Museo Nacional de Antropología e Historia para robarse 140 piezas prehispánicas de sus vitrinas dándole un giro narrativo muy a su estilo. Ahora, con su tercer largometraje, regresa al Festival Internacional de Cine de Morelia con el estreno del documental Una película de policías, misma que compitió en la sección de Largometraje Mexicano de Ficción.

La premisa de este nuevo relato que le valió el Oso de Plata en el pasado Festival de Cine de Berlín a Yibrán Asuad por su trabajo en la edición, nos presenta la historia de una pareja de policías llamados Teresa y Montoya, que juntos patrullaban las calles de la Ciudad de México con la esperanza de ayudar a la gente y cumplir cabalmente con su labor. Y aunque esta es la idea original, Ruizpalacios y su guion de repente le van dando giros a este documental para convertirlo en un interesante ejercicio narrativo que lleva a esta pareja de policías y los actores que los interpretan a ir más allá de la línea del deber.

Divida en cinco capítulos, Ruizpalacios usa la voz en off de los protagonistas reales para dar paso a que los actores Mónica del Carmen y Raúl Briones protagonicen la debida dramatización a veces cómica, a veces dolorosa, de esta pareja que estaba a cargo de la denominada “Patrulla del amor”, dando fuerza a los testimonios reales de ambos agentes policiales en un ejercicio interesante y bastante efectivo.

Pero la verdadera sorpresa cae cuando Ruizpalacios decide ir más allá de su habitual ruptura de la cuarta pared, algo característico de su obra, para mostrarnos un viaje que complementa la experiencia cinematográfica al mostrar la profundidad y estudio que un actor debe hacer al realizar un papel así como una mirada totalmente diferente a la responsabilidad de ser policía en un país como México, donde usualmente la policía es vista como todo menos señal de seguridad y protección del individuo.

Este cambio del montaje de ficción a documental hace muy atractivo al proyecto que decida contar una historia de dos personajes que se convierten en algo real y sirven como una analogía de los comportamientos, carencias, virtudes y motivos por los cuales ser policía es algo tan polémico. Primero, se genera una empatía con la audiencia a través de la ficción representada, pero es en el formato documental, donde los actores principales muestran la realidad detrás de la preparación para ser un agente donde el relato adquiere la mayor profundidad.

Aunque el formato híbrido en este género no es algo nuevo, la labor del realizador mexicano es destacada al ir de un aire satírico a una cruda realidad que propone al espectador cuestionar su propio rol como ciudadano, las percepciones del sentido de justicia de estos uniformados, así como su lucha día a día en la que, como en la vida, hay buenos y malos policías. Están quienes llegan por el deber, por esa vocación de ayuda que se sostiene o se pierde en el camino, pero también existe el lado corrupto, aquel que aleja a la figura de autoridad del sentido de proteger y servir para contraponerse con la idea de corrupción e inseguridad.

La musicalización de Joe Rodríguez es algo que también destaca desde el inicio, ayudando narrativamente no sólo en la parte del montaje efectivo de Yibrán Asuad, otro gran acierto de la cinta, sino en la realidad documental, adornando un poco con música divertida, dramática e incluso con vocalizaciones que simulan el sonido de una sirena de policías.

A través de la mirada de esta pareja de policías, Alonso Ruizpalacios crea no una apología de la policía y su fallido sistema, sino un interesante relato que se inclina por la empatía para no tomar una postura sino dejar al aire las cuestiones que hacen que la seguridad pública sea objeto de esos prejuicios, a veces acertados y otros tantos desatinados, en los que la policía se mantiene siempre en vigilia no sólo de la violencia que azota en la sociedad presente sino de su propia estructura, una que aún arrastra las penas de las épocas del “Negro” Durazo y que, debido a muchas razones, no parece ver por el bien de todos sino el de uno mismo.

Así, Una película de policías es una propositiva mirada al lado humano pocas veces visto de los agentes de la policía, pero sobre todo de una pareja que, como muchos otros integrantes de este cuerpo de justicia, ven sus honestas intenciones frustradas por un sistema que se inclina por la corrupción y el rechazo hacia los valores que debería defender.

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