Escenario

"Pesadillas ex machina", un misterioso cebo onírico para combatir a los nazis

La pareja Thierry Smolderen y Jorge González abordan en esta novela gráfica, la historia de un "crimen imposible" resuelto cinco décadas después

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 El dibujante argentino Jorge González. Foto:

EFE

Poner el cerebro de grandes escritores a disposición de los servicios secretos de un país, es una idea a la que la ficción suele recurrir y que la pareja Thierry Smolderen y Jorge González abordan en Pesadillas ex machina, subyugante novela gráfica sobre un "crimen imposible" resuelto cinco décadas después.

El guionista belga (Bruselas, 1954) y el dibujante argentino (Buenos Aires, 1970) afincado en Madrid, sirven en Pesadillas ex machina (ECC) un cóctel de espías, suspense, elementos paranormales y una relación amorosa a contracorriente, en una trama en la que se entremezclan personajes ficticios y otros reales, como los escritores de misterio Margery Allingham y Ernst Bornemann.

Smolderen teje una laberíntica historia que salta de continentes y épocas, con un prólogo en el París de 1991 -donde se produce una extraña muerte con apariencia de asesinato- aunque el grueso de la narración se sitúe en la Europa de los años cuarenta, cuando la capital francesa está ocupada por los nazis, y Gran Bretaña y Estados Unidos quieren impedir, como sea, que Alemania se haga con uranio para fabricar el "arma definitiva".

Un pareja de escritores de novelas de suspense -los citados Allingham y Bornemann- deben introducirse en el círculo de un noble alemán, productor de cine obsesionado con el ocultismo y los mitos arios del superhombre, enamorado a su vez de un guionista y novelista de segunda, Corneille Richelin, que saca los argumentos de sus pesadillas, que anota cuando está semidormido.

Un frágil e inestable vínculo emocional que la inteligencia británica -en la que hace un cameo el teniente Ian Fleming, padre de James Bond, el agente 007- decide utilizar para anticiparse a las intenciones de la industria militar nazi, manipulando precisamente los sueños predictivos, y evitar de esta forma el "apocalipsis atómico" ideado por Hitler.

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Para afrontar la complejidad de todo este andamio narrativo, el argentino Jorge González despliega una brillante artillería visual, en la que predominan tonos de tenebrismo expresionista, perfecto para un puzzle cuyos "personajes pieza" se mueven a sus anchas entre las sombras del misterio, una ambientación en donde los límites de la fantasía y la realidad se confunden.

González, que lleva casi 30 años viviendo en España, reconoce en una entrevista a EFE que, cuando le llegó la propuesta de Pesadillas ex machina, del editor de Dargaud (la obra se publicó primero en francés), la historia no le sedujo de entrada, pero el hecho de que el guion fuera de Smolderen, un estudioso del cómic, "un tipo superinteresante", le llevó a decir "sí" a un "guion muy bien armado" en el que había pocas posibilidades de introducir cambios.

"No hago historias donde la trama sea el vehículo que conduce todo, pero, en este caso, me gustó mucho que la historia fuera como un artefacto de relojería, todo muy bien medido, lleno de giros y vueltas que atrapan a los lectores. Al final, me entregué a hacer algo a lo que no estoy acostumbrado", comenta el historietista, cuyo anterior trabajo Llamarada (ECC) fue una novela gráfica con guion propio dedicada a su abuelo, un futbolista de los años 30.

La recreación de la atmósfera oscura y el ambiente opresivo fruto de la Guerra Mundial que azotaba Europa obligó al dibujante a una importante labor de documentación, parte de la cual se la ofreció el propio Smolderen.

"Conforme me metí en el guion vi lo complicado que iba a resultar porque los personajes se mueven por muchos lugares, épocas, ambientes", comenta el historietista, que ha aprovechado para la paleta de esta novela gráfica los códigos estéticos del género negro y policial.

"Cuando te llega una historia así lo primero que uno piensa es en ese tipo de colores y luces. Crear clímax un poco oscuros, en el que no se entiende muy bien por qué ocurren ciertas cosas; me interesaba dibujar una especie de nebulosa que lo rodea todo", comenta el creador argentino, sobre un trabajo que ha tenido una gestación de casi dos años a consecuencia de la pandemia.

González tiene entre manos ahora un nuevo libro que se llamará Salitre, que verá la luz el próximo septiembre, y que está dedicado a Cádiz, ciudad en la que vivió cuando llegó a España, con la que le une un vínculo personal, y por la que tiene una "debilidad casi enfermiza", con una historia de saga familiar de su amigo José Luis Vidal.