Escenario

‘La Picada’, el valor del hogar a través de la relación de un volcán y una mujer

El cineasta Felipe Zúñiga Sánchez visitó el Festival Internacional de Cine en Guadalajara para competir con un documental sensible y contestatario

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Enfocándose en la última habitante de un pueblo destruido por constantes erupciones de ceniza conocido como La Picada. A través de la mirada de Felipe Zúñiga Sánchez, esta ópera prima coproducida por Chile y Costa Rica documenta la relación entre Rosmeri, la última habitante del pueblo La Picada, y el volcán más activo de su país, mismo que es el impulso a resistir la presión de quienes le piden que abandone su hogar. En Crónica Escenario hablamos con este realizador chileno acerca de su experiencia en este filme.

“En el 2010, el volcán comenzó una erupción moderada pero que afectó mucho a las zonas cercanas al cráter, y en el 2014 ya la erupción se hizo visible desde todos los lugares del valle central de Costa Rica. Algo estaba pasando ahí y cerraron por completo el parque, comenzaron a circular imágenes de la zona y era por completo un lugar gris, muerto, no había vida, se me hizo muy impactante visualmente y me dio la curiosidad por ir y retratar todo”, expresó el cineasta.

“En ese momento yo tenía como 22 o 23 años y en el 2015 que se reabre pude ir, vi las casas destruidas sin nadie que viviera ahí, me topé con una tienda y me sorprendió que en medio de esa soledad y de ese lugar abandonado alguien estuviera vendiendo algo y me acerqué un poco con una señora que venía esmaltes, sardinas, y para nada me cuadraba, me hice para atrás, el volcán estaba muy cerca de ella y me impactó tanto que nos hicimos cercanos, entre visitas y conversaciones, y le propuse realizar una película aunque al inicio para nada me creyó, pero después comenzó a confiar más”, expresó Felipe acerca del acercamiento al relato que abarca su primer largometraje presentado en el marco del FICG 37.

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La filmación no fue tan sencilla pues entrar en confianza con Rosmeri fue un proceso bastante largo que rindió frutos poco a poco. “Al inicio los intimidaba la cámara, pero como fueron tantos años de estar compartiendo vida, hicimos una buena dinámica para grabarnos con diferentes cámaras, a veces ella me grababa, nos tomábamos fotos y charlábamos sobre cómo funcionaba todo lo que hacía, fueron buenos años para hacerle saber que la cámara no muerde”, añadió el realizador chileno.

Una parte interesante del documental es la colaboración en la producción entre Chile y Costa Rica. “Aplicamos para un fondo que es para coproducciones iberoamericanas y Chile es miembro del programa, ahí conozco a Alejo Crisóstomo, un productor chileno que tiene una productora que se llama Ceibita Films, ya desde antes Alejo había trabajado en proyectos en Latinoamérica y surgió la posibilidad de hacerla entre los dos, y el papel y apoyo que recibimos de Chile fue increíble, sobre todo en la parte de la realización y ahora en el estreno aportó mucho más. Se siente que Chile tiene una cinematografía más madura y robusta a diferencia de otros que van arrancando”, explicó Felipe.

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La decisión de que esta historia resultara en su ópera prima radica en cierto factor humano que le permitió jugar con ciertos elementos que le interesaban y que le han permitido dar nuevos pasos en su quehacer como director y guionista. “Primero mi carrera ha partido de encontrar una persona fascinante y a partir de eso construir un guion, claro, desde mi perspectiva ya que no a todos les parece igual de interesante, y siento que me ha dado la oportunidad de entender cómo se hacen las películas y es encontrar una piedra con una forma escultural, es quitar el sobrante y encontrar la historia, que, para esto, mi siguiente paso es ya una nueva cinta pero de ficción”, comentó Zúñiga Sánchez.

“Estoy en etapa de escritura aún, se llama de momento No dejaremos que muera la cabra, es algo fantástico que transcurre en una montaña de Costa Rica en un pueblo que nunca ha tenido suficientes niños en la escuela como para llevar a cabo el desfile de la independencia y esta es la primera vez que se realizará, la historia es de uno de estos niños que se llama Bernardo, el protagonista y la historia va sobre la relación de sus dos papás, de cómo se hace cargo siendo niño de estos adultos y cómo este pueblo está envuelto de una magia de unas zonas rurales, más cercanos a la naturaleza, al bosque, más puros”, agregó Felipe acerca de lo que podemos esperar de su siguiente proyecto.

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Realmente para el realizador chileno La Picada le ha enseñado grandes avances en su cinematografía y la visión que tiene del séptimo arte. “Ha sido muchísimo aprendizaje, cuando comencé este proyecto y empezó a palpitar en mi corazón, tenía 23 años y ha pasado mucho tiempo, es aprender de lo técnico y logística, sobre la gestión de los proyectos, hasta lo más emocional, poner la validación en un lugar correcto, como cineasta uno imagina que si la película está en festivales uno siente que es más importante que el resto, pero es no perder la vocación por hacer el arte, la validación no siempre está en un festival, sino que Rosmeri se pueda ver reflejada”.

La filmación de este documental involucró ciertos riesgos pues implicaba grabar a las orillas de un volcán activo, algo que el director y su equipo sortearon de buena forma. “Es bastante riesgoso para todos, tanto nosotros como el equipo electrónico, tienen componentes que oxidan mucho los circuitos, hubo momentos en que el volcán estuvo muy activo donde sí sentí temor, después fui con el equipo a los días se pierde este miedo, también Rosmeri da mucha calma y tranquilidad de que está ahí y está bien, proporciona la seguridad de que sabrá como actuar si sucede algo, ya pasando ese miedo uno tiene más la posibilidad de admirar más lo que sucedía, pero claro, el riesgo no deja de existir, sin duda, no dejábamos de ver los reportes.”

El tema de la cinta habla del poder del hogar como el último refugio además de que cuestiona por qué alguien no se iría del mismo independientemente del peligro que lo rodea. “Es el tema de la película, mucho de quienes somos o de nuestra identidad parte de donde vinimos, cuando dejamos de manera tan traumática el sitio donde crecimos o pertenecemos hay una idea de que dejamos de existir, y esto era lo que le pasaba a ella, que fuera de este sitio dejaba de existir, fuera de esa casa no encontraba un propósito. Me ha impactado mucho y me deja muchos aprendizajes y yo creo que todos tenemos un sitio al cual queremos regresar, ya sea un hogar, un cuarto, un restaurante, algo que espera por nosotros y que en esa espera existe un consuelo de que es nuestro lugar seguro”, concluyó de forma emotiva Zúñiga Sánchez.