Escenario

Seis años sin David Bowie, el camaleón que atravesó el espacio

ESPECIAL. El legendario músico falleció el 10 de enero del 2016 apenas dos días después de su cumpleaños 69 y la atmósfera del lanzamiento de su último disco Blackstar; hoy celebramos su legado 

aniversario luctuoso

Bowie vendió alrededor de 140 millones de álbumes musicales en toda su carrera.

Bowie vendió alrededor de 140 millones de álbumes musicales en toda su carrera.

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Apenas habían pasado tres días desde que el multifacético y emblemático artista David Bowie dio a conocer el primer video de “Lazarus” y dos días desde que se dio a conocer el álbum completo Blackstar. El nuevo video del sencillo cobra una relevancia enigmática luego de que se dio a conocer que el domingo 10 de enero del 2016, apenas dos días después de su cumpleaños 69, falleció víctima de cáncer.

En el videoclip de su video “Blackstar” incluso parece que muestra su significado hacia la contemplación de su propia mortalidad. Él era un enorme narcisista y genio, y no es descabellado pensar que en la escena de la mujer de cola que descubre a un astronauta muerto, cuyo cráneo tiene joyas incrustadas como en las viejas culturas del video posiblemente representa a aquel camaleón fascinado por el espacio que se mantuvo latente en su obra.

Y es que Bowie ha sido uno de los personajes que ha tenido una de las carreras más fascinantes, y no solo ha desafiado las convenciones en la música, la moda y hasta la sexualidad, sino que también nos ha dejado una huella en el séptimo arte en el que el duque blanco y delgado, como también era conocido, dio vida a personajes fantásticos pues encarnó a otros históricos como Poncio Pilato, Andy Warhol o Nikola Tesla.

“El intérprete dejó en shock al mundo en un abrir y cerrar de ojos. Muy pocos artistas han culminado su vida con la suerte de lanzamiento de un álbum tan enigmático que estuvo trabajando en los últimos meses en los que “he dejado correr salvajemente mi imaginación”, como decía a menudo, en los 18 meses de lucha que tuvo contra el cáncer.

En ese lapso, combinó el proceso creativo con la cotidianidad de salir a caminar por Manhattan en su apartamento en el número 285 de la calle Lafayette; dibujaba, pintaba, esculpía, escribía y posiblemente seguía aprendiendo de sus artistas favoritos Tintoretto, John Bellany, Erich Heckel, Picasso y Michael Ray Charles. Se obstinaba en ser un padre perfecto para su hija Alejandra, Lexi, como la llamaba, y en ser un buen esposo para la modelo Iman de origen somalí con quien compartía su vida desde 1992.

Blackstar fue una obra cumbre para concluir su carrera.

Blackstar fue una obra cumbre para concluir su carrera.

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“A medida que envejezco, las preguntas se reducen a dos o tres. ¿Por cuánto tiempo? ¿Y qué hago con el tiempo que me queda?”, dijo hace unos años en entrevista y entonces se recluyó en su vida de genio huraño que jamás viajaba debido al trauma que le generó un rayo mientras viajaba, prefería los cruceros que le daban la oportunidad de leer libros olvidados, el cine de comienzos del siglo XX y en alimentar su conocimiento en la obra del ruso Sergei Einsenstein, de quien era fanático.

Su nombre de pila era David Robert Jones. Nació en Brixton, Londres, el 8 de enero de 1947. Su cumpleaños coincide con el de Elvis Presley. El guitarrista de Rock Peter Frampton fue el mejor amigo de Bowie en la escuela. Frampton tocó la guitarra junto a Bowie en varias ocasiones durante su carrera.

Niño suburbial, hijo de un empleado de una organización caritativa de ayuda a niños y de una camarera, el Bowie adulto se reconocía un niño especial y lamentaba no haber llevado una infancia de intereses más comunes: “Nunca le di una patada a un balón de fútbol”. Pero mejor así. La llegada del primer disco de Little Richard, el single “Tutti Frutti”, le voló la cabeza: “Escuché a Dios”. Luego llegó el asombro escénico de Elvis y el niño Jones ya no paró. Primero bandas de skiffe, luego rock con bandas de mal futuro, de las que iba desertando sin piedad en busca de su estrellato personal.

Coqueteó con el budismo y no creía en la verdad de las religiones, pero le fascinaba su ritual. A los 15 años, un episodio menor contribuyó a darle su imagen de marca al enigma. En una disputa por una chica un compañero de clase llamado George Underwood lo golpeó y le dañó gravemente el ojo izquierdo. Cuatro meses de operaciones y convalecencia, pero nunca recuperó por completo la visión y le dejó una extraña pupila dilatada. Esa mirada bicolor fue luego el sello por donde arrancaba la extrañeza de Bowie. Mantuvo la amistad con el agresor, que incluso se encargó de la imagen de sus primeros LPs, lo que habla bien de él.

El primer disco que lanzó al mercado fue Liza Jane/Louie Louie Go Home en junio de 1964, bajo el nombre de Davie Jones, con la banda The King-Bees. Posteriormente se cambió el nombre a Bowie para evitar ser confundido con Davy Jones del grupo musical Monkees. En el año 1967, sacó al mercado su álbum debut David Bowie, luego de haber tocado para una serie de bandas en bares y clubes.

En 2004, la revista Rolling Stone lo colocó en el número 39 en la lista de los 100 grandes artistas de todo los tiempos.

En 2004, la revista Rolling Stone lo colocó en el número 39 en la lista de los 100 grandes artistas de todo los tiempos.

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El primer hit de Bowie en Reino Unido, “Space Oddity”, de 1969, fue usado por la BBC para la cobertura de la llegada a la Luna. El personaje ficticio al que se refiere, Major Tom, figura también en otros dos temas del artista: “Ashes To Ashes” (1980) y “Hallo Spaceboy” (1996). Más tarde, la primera canción de Bowie en alcanzar el número 1 en las carteleras estadounidenses fue “Fame”, en 1975. Fue escrito conjuntamente con John Lennon y éste figura como respaldo vocal.

Inventó un álter ego exitoso como método para hacerse universalmente famoso en 1972 con The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars; luego exploró el glam-futurista con Aladdin Sane (1973) y Diamond Dogs (1974) y reinventa el sonido EU con Young Americans (1975).

En la época cuando Bowie sacó al mercado su álbum Young Americans en 1975, el fundador de la banda estadounidense Chic, Nile Rodgers, hizo una prueba con la esperanza de ser contratado como guitarrista en la banda de Bowie. No lo logró, pero Rodgers fue luego el productor de “Let's Dance”, que salió al mercado en 1983, y fue el álbum más vendido en toda la carrera del artista. También descubrió Berlín y a Brian Eno con la hermética trilogía Low/“Heroes”/Lodger (1977-79).

Por el camino flirteó con el satanismo, cantó con Bing Crosby y con Queen; también se volvió loco varias veces —la lectura de Strange Fascination, la biografía de Bowie firmada por David Buckley, es una investigación apasionante sobre el desorden de personalidad múltiple como credo y estética— y pasa buena parte de los 80 y los 90 obsesionado por seguir siendo el más moderno de todos.

Es entonces cuando incurre en actitudes un tanto lamentables —como la gira Glass Spider y su tan firme como breve renuncia a su historia para formar la efímera banda Tin Machine— y después, en algún momento, empieza a preguntarse en voz baja pero cada vez más alta si no irá siendo hora de ir pensando en ser clásico. Esos cambios de dirección musical y aspecto le ganaron a Bowie el mote de “camaleón del rock”.

Los cambios de dirección musical y aspecto le ganaron a Bowie el mote de “camaleón del rock”.

Los cambios de dirección musical y aspecto le ganaron a Bowie el mote de “camaleón del rock”.

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Superviviente a largas temporadas de cocaína, al tabaco, a unas dietas caprichosas y un infernal ritmo de trabajo, su reconocido talento sobre los escenarios le abrió las puertas al cine. Actuó en The Man Who Fell to Earth (1976), Merry Christmas, Mr Lawrence (1983), tuvo un papel principal en la película Dentro del laberinto (1986), la que definitivamente le catapultó al éxito.

En los noventa coquetea con el drum-and-bass y vuelve a editar algún disco notable, como el Black tie Withe Noise, que merece una revisión para revalorizarlo. Pero Bowie, el explorador que había abierto tantas sendas, ya no es un artista relevante. Hasta su último truco con Blackstar (2016).

Bowie vendió alrededor de 140 millones de álbumes musicales en toda su carrera. Alcanzó el cuarto lugar en una votación popular que lanzó el programa de la BBC Culture Show para elegir al mayor ícono británico de todos los tiempos. En 2004, la revista Rolling Stone lo colocó en el número 39 en la lista de los 100 grandes artistas de todo los tiempos y en el número 23 de los grandes cantantes. Sin duda un personaje para los libros de historia.