Escenario

‘Villa Olímpica’, un documental que reflexiona sobre el exilio: ‘Tengo mil patrias y a la vez ninguna’

ENTREVISTA. El cineasta Sebastián Kohan destacó este año gracias a su filme que compitió en el Festival Internacional de Cine de Morelia con un puñado de testimonios que hablas como fue dejar sus países para refugiarse en Tlalpan

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“Doy con la historia por azar, me di cuenta, sin hacer cálculos, que es un lugar donde existió la comunidad de exiliados más grande del mundo”, comentó

“Doy con la historia por azar, me di cuenta, sin hacer cálculos, que es un lugar donde existió la comunidad de exiliados más grande del mundo”, comentó

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Todos los lugares tienen una historia interesante detrás y la Villa Olímpica en el sur de la Ciudad de México no es una excepción. Detrás de ella y la historia de los atletas que vivieron ahí en 1968, también existe un relato que ejemplifica las complejidades del exilio latinoamericano en nuestro país durante los años 70. A través de las anécdotas de los hijos de aquellos que encontraron refugio en la nación, Sebastián Kohan, con quien hablamos para Crónica Escenario, nos regala una reflexión interesante que sirve no sólo como un testimonio del pasado sino como una reflexión necesaria para el presente y la construcción de un futuro diferente.

La idea del documental Villa Olímpica no fue una casualidad, pues Kohan tiene una conexión interesante con ello: “En principio soy hijo de una chilena y un argentino que huyeron de las dictaduras respectivas en América Latina y llegaron conmigo a México cuando tenía un año. Viví en Tlalpan toda mi infancia, hasta los 13 años, por lo que la Villa Olímpica era ese espacio que visitaba diariamente para jugar con mis amigos. No vivía ahí pero sabía que había muchos sudamericanos que habitaban en este país por la misma razón que yo. Éramos una comunidad un tanto cerrada, pero vivíamos básicamente entre sudamericanos”, comentó.

Doy con la historia por azar ya que un día vine a trabajar a México y me di cuenta, sin hacer cálculos, que es un lugar donde existió la comunidad de exiliados más grande del mundo. Sabía que había una historia aquí que contar y con el paso del tiempo aunado a la investigación para saber qué era lo que quería contar, descubrí que quería hablar no del exilio sino de un nuevo exilio, que es la mayor característica de este documental porque, tanto yo como los hijos de los demás exiliados por las dictaduras, pensábamos que vivíamos en determinado lugar pero cuando llegamos ahí nos dimos cuenta de que no era así”, añadió el realizador de raíces chileno-argentinas.

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De alguna forma, ese nuevo exilio del que habla Kohan involucra una sensación de ruptura de identidad y pertenencia. “Es algo curioso porque cuando llegamos a México nos decían extranjeros y no éramos de ahí pero cuando nos tocó regresar a nuestros países volvimos a ser extranjeros porque nos decían que éramos mexicanos. Y fue peor porque no teníamos la comunidad allá que si tuvimos aquí, así que vivimos ese drama en absoluta soledad. Cada niño, niña o adolescente vivió la necesidad de reinventarse y adaptarse de nuevo al mundo en países post dictatoriales a diferencia de lo que vivimos acá en la Villa”, declaró Sebastián.

Curiosamente, esta historia detrás de la emblemática Villa Olímpica es algo que se desconoce tanto con la comunidad latinoamericana como con la mexicana pero el realizador tiene una razón del porqué sucede esto. “No ha sido algo muy contado porque a mi generación no le es demasiado fácil enfrentarla y relatarla porque fue algo muy fuerte desde nuestros padres, con mucha persecución, muerte, tortura, personas que intentaron hacer una revolución pero no les salió del todo y nosotros somos hijos de ellos y no tenemos algo propio. Nos es extraño identificarnos con ello y relatar lo que vivimos puede interpretarse como que renegamos de nuestra ascendencia, de ello que de alguna forma son héroes. Lo que hago con la película es solamente poner el ojo en algo que no ha sido demasiado visto”, manifestó.

Es aquí que el documental toma una postura que, más allá de un testimonio, nos muestra una problemática que, para Kohan, sigue siendo vigente: la migración. “Mi generación sufrió cierto desarraigo, no saber quiénes somos. Pero lo importante no es el problema que vivimos nosotros a los cuarenta y tantos sino que esta historia se sigue repitiendo en la actualidad con otros migrantes. Nuestra condición se dio por exilio y cuestiones ideológicas pero no hablo de eso, sino de que las nuevas generaciones de niños, sea mexicano en EU, sirio en Inglaterra o afgano en Francia, le va a pasar lo mismo. Estoy seguro de que las sociedades no están en condiciones de afrontar este problema”, aseveró seriamente.

“Nunca vemos que el sistema educativo enseña una versión mítica de una nación para fortalecer los códigos de identidad de un país, generando diferencias”, recordó

“Nunca vemos que el sistema educativo enseña una versión mítica de una nación para fortalecer los códigos de identidad de un país, generando diferencias”, recordó

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La migración se considera siempre como una excepción y ellos se las tienen que arreglar como puedan. Nunca vemos que el sistema educativo enseña una versión mítica de una nación para fortalecer los códigos de identidad de un país, generando diferencias. Pero realmente, en estos tiempos, lo que debemos hacer es disminuir esos patriotismos para poder integrar a los millones de migrantes en el mundo”, continuó.

“Las cantidades de ellos que hay en el mundo son más que la población total de los EU, así que no son excepciones. Tiene que comenzar a desdibujarse esa narrativa nacionalista que nos obliga a configurar una identidad a partir de emblemas nacionales, lo cual es absurdo por eso causa que cada hijo de migrante se sienta con ese dilema de desarraigo, de no pertenecer aquí ni allá. Y este documental habla justo de lo que pasa ahora y seguirá pasando con ello”, agregó reflexivo el director.

A pesar de plantear esta idea de olvidarse de los lotes y las fronteras, a Sebastián Kohan tampoco le interesa mantener un discurso antinacionalista. “Eso no tendría sentido y menos de forma explícita. Las cosas entran por los poros, lo tienes que hacer de tal manera que los que lo escuchan no se confronten con él, no tiene que ser algo dogmático. La forma en que lo plantee tiene que ver con mi versión de la vida y a partir de lo íntimo. La gente sufre, migra, los niños también y mucho. Estar en un pasillo con tus amigos en una escuela y tener un acento que tu no entiendes, esperando por volver, por ejemplo, a Sira, porque a donde llegaste no te entienden nada, eso duele”, expresó.

“En medio de una sociedad que parece vivir tremendamente ideologizada, las creencias parecen imponerse sobre las personas”, acotó

“En medio de una sociedad que parece vivir tremendamente ideologizada, las creencias parecen imponerse sobre las personas”, acotó

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Esto no es un manifiesto en contra de las naciones, sino que intenté mirar en lo pequeño, en esas experiencias que quedan como traumas. Pero lo que creo es que las izquierdas en América Latina no siempre entran en lo íntimo porque siempre van enarbolando algo. Detrás de esas grietas que se generan, ya no importan las personas sino el discurso que manejas y que te causa una etiqueta puesta, como si las ideologías estuvieran sobre las personas. Pero creo que debe de haber un equilibrio. Es triste que en medio de la búsqueda por la libertad queden en medio los niños y, peor aún, en un universo de democracias donde el factor humano se olvida y solo queda el dolor”, añadió de manera crítica.

Esto también atañe directamente a la cuestión de las Identidades, mismas que se ven comprometidas por ese mismo desarraigo. “En medio de una sociedad que parece vivir tremendamente ideologizada, las creencias parecen imponerse sobre las personas. Mi generación no fue escuchada pero no supimos tampoco cómo darnos a entender porque siempre había un tema más grande que nosotros y quedamos a la mitad de todo ello. En un universo de democracias de izquierda, que resultaron no serlo y han causado otro tipo de revoluciones como la de Chile hace un par de años, nos sentimos como rechazados, obligados a mimetizarnos en una sociedad para no ser ‘bulleados’. Ahí es otro punto importante del filme, que generaciones nuevas puedan ver lo que pasó y comprendan que no están solos, que hay muchos que no están obligados a dejar de ser quienes son ni de mimetizarse con el círculo social al que llegan”, acotó el director de Villa Olímpica.

De alguna forma, el pasado parece ser un tema que le intriga a Sebastián de forma interesante, dándole una dimensión constructiva más que nostálgica. “Uno es lo que es. Tengo mil patrias y a la vez ninguna, pienso como forastero porque así me hice y tengo que contar las cosas a partir de ahí, del pasado, pero visto desde otro lado. Éste me sirve solamente para hablar del presente y del futuro. Me interesa mucho junto a la memoria, pero sólo para pensar y poder construir el siguiente paso, la siguiente estructura de tejido social y no repetir o quedarse ahí”.

“La Villa Olímpica actualmente es un espacio que muy poca gente sabe el valor que tiene”, afirmó

“La Villa Olímpica actualmente es un espacio que muy poca gente sabe el valor que tiene”, afirmó

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Esto llevó a una dura consideración crítica acerca del desconocimiento de la historia, pero, sobre todo, de la importancia de esta memoria para construir algo mejor. “La Villa Olímpica actualmente es un espacio que muy poca gente sabe el valor que tiene. Hay gente de la delegación de Tlalpan que desconocía de esta historia que planteo acerca del exilio. Entonces, me parece que este lugar no debe ser sólo de una memoria antigua sino volver a ser ese punto en el que puedan volver a vivir migrantes para generar una sociedad cosmopolita. Sin embargo, no está siendo eso, sino que se ha convertido en un lugar muy seguro para la gente con buen nivel económico. Pero este lugar tendría que ser un buen referente para generar espacios comunitarios y pensar más allá de lo que tenemos frente a nuestras narices”, afirmó mordaz el realizador.

Finalmente, Sebastián Kohan también tiene otra pasión además del cine y la política: el fútbol, algo que suele colarse en sus obras artísticas y que, de alguna forma, es el objeto de interés para un próximo proyecto. “Empecé a jugar en los Pumitas desde muy pequeño y mi universo se trastocó entre la Villa Olímpica y Ciudad Universitaria. Para mí, en los 80s el enemigo número uno era Televisa, seguido cercanamente del América. Y mi forma de enfrentarme a ellos era a través de IMEVISIÓN y los Pumas. Cuando me fui de México por tres décadas y regresé, descubrí que este equipo al que pertenecí de cierta forma es una cosa totalmente diferente. De aquí nace una idea para un proyecto futuro acerca de lo que sucedió con el equipo, la televisora que se convirtió en TV Azteca, cuestionando de todo un poco con una visión política del fútbol. Aún no me lo quiere financiar nadie porque toca muchos intereses pero se hará”, concluyó.