Cada año, el 8 de marzo se convierte en un día de lucha y reivindicación para miles de mujeres en México y el mundo. Sin embargo, detrás de la marea morada que inunda las calles, existe otra realidad: muchas mujeres no asisten a estas marchas, y las razones van desde el temor a la violencia hasta la prohibición de sus familias.

El miedo como obstáculo
Para muchas mujeres, la posibilidad de participar en una marcha feminista representa un riesgo. Algunas, como Marina Jiménez, consideran que las movilizaciones no deberían volverse violentas ni incluir daños a monumentos o edificios. “No he ido porque no me gusta que se pongan violentas y comiencen a hacer daños. Yo digo que no se trata de mostrar desmadre, sino de hacer saber nuestra inconformidad de un México no equitativo, pero sin violencia”.
El temor también está presente en quienes, aunque apoyan la causa, prefieren mantenerse al margen debido a experiencias personales o familiares. Diana Álvarez comparte: “El año pasado rompieron el trabajo de mi mamá estando ella ahí y, a raíz de eso, menos me dejan asistir”.
Carolina, por su parte, destaca que aunque ha escuchado experiencias positivas de sus amigas sobre la sororidad en las marchas, el ambiente puede volverse tenso y violento, lo que la ha hecho desistir de participar.
Las restricciones familiares
El control familiar también es un factor que limita la participación de muchas mujeres. “Mis papás no me dejarían haha”, admite Tenley, quien, aunque apoya la meta del movimiento, considera que algunas manifestaciones terminan en “malos términos”, y a su madre le causa malestar y angustia imaginarla en estas marchas. Una situación similar vive Pheobe, quien confiesa que debe asistir “incógnita” a las marchas porque su familia, específicamente su abuela, no le permite ir.
En otros casos, las restricciones vienen acompañadas de convicciones personales. Angelica menciona que le gustaría asistir, pero “con algún colectivo que no fuera extremista”, ya que prefiere una protesta pacífica sin disturbios ni daños materiales.
Los motivos para marchar
A pesar de estas razones, hay quienes reconocen el valor de salir a la calle a exigir justicia y derechos. “Si un día desaparezco, ojalá ese grupo de mujeres queme todo, porque el gobierno es machista y es injusto que tengamos que vivir así, con miedo”, expresa Anali, quien decidió asistir a las marchas tras haber sido víctima de violencia.
Más allá de la confrontación entre la forma en que deben manifestarse las mujeres, lo que queda claro es que la lucha feminista sigue generando reflexión, unión y también divisiones. Mientras unas ven en las marchas un espacio de empoderamiento y sororidad, otras se enfrentan a miedos, limitaciones familiares y desacuerdos sobre los métodos de protesta. Sin embargo, todas comparten un objetivo en común: un país más equitativo y seguro para las mujeres.