Columnistas Jalisco

Dos de noviembre: día de vivos

Otra vuelta al calendario y nos encontramos de nuevo celebrando el Día de Muertos que es, en realidad, algo muy de vivos. Los muertos no tienen día, ni noche. No tienen tiempo, no tienen reloj.

Es un día de vivos en el que recordamos a nuestros muertos 24 horas, puntualmente al iniciar el mes de noviembre. Los recordamos en su “más allá” desde el que, al fin y al cabo, nos vigilan. La poetisa gallega del siglo XIX, Rosalía de Castro, lo decía así: “hora tras hora, día tras día, entre el cielo y la tierra quedan eternos vigías, como torrente que se despeña, pasa la vida”.

El Día de Muertos es día de vivos porque nos recuerda que la vida se gasta minuto a minuto; que morimos un poco cada día. La gran pregunta es sobre el “después”. Si la muerte es, como dicen algunos, un cambio de casa o si, como lo viven tantos, es el punto final. Así de simple. De esto depende el “cómo” pasamos por ese torrente que se despeña vertiginoso minuto a minuto, y que es técnicamente la vida. La poetisa gallega se lo cuestiona así en Un Día Apacible: “¿es verdad que todo para siempre acabó ya?”.

Estamos tan experimentados en la caducidad de las cosas, que terminamos observando la realidad a través de ese tinte: “nada hay eterno para el hombre, huésped de un día en este mundo terrenal” dicen sus versos. Hay que reconocer, sin embargo, que aún mirándonos de cerca, con lupa y desechables, está claro que no hemos podido sosegar la pregunta sobre lo que, al fin, acaba y lo que queda, lo que somos y lo que es la muerte.

Rosalía de Castro prolífera escritora, muere joven a sus 48 años, en un día apacible, como aquellos versos suyos que le hacen decir: “No, no puede acabar lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad… vendrás o iré yo… ahí nos hemos de encontrar”.

Tal vez en ese mundo de muertos también haya una fiesta de Vida… inmensa y eterna.

roruiz@up.edu.mx

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