La experiencia de una crisis mundial ha apremiado la necesidad de repensar nuestras ciudades.
Por primera vez se habló de regeneración urbana a mediados del siglo pasado en Gran Bretaña al realizar las primeras intervenciones urbanísticas para reconquistar los grandes baldíos post industriales.
La pandemia, sin embargo, ha evidenciado que si el urbanismo actual superó el pasado, aún no está preparado para el futuro.
La ciudad es el corazón del desarrollo económico, pero ahora debemos encontrar la manera de evitar las grandes concentraciones humanas. Necesitamos un urbanismo más integral que considere también aspectos sociales, sanitarios y medioambientales.
ONU-Habitat, Programa para los Asentamientos, ha sugerido nuevas estructuras urbanas como remedio a los desafíos actuales. Conferencias y Congresos están debatiendo el modelo de regeneración urbana más acorde con el hábitat. Daniel Ibáñez, investigador de Harvard había advertido ya que: “La naturaleza casi se nos está olvidando al vivir tan ensimismados en esta caja negra que es la ciudad”.
El pasado mes de septiembre, expertos europeos reunidos en la ciudad española de Pamplona, sugirieron tres claves para construir las futuras urbes con enfoque integral: calidad de viviendas, la nueva movilidad y los desafíos socioambientales.
La arquitecta AnneLacaton, premio Pritzker 2021, sugirió volver a las ciudades tipo villa: casas con espacios más flexibles, con jardín en sus alturas. Por su parte, la nueva movilidad exige entronizar al peatón para tener ciudades más ecológicas. Crear la “ciudad post-automóvil” de PhilippRode: más bicicletas, patinetas, monociclos, etc.
La tercera clave trata de minimizar las desigualdades urbanas, desaparecer la suburbanización, como lo ha advertido el profesor de ColumbiaF. Peña Mora.
Pero el desafío de la regeneración urbana está en el modo de habitar la ciudad que queremos. Esa será, en realidad, la regeneración más contundente.
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