El 9 de mayo de 2025, el Presidente Donald Trump firmó una nueva orden ejecutiva titulada “Proyecto Homecoming”. Este decreto, anunciado en un contexto de creciente polarización política en los Estados Unidos, ha encendido las alarmas de la comunidad internacional y, particularmente, de millones de mexicanos que viven, trabajan y contribuyen en ese país.
Su contenido es alarmante: detenciones sin orden judicial, deportaciones sin proceso legal, condenas indeterminadas en centros penitenciarios fuera del territorio estadounidense, y la confiscación de bienes muebles, inmuebles y cuentas bancarias de personas en situación migratoria irregular.
¿Es esta una política migratoria o una forma moderna de persecución institucionalizada?

I. Entre la legalidad y el autoritarismo: el rostro del nuevo nacionalismo
Estados Unidos ha sido históricamente un símbolo ambivalente: refugio de migrantes y al mismo tiempo, impulsor de políticas de exclusión. El Proyecto Homecoming marca una nueva etapa en esta paradoja. Bajo la bandera de la “seguridad nacional”, se han puesto en marcha mecanismos que transgreden no solo el debido proceso legal (due process of law) garantizado por la Constitución de ese país, sino los principios fundamentales del derecho internacional y los derechos humanos consagrados en instrumentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 y la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
En esencia, se ha instaurado un régimen de excepción para los migrantes, que les niega garantías elementales como la presunción de inocencia, la defensa legal y el derecho a no ser detenidos arbitrariamente. No es una política migratoria; es una herramienta de exclusión masiva.
II. México en silencio: ¿Dónde está la respuesta diplomática?
Frente a estas políticas de clara hostilidad, ¿cuál es la respuesta de la Presidenta Claudia Sheinbaum? ¿Qué acciones está tomando el Gobierno de México para proteger a sus ciudadanos en el extranjero? Nos referimos a los millones de mexicanos que envían más de 63 mil millones de dólares anuales en remesas y que hoy viven en un clima de terror y persecución.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 89 fracción X, establece que es facultad del Ejecutivo federal dirigir la política exterior y proteger a los ciudadanos mexicanos en el exterior. Esta obligación no es simbólica: es un mandato de Estado.
Sin embargo, hasta ahora el silencio ha sido la respuesta. ¿Cuántas notas diplomáticas se han emitido? ¿Cuántos consulados han fortalecido su defensa legal ante esta situación? ¿Cuántas solicitudes se han presentado ante los órganos internacionales de derechos humanos? El vacío institucional es tan evidente como doloroso.
III. Del control migratorio a la criminalización del migrante
Las implicaciones de esta orden ejecutiva van más allá de una política migratoria estricta. La narrativa oficial sugiere que cualquier inmigrante indocumentado es un potencial criminal. Aún sin antecedentes penales, la simple presencia en el país puede acarrear la detención indefinida en cárceles extraterritoriales, como el CECOT en El Salvador, un centro penitenciario inicialmente diseñado para albergar a miembros de pandillas salvadoreñas, y que ahora podría recibir a migrantes mexicanos y centroamericanos sin juicio previo.
¿En qué momento cruzamos el umbral en que ser extranjero implica perder todos los derechos?
La situación recuerda los sistemas de “detención preventiva” que han caracterizado a regímenes autoritarios. Lo que comienza como control migratorio, se transforma rápidamente en una lógica de castigo preventivo y represión institucionalizada.

IV. El eco del pasado: ¿un Cuarto Reich en ciernes?
La historia ofrece paralelismos inquietantes. En la Alemania nazi, las políticas de exclusión y expropiación comenzaron en 1933 con la “Ley sobre la incautación de bienes enemigos del pueblo y del Estado”, continuaron con las Leyes de Núremberg (1935) —que despojaron a los judíos alemanes de su ciudadanía y derechos fundamentales— y culminaron en 1938 con el “Decreto sobre la inscripción de bienes judíos”, que obligaba a declarar propiedades superiores a 5,000 Reichsmarks, facilitando así su confiscación.
No estamos diciendo que Estados Unidos sea hoy una dictadura nazi. Pero sí advertimos que las lógicas totalitarias no nacen de un día para otro: se instalan paso a paso, bajo pretextos de seguridad, limpieza social o recuperación de soberanía. La historia no se repite, pero rima con peligro.
Uno de los elementos más estremecedores del Proyecto Homecoming es la posibilidad de trasladar migrantes detenidos a cárceles extraterritoriales como el CECOT en El Salvador. Este centro penitenciario, conocido por sus condiciones extremas de hacinamiento, aislamiento, falta de defensores y ausencia de garantías procesales, ha sido denunciado por organismos internacionales como un modelo de castigo y tortura.
En este contexto, el CECOT comienza a configurarse como una especie de Auschwitz moderno para los migrantes: no como un campo de exterminio físico —aunque el deterioro psicológico y la deshumanización sí están presentes—, sino como un símbolo del castigo ejemplar, de la anulación de la dignidad humana, de la exclusión radical del sistema de derechos.
Así como Auschwitz no fue solo un lugar, sino una expresión del desprecio institucionalizado por la humanidad del otro, el CECOT puede convertirse en el emblema de un nuevo orden imperial en el que los migrantes son tratados no como sujetos de derechos, sino como amenazas a neutralizar.
La historia no nos exige comparaciones idénticas, pero sí el coraje de reconocer los signos del horror cuando reaparecen disfrazados de legalidad.
V. Un llamado urgente a la acción
México no puede seguir mirando hacia otro lado. El Gobierno debe activar con urgencia todos los mecanismos diplomáticos y legales para proteger a sus connacionales, y exigir al gobierno estadounidense el respeto irrestricto de los derechos humanos y del debido proceso.
Entre las herramientas disponibles se encuentran:
● El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, mediante la presentación de peticiones ante la Comisión y solicitudes de medidas cautelares.
● Los Procedimientos Especiales de Naciones Unidas, incluyendo los relatores sobre derechos de migrantes, detenciones arbitrarias y tortura.
● El principio de reciprocidad diplomática y el fortalecimiento del sistema consular mexicano en EE. UU., con defensas legales coordinadas.
● La coordinación multilateral con países latinoamericanos, cuyos ciudadanos también serán afectados.
Además, la sociedad civil, los colegios de abogados, las universidades y los medios de comunicación deben articular una respuesta organizada y visible. No se trata solo de migración. Se trata de derechos, de dignidad y de soberanía.
Conclusión
El Proyecto Homecoming podría ser recordado como una de las mayores afrentas a los principios del derecho internacional en tiempos recientes. Pero también puede ser el punto de partida para una respuesta conjunta, inteligente y solidaria de los pueblos latinoamericanos.
México debe activar de forma inmediata todos los mecanismos diplomáticos y legales a su alcance. Nuestros connacionales en el extranjero no son ciudadanos de segunda: son parte esencial de nuestra nación y merecen la plena protección del Estado mexicano.
No permitamos que el eco del Reich vuelva a resonar en nuestro tiempo. La historia ya nos enseñó lo que ocurre cuando el miedo paraliza y el poder avanza sin resistencia.
Como advierte Luigi Ferrajoli, en Derechos y garantías. La ley del más débil:
“Los derechos fundamentales, precisamente porque están igualmente garantizados para todos y sustraídos a la disponibilidad del mercado y de la política, forman la esfera de lo indecidible... y actúan como factores no sólo de legitimación sino también, y sobre todo, como factores de deslegitimación de las decisiones y de las no-decisiones.”
Cuando la política se aleja del derecho y convierte a las personas en enemigos, el derecho debe alzarse como límite, como dique frente al abuso. Hoy más que nunca, debemos recordarlo y exigirlo. Antes de que sea demasiado tarde.