En los últimos años, la relación entre México y Estados Unidos ha estado marcada por episodios de tensión comercial y regulatoria. Desde el surgimiento de nuevas presiones arancelarias hasta el endurecimiento de disposiciones regulatorias, especialmente durante la administración de Donald Trump, la compleja dinámica bilateral ha generado debates intensos sobre las causas y consecuencias de estas políticas.

Desde la perspectiva estadounidense, las medidas arancelarias y regulatorias han sido justificadas como herramientas para proteger intereses nacionales, presionar por un mayor control migratorio y exigir el cumplimiento de acuerdos previos. Sin embargo, desde el punto de vista mexicano, muchas de estas políticas han sido percibidas como gestos hostiles y estratégicamente calculados para ejercer presión en temas sensibles para el país, especialmente en coyunturas electorales o ante situaciones internas mexicanas complicadas.
Resulta difícil establecer si existe una “mala intención” en términos absolutos, pues la motivación principal suele ser política y responde tanto a intereses internos estadounidenses como a la dinámica propia de la relación bilateral. No obstante, el tono reiterativo y la naturaleza intempestiva de algunas medidas pueden interpretarse como intentos de forzar concesiones por parte de México en temas migratorios, comerciales o de seguridad.
El crecimiento y la persistencia del crimen organizado en México han sido observados de cerca por las autoridades estadounidenses, quienes argumentan que la falta de resultados contundentes en la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad impactan directamente en la frontera compartida y en la seguridad de Estados Unidos. Esta percepción ha sido utilizada, en ocasiones, para justificar la imposición de condiciones más estrictas o sanciones comerciales.

Sin embargo, atribuir el trato recibido exclusivamente a una supuesta “pasividad” de México sería simplificar una problemática mucho más profunda y multifactorial. Los esfuerzos de México en materia de seguridad han contado con cooperación internacional, pero las raíces del fenómeno criminal y sus vínculos trasnacionales requieren respuestas coordinadas que trascienden la voluntad de un solo país.
Los convenios y tratados binacionales, como el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), así como acuerdos en materia de migración y seguridad, constituyen la columna vertebral de la relación bilateral. El incumplimiento —real o percibido— de estos acuerdos puede ser utilizado como argumento para endurecer políticas o medidas económicas.
En la práctica, ambos países han enfrentado desafíos para dar cumplimiento cabal a diversos acuerdos, ya sea por diferencias interpretativas, limitaciones administrativas o prioridades cambiantes en sus agendas internas. Estos desencuentros, especialmente cuando involucran temas sensibles como el transporte, la migración o la seguridad, nutren la narrativa de desconfianza y justifican, ante ciertos sectores, la aplicación de presiones.
La aviación comercial representa uno de los ejes fundamentales de la integración económica y social entre México y Estados Unidos. La falta de respeto a los tratados internacionales, ya sea por cuestiones regulatorias, técnicas o de reciprocidad, podría traducirse en restricciones operativas, pérdida de conectividad y afectaciones al sector turístico y de negocios en ambos países.
Si las tensiones arancelarias y regulatorias persisten, existe el riesgo real de que se establezcan barreras adicionales al transporte aéreo, dificultando la operación de aerolíneas y encareciendo los servicios. Esto afectaría principalmente a quienes dependen de la movilidad transfronteriza y al intercambio comercial bilateral.
El camino para México implica navegar con cautela entre la defensa de su soberanía y la necesidad de mantener una relación funcional y productiva con su principal socio comercial. La resiliencia y la voluntad de diálogo serán esenciales para superar las presiones y construir soluciones duraderas que fortalezcan los vínculos bilaterales en beneficio de ambas naciones. Nos necesitamos mutuamente.
*Mtro. Luis Alberto Güémez Ortiz / Universidad Panamericana