En el contexto contemporáneo de las relaciones internacionales, la política comercial de Estados Unidos está siendo marcada por una serie de negociaciones arancelarias con sus principales socios económicos.
Los recientes procesos sostenidos con la Unión Europea, el Reino Unido y Japón ofrecen un marco de referencia valioso para anticipar los posibles escenarios de una negociación similar con México. Este sencillo análisis busca reflexionar, desde una perspectiva académica, sobre qué podríamos esperar de una eventual negociación arancelaria bilateral, considerando tanto los patrones previos como las particularidades de la relación entre ambos países, así como la necesaria inclusión de temas migratorios en la negociación.

Estados Unidos ha optado por estrategias diferenciadas en sus diálogos comerciales, reflejando tanto intereses económicos globales como presiones domésticas. En el caso de la Unión Europea, la negociación se ha caracterizado por una postura firme ante cuestiones regulatorias y acceso a mercados, mientras que, con el Reino Unido, tras el Brexit, se priorizó una rápida y clara redefinición de las condiciones comerciales. En el caso de Japón, los acuerdos se centraron en la reducción de aranceles agrícolas e industriales, buscando equilibrar la balanza comercial y proteger sectores estratégicos.
Si bien existe un patrón común de defensa de los sectores sensibles estadounidenses y la búsqueda de reciprocidad, la dinámica de cada negociación ha respondido tanto a la relevancia estratégica del socio como a la coyuntura política y económica de cada parte.
En el caso de México, la relación bilateral está regulada principalmente por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el cual establece ya un marco detallado respecto a la eliminación de aranceles, reglas de origen, mecanismos de solución de controversias y disciplinas sobre propiedad intelectual, medio ambiente y derechos laborales. Por tanto, una negociación arancelaria aislada tendría que considerar este andamiaje institucional, lo que diferencia a México de otros socios comerciales que no cuentan con un tratado tan completo y complejo.
No obstante, la relevancia de México como principal socio comercial de Estados Unidos y la integración profunda de las cadenas de valor en sectores como el automotriz, el agrícola y el electrónico, otorgan al diálogo bilateral un carácter estratégico que trasciende lo meramente arancelario.
Dada la naturaleza de la relación y la existencia del T-MEC, es poco probable que México sea tratado exactamente igual que Europa, el Reino Unido o Japón. La lógica de negociación tenderá a ser más pragmática y tendrá que adaptarse a compromisos y obligaciones multilaterales ya vigentes. Sin embargo, no puede descartarse que Estados Unidos busque actualizar ciertos capítulos del tratado, presionar por mayores protecciones en temas sensibles o demandar ajustes normativos que reflejen sus intereses sectoriales.
Es importante señalar que la política comercial de Estados Unidos ha mostrado una tendencia a condicionar la liberalización arancelaria a la adopción de estándares laborales, ambientales y de cumplimiento regulatorio, por lo que México podría enfrentar presiones adicionales en dichos ámbitos.
A diferencia de las negociaciones con Europa, el Reino Unido o Japón, la dimensión migratoria ocupa un lugar central en la agenda bilateral con México. Si bien los temas migratorios tradicionalmente se abordan en canales diplomáticos específicos, en la práctica reciente, Estados Unidos ha utilizado su poder económico y la amenaza de imposición de aranceles como palanca para obtener concesiones en materia de control fronterizo y políticas migratorias mexicanas.
Por tanto, es factible anticipar que, en una futura negociación arancelaria o de actualización del T-MEC, la administración estadounidense busque condicionar avances en materia comercial a compromisos explícitos en temas migratorios, fortaleciendo la interrelación entre ambos ámbitos.
En síntesis, si bien las experiencias previas con Europa, el Reino Unido y Japón ofrecen un referente, el caso de México presenta particularidades institucionales, económicas y geopolíticas muy complejas que incidirán decisivamente en el tono y contenido de cualquier negociación arancelaria.
Es previsible que Estados Unidos adapte su estrategia, tomando en cuenta la existencia del T-MEC y la centralidad de los temas migratorios en la agenda bilateral.
Por lo tanto, más que replicar el trato otorgado a otros socios, la relación comercial y política entre Estados Unidos y México continuará marcada por una compleja interdependencia y una negociación multidisciplinaria.
*Maestro Luis Alberto Güémez Ortiz / Universidad Panamericana