
La separación de las disciplinas académicas ya no se puede sostener en la actualidad. Vivimos en un mundo en que la interseccionalidad de estudios, información y datos, no pueden existir de manera aislada. En nuestros tiempos es crucial entender que los campos de pensamiento y de estudio, son complementarios y no antagónicos. Al día de hoy, podemos ir aceptando que la biología está atravesada por las emociones colectivas, la cultura hegemónica y también por las estructuras sociales.
La medicina y la ciencia deben ir acompañadas, indistintamente, de los acontecimientos y estructuras sociales de su tiempo, comprendiendo así la medicina también como una ciencia social (Álvarez Cordero). Desde tiempos antiguos, las enfermedades se entretejían con los contextos histórico-sociales que permeaban en el momento. Por ejemplo, La Peste Negra o la Peste Bubónica, que reflejaba las circunstancias higiénicas y económicas de la población en la Europa del siglo XIV.
No solo estas enfermedades de la época muestran el vínculo entre padecimiento y contexto, o las enfermedades como espejo de las condiciones sociohistóricas, sino también lo hacen fenómenos más recientes, como por ejemplo, la caída de Wall Street en Nueva York, reflejando la depresión social y colectiva de una generación entera, específicamente en los Estados Unidos. Como señala un académico del campo: “no hay enfermedades, sino enfermos, y no hay enfermos aislados de su medio ambiente” (Álvarez Cordero).
Estos acontecimientos sociales nos invitan a abrir una pregunta de relevancia: ¿Será que las enfermedades, padecimientos o enfermedades pueden vislumbrar lo que una sociedad acontece en el momento o sus características particulares? Y si es así, ¿qué reflejan nuestras enfermedades y malestares de hoy en día, en el año 2025? ¿Hay enfermedades recurrentes? ¿Los síntomas son solamente biológicos, o también sociales? Estas preguntas nos permiten mirar la enfermedad también como un espejo a nuestras dinámicas sociales y estructuras emocionales. Explorar la enfermedad y los síntomas como indicadores de una dimensión emocional colectiva abre la posibilidad de profundizar y generar un nuevo modo de comprender los padecimientos de la población.
No nos enfocaremos aquí en la prevención de síntomas —tema en el que muchos investigadores de la salud, con datos cualitativos y cuantitativos en México, aportan explicaciones más específicas—, sino en entrever cómo la observación de las enfermedades recurrentes de la población que nos rodea, o incluso dentro de nuestro propio sistema familiar y contextual, puede mostrar patrones que reflejan problemas sociales, y así podremos esbozar posibles soluciones. Mucho puedo observar, al menos en la Ciudad de México, altos niveles de estrés que padece nuestra población, desde pequeñas rutinas diarias, como el tráfico de la ciudad, hasta temas más estructurales como el consumismo inmediato de redes sociales. ¿Será que el estrés crónico o la sobrestimulación, puede ser una de las causas de nuestras enfermedades recurrentes? Y que estas, a su vez, pueden aportar muchas otras preguntas y respuestas de raíz sociogestivas1.
¿Podrían nuestras enfermedades recurrentes estar vinculadas con la necesidad de consumir a una velocidad inmediata, alimentada por la sobrestimulación de las redes sociales, o con una cultura de deseos instantáneos que avanza sin pausa? Tal vez también con una aspiración al “deber ser”, heredada de generaciones anteriores, que genera un deseo de liberación frustrado.
Como se mencionó antes, la enfermedad interpela tanto al colectivo como al individuo, y dentro de esta individualidad también se refleja la dimensión emocional del ser humano. ¿Podrían estas emociones ser, en parte, la clave para transformar la enfermedad en camino hacia la cura? ¿Existen emociones que se sostienen enteramente en un colectivo social o en estructuras sociales más amplias? Estas preguntas quedan abiertas para profundizar en futuros artículos, con la intención de aportar a la solución y no al cuestionamiento.
Es por esto mismo, que creo importante traer a la conciencia colectiva los procesos y dinámicas emocionales de la sociedad en la que vivimos, para combatir las enfermedades recurrentes que podemos experimentar como población. Me parece crucial entretejer la perspectiva biológica y sistémica de las enfermedades, con la perspectiva social e individual de los síntomas. Las enfermedades, ya no pueden ser cuestionadas sólo desde una perspectiva, me parece relevante que estén insertas en un marco histórico cultural y sistémico, así como también, nos debemos cuestionar las dinámicas sociales y emocionales que atraviesan a cada sociedad.
La psicología, la medicina alternativa, las terapias energéticas, como el Reiki, me parece que deben ser incluidas, y complementarias, porque nada debe ser ajeno a la construcción de sociedades más sanas. La biología, lo social y las terapias de bienestar general son dimensiones que deben ser vistas como complementarias. La separación entre ellas ya no corresponde a nuestro siglo, y aceptar esta integración se vuelve imprescindible.
1En este texto se utiliza el término “sociogestivo” para nombrar las respuestas y prácticas vinculadas a la gestión de lo social. A diferencia de hablar únicamente de gestión social, lo sociogestivo subraya cómo los actores colectivos no sólo administran recursos y estructuras, sino también construyen y orientan significados al organizar la vida en común.