El 13 de marzo de 2015 quedará marcado como un día de pérdida para el mundo de las letras en dos continentes. En Montevideo, a los 74 años y tres padeciendo por el cáncer de pulmón, murió Eduardo Galeano, tras una semana de hospitalización. En Lübeck, al norte de Alemania, falleció Günter Grass debido a una infección a los 87 años.Ambos fueron figuras de sus respectivas literaturas, y trascendieron sus fronteras para convertirse en personajes continentales, o mundiales en el caso de Günter Grass que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1999, mismo año donde se le reconoció con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.Galeano por su parte obtuvo el Premio Casa de las Américas en 2011, y fue Doctro Honoris Causa por las Universidadades de La Habana, de El Salvador, Nacional de Córdoba, Argentina y también de la Universidad de Guadalajara en 2013.Pero ambos causaron polémica tanto con sus libros como con sus opiniones. Mientras que Grass se vio señalado repetidamente por sus posiciones “reaccionarias”, Galeano terminó renegando de su obra cumbre, “Las venas abiertas de América Latina”, tan recientemente como 2014.El corazón a la izquierda
“No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”, dijo a la periodista Marina Rossi, de El País, sobre “Las venas abiertas…”.Con lo que coincide el editor y periodista cultural, Rogelio Villareal. “El libro reproducía, con un lenguaje literario sentimentalista y hasta cursi, una teoría en boga dentro de la izquierda latinoamericana que explicaba todo con la intervención extranjera en la región. Claro que yo fui un comunista rápidamente desencantado. Cuando viajé a Cuba y me encontré con un estado totalitario y policiaco, ni Galeano ni la trova me volvería a convencer. El mismo lo dijo, que no volvería a leer ‘Las venas…’, pero el daño ya estaba hecho. Este lastre para la izquierda latinoamericana del maxismo-leninismo, del guevarismo”, apunta Villareal, fundador de revistas como Replicante, La Regla Rota y La PUS Moderna.“Cuando Galeano hablaba en la Feria del Libro había lágrimas en los ojos de las mujeres. Su libro fue refutado punto por punto en Del buen salvaje al buen revolucionario de Carlos Rangel en términos históricos, institucionales y económicos. Pero nadie leyó el libro ni siquiera en las patéticas universidades”, apunta desde Buenos Aires el escritor, ensayista y poeta Luis Thonis.Más allá de eso Galeano representaba una crítica a los gobiernos latinoamericanos, autor de libros como “Crónicas Latinoamericanas”, “El libro de los abrazos”, “Nosotros decimos no”, “El futbol a sol y sombra” y “América Latina, para entenderte mejor”, fue un interlocutor para millones de lectores que aprendieron sobre la región a través de sus letras.Persona non grata
En 2012 Günter Grass, habiendo aceptado su participación en las Waffen SS, del régimen nazi “como cualquier otro recluta joven en época de guerra”, publicó el poema “Lo que hay que decir” donde acusaba a Israel de atentar contra la paz mundial. El gobierno de Tel Aviv respondió nombrándolo persona non grata. Ese mismo poema, decía el autor, estaba escrito con su “ultima tinta”.La carrera literaria de Günter Grass –que puede caracterizarse como una sucesión de éxitos desde “El tambor de hojalata” (1959) hasta su ciclo autobiográfico aparecido ya en el siglo XXI- estuvo acompañado siempre de una voluntad de intromisión política que hizo del escritor un intelectual incómodo para muchos.La experiencia del hundimiento de la República de Weimar y el advenimiento del nazismo llevaron a Grass al convencimiento de que una democracia sólo puede vivir si hay suficientes personas dispuestas a defenderla y ello lo llevó a asumir un compromiso político permanente.La carrera de Grass empieza, como la de muchos otros intelectuales de la postguerra alemana, con un conflicto permanente con el establecimiento de la era del canciller Konrad Adenauer, marcada por tendencias autoritarias y moralistas en las que muchos veían un intento de restauración.Su primer éxito literario con “El tambor de hojalata” también significó para Grass su primer conflicto abierto con las autoridades de la joven República Federal de Alemania y por el libro terminó respondiendo ante los tribunales por los cargos de pornografía y blasfemia.
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