Cronomicón

Cuando Guadalajara era una pantalla de plata

Sólo dos obreros trabajan en la remodelación de la fachada del Cine Teatro España, una construcción de tres plantas en estilo neoclásico. Es mucho trabajo y parece ir lentamente progresando, tanto como los dos albañiles con sus cascos metálicos bajo el pesado sol del medio primaveral de Guadalajara.Es normal, sin embargo, ya que el trabajo avanza de acuerdo a lo que permiten los recursos del Centro de Fe Angulo, una iglesia cristiana que ha estado en el inmueble desde hace 40 años. Y que compró la finca al anterior dueño, sus miembros dicen que por un millón 800 mil pesos, sólo para ser reembolsados por el gobierno federal, que les permitió quedarse si remodelaban.Norberto Nolasco, un sonriente y amable miembro de la iglesia cristiana que sesiona en el antiguo Cine Teatro España afirma que el centro, del cual su familia es una de las fundadoras, tiene décadas ocupando el lugar, cuando lo compartían como una bodega para comerciantes del Mercado Corona.“La iglesia comenzó en esta área solamente”, dice al final de las breves pero pronunciadas escaleras que conducen a lo que era el lobby del viejo Cine Teatro. “Al principio rentaban sólo esta parte, la de la entrada y aquí se daba el servicio”.Pasando una improvisada mampara que divide en dos el lobby, está la entrada a luneta que, junto con los otros dos niveles (balcón y gayola) llegó a albergar hasta 1500 personas, en la década de los 30.De hecho, en el mascarón de yeso que adorna la boca del teatro, en su interior justo en la mitad de la alta pared, se puede observar la fecha de su construcción: 1930.El Cine Teatro España se inauguró en 1931, un año después de lo que indica su construcción. En sus primeros días el Cine Teatro España se alió con el Cine Zelayarán para crear el “Circuito España Zelayarán”. Los precios eran de 10, 20 y 30 centavos. La historia del cine en Guadalajara, sin embargo, inició y se consolidó unas cuadras más “arriba” en el mismo Centro Histórico de Guadalajara.Los inicios

Pero la época de oro del cine en Guadalajara arrancó en las primeras décadas del Siglo XX. En las dos primeras décadas se fundaron los espacios seminales del cinematógrafo en la ciudad: los famosos Salón Verde (1904) y Salón Azul (1912). Fue por esta época que un testigo del Siglo XIX, el Teatro Apolo cambió su vocación teatral por las imágenes en movimiento.En 1902 el Teatro Apolo fue remodelado para albergar funciones de cine y se construyó en la finca de la calle Juan Manuel una fachada característica que sigue –semiderruida– como mudo testigo del trasiego de la calle, muy cerca del Mercado Corona. Se pasó a llamar Cine Cuauhtémoc porque la cervecería de dicho nombre apoyó financieramente el emprendimiento del propietario, Prudenciano Guerrero, de aventurarse en el nuevo mercado de salas cinematográficas.Así cuando el Cine Teatro España fue inaugurado, el Cine Cuauhtémoc ya estaba en pleno apogeo. Pasadas las convulsas temporadas de la Revolución, el pueblo regresó a los cines buscando esparcimiento. En 1911, ya había tomado las riendas del Cuauhtémoc la empresa formada por los señores José Montes y Carlos Pérez Rojas.En la época en que el España se unió al Zelayarán, en el cine de la calle Juan Manuel se podían ver películas por 60, 40 y 20 centavos. Funciones como “Estrellado” de Buster Keaton eran presentadas en los cines Lux, Ópera y Royal. Mientras que en el Cuauhtémoc se presentaban obras de menor rango como “Cosas de Irlanda”, “Chinerías” y “Entre llamas en los aires”.Actualmente el Cine Cuauhtémoc alberga un estacionamiento público entre sus ruinas. Algo queda aún del antiguo esplendor, sus mascarones con motivos prehispánicos y el rostro del último tlatoani mexica, que aún conserva algo de su dignidad imperial. Adentro es pura ruina. En el interior, sobre paredes descascadas por el paso del tiempo a la intemperie aún es posible ver parte de la estructura que permitía que el Cuauhtémoc tuviera dos plantas y acomodar con relativa comodidad a su nutrida concurrencia. Que por la época se contaba entre las más numerosas de la ciudad.En crecimiento

Los grandes cines de la época, como el Lux, el Ópera y el Royal, dieron paso a salas cada vez más grandes. Como el Cine Teatro España, con 1,500 localidades, tres plantas, servicios de baños, camerinos y oficinas amplias.Luego vinieron cines como el Cine Variedades, hoy Laboratorio de Arte Variedades (LARVA). El espacio que ahora funciona como un espacio para la presentación tanto de obras de teatro, danza contemporánea o exhibiciones de arte, fue en una época signo de los tiempos.Para la década de 1940, Guadalajara aún era una ciudad que contaba sus habitantes en cientos de miles. El desarrollo económico que trajo la Segunda Guerra Mundial y su fin, aún no se sentía. Pero en esa década se construyeron dos cines emblemáticos que aún están en pie, aunque con otros usos. El Cine Variedades y el Cine Alameda.En 1940 se inaugura el Cine Variedades, con un estilo Art Decó y de interiores modernos, las crónicas de la época destacaban entre sus principales características la acústica del lugar y las gradas, sostenidas por estructuras de concreto armado. Luego, en 1942 se abrió el Cine Alameda, cuya sala estaba adornada por reproducciones de edificios coloniales tanto de Guadalajara como de la Ciudad de México. Por afuera era, y es porque aún conserva sus rasgos exteriores, de estilo modernista.El Variedades se transformó en LARVA, después de que fracasara la intención de las administraciones panistas de crear un Teatro de la Ciudad en el lugar. El Cine Alameda dio paso a la Plaza Alameda. Luego de que su interior se destruyera por los trabajos que se realizaban en él para mantenerlo, y tras años de abandono una plaza comercial ocupó la mayoría de su gran espacio, que llegó a albergar a 2,800 personas, pero también alberga un Cinépolis… así al menos algo de su función original se mantiene en pie.Víctimas de su época

“Su oferta (de los grandes cines) era limitada a unas cuantas películas, y en competencia con un conjunto de salas que te pueden ofrecer un conjunto de películas. Siendo además que estas salas aparecieron en centro comerciales, pues también hicieron que la actividad comercial se desplazara del centro de la ciudad a ciertas zonas, pues eso fue lo que trajo la decadencia de esas grandes salas que veían más difícil mantenerse en funcionamiento”, nos dice Guillermo Vaidovitz Schnuerer, investigador con 25 años de experiencia en la docencia del cine y ex director del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.Para Vaidovitz Schnuerer, sin embargo, la desaparición de las grandes salas se debe a una multitud de factores, tanto económicos, sociales y comerciales.Hacia finales de los setenta y principios de los ochenta, las grandes salas comenzaron su caída debido a lo difícil que era llenar salas de ese tamaño con los costos de los insumos aumentando en una economía a la debacle tras el “Milagro Mexicano” de los gobiernos de los 50 y 60.“Los precios fueron controlados, recuerdo que incluso entró dentro del pacto de la Solidaridad Económica, un conjunto de precios que no se movían casi. Así que aún teniendo una buena clientela, pero devaluándose la moneda y subiendo todos los insumos trajo consigo que salas tan grandes no se pudieran mantener”, apunta Guillermo Vaidovitz, quien recalca: “Yo diría que son muchos factores, como el crecimiento de la ciudad, y al borrarse el centro como núcleo social y crearse otras zonas de la ciudad también contribuyeron”.Dieron paso al rock

En los altos del Cine Alameda comenzó a hacerse notar un joven de La Barca que se colaría a la generación dorada del Rock and Roll nacional: Manolo Muñoz.Recordado por varios como el cantante de “Acapulco Rock” que interpretaba con su banda tapatía, Los Gibson Boys. Se hicieron famosos en las tardeadas rockeras que transmitía Canal 58 desde un estudio en los altos del Cine Alameda.“Ahí no solo Los Gibson Boys reinaban, sino que la personalidad expansiva de Muñoz encontró un foro ideal para proyectarse: poco a poco le fueron brindaron espacios para aprovechar su frescura al frente de los micrófonos de la misma estación, al grado que al poco tiempo él era ya el locutor de dichas transmisiones”, cuenta Paco Navarrete en el libro “Triviario tapatío”, de la editorial local Tedium Vitae.mac

Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México