Caminando por las calles de la Colonia Americana o La Moderna, entre cafeterías y edificios modernos, aún se encuentran algunas fincas con una tendencia arquitectónica que le dieron a la Perla Tapatía un rostro sencillo y estilo propio entre los años 20 y 40.Esta corriente fue llamada arquitectura regionalista y consistía en integrar los materiales de la región, entre ellos: tejas, adobe, azulejo y herrería, para con ello darle un sentido de identidad.Pedro Castellanos Lambley fue el constructor de algunas de estas propiedades que aún perduran pese al tiempo, la demolición y la llegada de las grandes torres. Las fincas se caracterizan por colores serenos con una viva ornamentación en interiores y exteriores, heredada del art déco, rasgos moriscos y grandes jardines, gusto que Castellanos compartía con su hermana Esperanza, a quien le decían “Plan”, famosa en la época por ser de las primeras mujeres en conducir y usar pantalones.Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1901. Integrante de una familia burguesa, también perteneció al círculo bohemio de ese entonces. Estudió en el prestigiado Colegio St. John´s Beaumont de Inglaterra, donde tuvo como compañeros a miembros del parlamento inglés, intelectuales y escritores, además mantuvo un despacho en sociedad con el arquitecto Enrique Martínez Negrete.“Fue un arquitecto muy exitoso y con un gran carisma, a cualquier lugar que iba le caía bien a la gente. Hijo de una poetisa inglesa muy importante de la época, su padre Luis Castellanos fue gobernador del Estado”, comenta el arquitecto Juan Palomar Verea.Por mucho tiempo, estuvo excluido de la Escuela de Arquitectura Tapatía, a la que también pertenecieron sus contemporáneos: Luis Barragán, Rafael Urzúa e Ignacio Díaz Morales. Entre sus obras se encuentran el antiguo Mercado Libertad (hoy Mercado de San Juan de Dios), la casa de González Hermosillo, casa de la familia Aranguren y Casa de los Behn Ochoa (actualmente el restaurante Sacromonte).A pesar de su éxito como arquitecto, decidió dejar los planos por la sotana: “quizás por vocación o por paga de pecados”, mencionó Juan Palomar Verea, quien recibió las aguas bautismales por el ya entonces, Padre Castellanos. Durante su sacerdocio fue director de la Comisión Diocesana de Arte Sacro, lo cual marcó una nueva etapa en la arquitectura sacra del estado, dejando huella en capillas y templos. Murió en 1961.El arquitecto Pedro Castellanos conjugó el arte, la religión y la filosofía. Sus obras arquitectónicas aún siguen atrapando la mirada de los caminantes y nostalgia de un estilo que fue propio el cual caracterizó a la arquitectura tapatía.mac
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