Qué tienen en común Sam Bigotes, el Llanero Solitario, Dylann Roof, “El último Rodesiano”, y Chris Harper Mercer? R= que los cuatros son estadounidenses y poseen una enfermiza pasión por el plomo, la pólvora y las armas, o como diría El Komander por el “fierro, pariente” (Dios me perdone la referencia cultural).En una noticia que ya no sorprende, un joven de 26 años de nombre Harper Mercer, el pistolero de Oregón, irrumpió en el Umpqua Community College, situado a 180 millas al Sur de Portland; se plantó en un salón y preguntó a la clase quién era cristiano, a los que levantaron la mano o dijeron yo, les respondió con un balazo. El joven mulato (de padre caucásico y madre afroamericana) murió abatido por los policías. En la escena del crimen quedaron los cuerpos 10 personas, entre alumnos y profesores.La Segunda Enmienda, blanco de las críticas del Presidente Obama, le permite a todo ciudadano poseer armas para su defensa. En una nación fundada por los padres y madres peregrinos, puritanos de fe calvinista, que huían de la persecución religiosa en Inglaterra, que ensancho territorio gracias a la ambición de forajidos como Samuel Houston y de más aventureros y pioneros sedientos del oro californiano, para un pueblo con esa historia el rifle, el revolver protegen más que cualquier crucifijo o estampita milagrosa.Es una lección en los anales estadounidenses que las balas ahuyentan o persuadan al salvaje, a ese emplumado y pintarrajeado nativo (apache, sioux, comanche…) reacio a desalojar las tierras de sus ancestros para permitir que avance, de costa a costa, el tren del progreso. Un pueblo armado, una milicia civil, intimidan a todo aprendiz de Stalin, o de Jorge III a no gobernar despótica ni autoritariamente: pues como lo dicta el credo liberal, al que le son tan fieles nuestros primos del norte, lo políticamente correcto es dejar hacer, dejar pasar. Más sociedad y menos estado.Los gringos nacieron bajo el signo de Ares, o Marte. Pacifistas y defensores de los derechos sociales, como Martin Luther, terminan con una diana en la frente, en medio de una calle improvisada como campo de tiro. Las milicias, o grupos paramilitares casi idénticos a nuestros Amigos del Ejército o Pentatlón —pero con presupuestos y armas de alto calibre, junto con la Asociación del Rifle— son parte de la cultura belicista del pueblo estadounidense.Tanta balacera en escuelas, cines e iglesias ¿no las ocasionará algún nuevo síndrome de abstinencia pistolero? Seamos comprensivos. Mientras los Su 24, Su 25 y los caza bombarderos Su 34, se dan gusto destruyendo tanques del Estado Islámico, lo pobres hijos de Donald Trump limpian el rifle de asalto AR-15 soñando con dispararle a lo que sea un venado, un devoto de Ala, un ex agente de la KGB, un revolucionario, chavista, bolivariano o a un migrante sin papales.mac
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