Hoy, desde el Café Madrid, en la mesa en que volteando hacia arriba se ve una pintura que da la impresión de ser antigua, pero que nadie recuerda de qué fecha data, no se escucha sino el fragor de las máquinas trabajando en la Avenida Alcalde, envuelto con los murmullos de tazas, platos y cubiertos, que tienen el mismo diseño de las cafeterías de antaño, y las voces lejanas de las conversaciones de quienes pararon por un café. O por los que siempre están aquí.
Al fondo se escuchan las excavadoras y los vendedores ambulantes. Este ha dejado de ser, por momentos, un lugar tranquilo. Aunque sea poco creíble que alguna vez lo haya sido: está ubicado en una de las más transitadas vías de la Ciudad, todos pasan por ahí en camino a otros puntos de la Ciudad, para eso es el centro. Esto, sin embargo, no parece molestarle a nadie.
A quien le toque estar sentado en una de las primeras mesas, las más cercanas a la entrada, se convierte de pronto en una especie de mobiliario del lugar al que todos voltean aun con el paso veloz que uno hace en el Centro. Es uno de los pocos lugares que conservan una gran parte de su esencia, nacida en los años 50: el color de las mesas y los azulejos, el ambiente de constante ajetreo entre meseros y comensales. Es un lugar pequeño pero acogedor, con su barra tradicional en la que los parroquianos piden su café bien cargado y leen el periódico, como si la Ciudad apenas hubiera cambiado y el café no estuviera en medio de la Ciudad que le pertenece, casi por completo, a los automovilistas, a los compradores y a los turistas. El Café Madrid no es el café más cercano a ninguna zona habitacional.
Sin embargo, sus habitantes consuetudinarios, siguen yendo con un libro y, otros más modernos, con la computadora para trabajar mientras se desayuna, y juegan cartas o dominó en una reunión semanal. Ahí adentro se vive como si los años 50 hubieran cambiado nada más de dientes para fuera, como si fuera el polvo suelto de afuera, los ruidos de la maquinaria y los cláxones de los conductores no terminan por acostumbrarse al cambio hoy ocurre en Alcalde.
(Fotos: Andrea García)
lg
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