¿Recuerdas a la Unión Soviética? No, entonces eres un millennials.
Es un chiste fácil que suelen gastar algunos nostálgicos de la Guerra Fría. Suena a historia, casi a leyenda tolkiana, el que una vez las naciones de los cinco continentes se mantenían expectantes, como en la novela gráfica de “Watchmen”, del fatídico Reloj del Fin Mundo.
Dado que, en su bipolaridad geopolítica y militar, el mundo corría el riesgo de hacer válidas las profecías de Nostradamus. Como si de dos pistoleros del viejo Oeste se tratara, Estados Unidos y Rusia (la otra URSS) mantenían enfundados sus arsenales atómicos y aguardaban una salida en falso, una mínima provocación de su rival (como lo fue la crisis de los misiles en Cuba) para apretar el famoso Botón Rojo.
Por fortuna, los Estados Unidos podían contar con Superman para venir a salvarlos de las ojivas nucleares soviéticas.
Y es que, en su momento, Steve Roger y varios solados valientes acudieron al llamado del Tío Sam para defender a los pueblos libres del orbe de las siniestras intenciones de los Ejércitos del Eje —mental e imaginativamente todo se vale—; seguramente con esas historias conciliaban el sueño los baby boomers estadounidense, durante la llamada era dorada del comic gringo.
No obstante, todo superhéroe corre el riesgo de pasarse o terminar reclutado en el bando contrario o deportado al lado oscuro. Por ejemplo, Jack Kirby, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, nos dibujó a un Capitán América propinándole un par de buenas puñetazos a Hitler; en plena Postmodernidad, el Super Soldado reaparece en un cómic haciendo el saludo nazi y declamando “hail Hydra”.
Por su parte, Superman, en una animación de la época, hace gala —como diría un devoto del Padre Stalin— de todo su patrioterismo imperialista yanqui destruyendo un ejército chino de tanques y aviones decorados con la maoísta estrella roja. Para el 2003, DC Comic publicó una miniserie intitulada “Red Son” que juega con esta idea de cambiarle la filiación o el perfil ideológico a los superhéroes. Conservado la estructura argumental de la tan contada historia del hijo de Kriptón. Red Son le añade una variante que termina invirtiendo todos los papeles: la nave de escape de Superman no cae en Kansas, sino en una granja colectiva de Ucrania.
En esa realidad alterna, Batman no es un millonario huérfano, sino un terrorista que lucha contra la tiranía roja; Lex Luthor mantiene su estatus de genio ególatra obsesionado con destruir al Hombre de Acero, y clásico, durante su cruzada contra el alienígena mesiánico termina ganando las elecciones presidenciales de un Estados Unidos amagado por la supremacía militar comunistas.
Como en Injustice, Superman toma la decisión de erradicar el mal del mundo, asumiéndose como el gran tirano de la humanidad; sólo que en Red Son asume su papel de autócrata, después de haber servido bien a Stalin, despachando desde el Kremlin.
En una de las 52 tierras descritas por Grant Morrison en su obra, Multiverso, Superman también porta en el pecho la hoz y el matillo de la bandera soviética. Es un acierto editorial que Televisa haya reeditado esta novela gráfica escrita por Mark Millar, en una versión de lujo de pasta dura que, sin duda, complacerá a los devotos de DC Comic y a los coleccionistas de historietas en general.
Esta nueva edición de Red Son incluye sus portadas alternativas, las cuales parecen sacadas de una galería de carteles propagandísticos del Partido Comunistas, pues en cada una de ellas aparece el Hombre Acero dibujado bajo los cánones estéticos e ideológicos del realismo soviético. Lo único que no es muy proletario o camarada en esta novela gráfica es su precio en portada, un tanto alto para un País donde, después del alza de la gasolina, ya ni el Chapulín Colorado nos quiere defender, de a gratis.
lg
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .