La luz roja del semáforo ordena que te detengas. Subes los vidrios del coche para ahuyentar el calor y losruidos roncos y chirriantes de los carros. Pones el aire acondicionado,enciendes la radio y en la estación suena esa dulzona melodía romántica que les gustaba tanto a Mónica y a ti.
En el vehículo de al lado, justo también antes de las líneas blancas de cruce peatonal, se encuentra una conductora cuyo perfil se parece tanto al de Mónica. Mientras ella se arregla las cejas en su retrovisor, tú observas su pelo largo que cae como una cascada frondosa de ondulante negrura y brillo metálico. Esa piel de seda y esa nariz pequeña de punta levemente elevada te recuerdan tanto a ella.Cuesta aceptar que por primera vez has perdido a alguien a quien amabas de verdad.
¿Recuerdas con qué puntualidad religiosa la recogías del trabajo para llevarla a su escuela? ¿Podrías acaso olvidar la sonrisa de nácar que se abría en sus labios cada vez que salías a su encuentro? Y el torrente de impulsos que te empujaban a abrazarla, a rodear su cuello y su espalda, y besarla. Y ella que se te acurrucaba, como una cachorrita retozona y traviesa, como una gatita ronroneadora entre tus brazos.
Parecía que tus momentos de risa con Mónica habrían sido el encuadre perfecto para publicitar una película de amor bobo y cursi.
Pero la luz verde te despierta para volver al sinsabor cotidiano. Y arrancas con desánimo y nostalgia. Duele presentir que quizá la vida no a todos les da una segunda oportunidad.
(Colaboración especial de la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM, para La Crónica de Hoy Jalisco)
lg
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