Muchos crecimos con la barra de caricaturas del señor del saco rojo, que no desaprovechaba la oportunidad de presumirnos su extensa colección de juguetes.
El presentador y conductor Ramiro Gamboa, conocido por todos lo homo videns Generación X como Tío Gamboín, fue todo un señor, un personaje, un ícono de la televisión mexicana allá por años 80 y 90 del siglo pasado. Era toda una distinción, un reconocimiento de abolengo (o pedigrí) televidente, el estar en la lista de sobrinos del Tío repartidor de consejos y saludos en el Canal 5, en XHGC.
Una de las caricaturas socorridas de esta barra eran Los Picapiedra; para los años 80, esta animación de los Hanna-Barbera, ya tenía su par de décadas; pero gracias al doblaje de Jorge Arvizu seguía resultando graciosa para el público mexicano; nadie mejor que “El Tata” para darle voz al neurótico cavernario Pedro Picapiedra (y de vez en cuando también hacía hablar, el “viejito del cocol”, a Pablo Mármol).
Mucho antes que Los Simpsons, The Flintstones ya hacía crítica social, mostrándonos a una familia típica estadounidenses de clase media baja recreada en la edad de piedra; salvo la presencia de un extraterrestre de nombre Gazú, las dos familias paleolíticas que protagonizan la caricatura sobrellevan vidas ordinarias; con escasas posibilidades de ascensos o triunfos (ya ni Homero Simpson, quien incluso viajó al espacio y fue representante de una cantante country famosa).
El relanzamiento de Los Picapiedra, de parte del nuevo dueño de los personajes de Hanna-Barbera, la Warner Bros, implicó una puesta al día de estos hombres y mujeres de la era paleolítica (entre el Bugs Bunny y Mickey Mouse se están quedando con todas las franquicias del Monopoly de la cultura pop para adolescentes de 15 y adultos de 30 y de más de 40 años).
Llama la atención, por ejemplo, que el nuevo señor Rajuela sigue siendo un exitoso empresario; pero igual que muchos canadienses dueños de minas mexicanas, amasó su fortuna despojando a los llamados hombres de los bosques (entiéndase nativo-americanos) de sus herbales territorios. Consiguió sus corporativos fines promoviendo una muy patriótica incursión bélica de liberación y paz, al estilo George Bush, contra estos salvajes, llamada las Guerras Paleolíticas. Los veteranos de dichas guerras formaron una asociación llamada Los Búfalos Mojados; estos pobres y marginados excombatientes sufren de todo tipo de delirios y afecciones psicológicas que logran palear pronunciando un mantra, el famoso: yabadabadú. A tono con la moda de que no existe un solo modelo de familia: resulta que a Pedro Picapiedra lo criaron dos hombres que no podían tener hijos; por su parte, su amigo Pablo Mármol no encontró a Bam-Bam en una cesta afuera de su casa; en realidad asesinó a sus padre neandertales cuando andaba de soldado paleolítico (el niño, al parecer, heredó la fuerza de sus padres biológicos).
La agenda pro-liberación animal también está presente: el cómic explica que la civilización emergió gracias a la utilitarista domesticación a la que fueron sometidas las bestias jurásicas; los perico-telefónicos, los mamut-aspiradora, los brontosaurus-camión… se convirtieron, por la magia de la televisión, en simple mercancía de una cavernícola sociedad de consumo.
Estoy casi seguro que estos nuevos Picapiedra no estarían en la barra de caricaturas de Tío Gamboín.
FRASE
Mucho antes que Los Simpsons, The Flintstones ya hacía crítica social, mostrándonos a una familia típica estadounidenses de clase media baja recreada en la edad de piedra; salvo la presencia de un extraterrestre de nombre Gazú, las dos familias paleolíticas que protagonizan la caricatura sobrellevan vidas ordinarias…
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