Graciela Iturbide es de esas fotógrafas que utiliza cámaras análogas, que tiene su cuarto oscuro, que imprime sus hojas de contacto, pero sobre todo, que mantiene una complicidad con la gente que suele perpetuar en una imagen.
Ella misma lo dice: “tengo que tener complicidad con las personas. Yo me presento con mi cámara, pero si veo que a alguna persona no le gusta, no la fotografío. Yo no uso telefotos”, cuenta durante el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” que este año reconoció su trabajo, en el último día de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
En medio de una desordenada conversación, como se refirió a ésta el periodista cultural, conductor y escritor Julio Patán (“no sólo en el gabinete presidencial hay juego de sillas”, dice con tono de broma), Iturbide compartió anécdotas, técnicas y alguna de las historias que hay detrás de cada imagen capturada. “Ella es una de las voces que nos recuerda quiénes somos. Ella se queda en la condición de verlos (a sus personajes) cara a cara. Va más allá de la simple veneración de personajes ilustres; pero la mayoría son seres comunes”, destaca la escritora María Baranda.
Las imágenes de Iturbide, quien fuera discípula y asistente de Manuel Álvarez Bravo, suelen ser retratos de personas que viven en las comunidades más alejadas; una de las fotografías más recordada es la de una señora que carga en su cabeza a una serie de iguanas. Esa imagen ha trascendido fronteras.
“Cobija a todo el que posa para ella. Su ojo es el de la bondad; sabe que hay un misterio último que se queda en sus contactos; cree en los sueños; va entre piedras”, añade Baranda.
De ahí que Iturbide, la tercera fotógrafa en recibir el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez”, sea llamada “poetisa de la lente” por la calidad y valor de su obra.
Además de los retratos, la artista confiesa su pasión por capturar aves, paisajes, incluso objetos como los que fotografió en el baño de la pintora Frida Kahlo. “Es una investigadora y su método es la conversación”, añade el escritor Roberto Tejada, con quien también compartió la mesa, después de recibir el reconocimiento.
Fue una charla breve. Iturbide, quien suele leer cuando fotografía, acepta que hay dos momentos importantes en su proceso. El primero, cuando captura la imagen; el segundo, cuando descubre en su hoja de contacto detalles que quizás pasaron desapercibidos a la hora de apretar el obturador.
Graciela Iturbide fue homenajeada “por su larga trayectoria como una de las fotógrafas más emblemáticas de México, su mirada precisa y su amplio dominio del arte fotográfico, así como una obra que constituye una crónica imprescindible de los pueblos, las festividades y las mujeres indígenas”. Además de ella, este homenaje ha reconocido a figuras como Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Emilio García Riera, Raquel Tibol, Vicente Leñero, Cristina Pacheco, Juan Villoro y Héctor Aguilar Camín.
Nacida en 1942 en la Ciudad de México, Iturbide ingresó en 1969 al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma de México para convertirse en directora de cine. Sin embargo, pronto fue atraída por el arte de la fotografía practicada por Manuel Álvarez Bravo, quien estaba enseñando en la misma universidad, por lo que de 1970 a 1971 trabajó como su asistente, acompañándolo en viajes a través de México. De ahí en adelante, la artista no dejaría de producir.
FRASE:
“Estoy emocionada (por el reconocimiento). Lo que me queda es llevarlo como un incentivo para seguir trabajando”,Graciela Iturbide
lg
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