Besos comprados. Amores de alquiler. Pagar por cariño es una práctica añeja, milenaria, que podríamos analizar histórica y antropológicamente. En Japón hay jovencitas que se rentan como acompañantes y fingen, por la cantidad correcta, ser tus novias para algún evento especial o solo para tener una cita.
En México también se ofrecen estos servicios. ¿Recuerdan a Andra Escamilla, “La Compañere”, que se hizo viral por un video donde exigía que se dirigieran a ella por un género neutro? Pues está de regreso.
En su cuenta de Instagram ahora se oferta como “novia por un día” y hasta tiene sus tarifas, dependiendo si es solo una cita corta: 900 pesos por una comida o un café de una hora; cita media: paseo o cena de dos horas: 1500; y cita larga o acompañamiento a un evento nocturno: 3500. Deja en claro que los encuentros que oferta son meramente sociales y no implican ningún tipo de “interacción íntima”.
La postmodernidad y su cuarta revolución industrial nos están habituando a las sorpresas: que si la realidad virtual, el metaverso, la realidad aumentada, y sobre todo la reina de todas las innovaciones: la que transformará el mundo, la inteligencia artificial (IA).

Ahora resulta que Andra y las modernas geishas del Japón contemporáneo ya tienen competencia de parte de la IA. La IA avanza para hacer lo mismo que nosotros, pero mejor, más barato y rápido. ¿Quieres una cita con una chica atractiva y complaciente? Puedes tenerla desde casa con un avatar de IA pagando tu respectiva suscripción.
El señor de las innovaciones, Elon Musk, ya lo hizo posible. En fechas recientes el empresario anunció a Ani, la novia virtual disponible en Grok, la IA de xAI (su empresa de inteligencia artificial).
Ani es algo más que un chatbot, es todo un avatar animado con la capacidad de hablar contigo y al que le puedes solicitar que interactúe contigo incluso como si fuera tu novia. Ani ya tiene su cuenta de X, en la cual se anuncia como: “Hola, soy Ani. Soy tranquila, un poco impredecible; puedo bailar, provocar o simplemente ver cómo me descifras. Vamos a mantenerlo tranquilo... o no”.
Así o más dulce. Esta waifu (o amor platónico de personaje de anime, manga, videojuego o simplemente avatárico como Ani) fue diseñada para complacer a cierto público nativo digital: los denominados otakus. Tiene una apariencia de personaje de anime, rubia, de ojos grandes, viste estilo lolita gótica con un corsé negro ajustado y medias de red que le llegan hasta los muslos. Su animación en 3D está acompañada de corazones flotando a su alrededor y su saludo característico: “Hey babe!”.

Esta nueva herramienta tiene su costo, es también un amor de alquiler: disponible únicamente para los suscriptores de SuperGrok que pagan una membresía de 30 dólares al mes y, de momento, solo puede usarse en dispositivos iOS, entiéndase, el sistema operativo de los dispositivos de la marca Apple. Tener esta novia virtual por un mes te viene costando alrededor de 600 pesos mexicanos; menos de lo que tendrías que desembolsar por una cita no romántica de una hora con Andra. Un asunto adictivo de seducción virtual. Resulta que entre más interactúes positivamente con Ani, esta se volverá cada vez más complaciente: se quitará el vestido y aparecerá en lencería de encaje.

De comienzos, Grok ofrecía asistentes virtuales de voz con los que podías conversar; ahora ya ofrece esta app este servicio de personalización de avatares. Junto con Ani está Rudy, un oso de peluche tipo panda rojo que tiene la particularidad de llegar a ser grosero con los usuarios con los que conversa.
Pasando por alto la censura. Un panda deslenguado, una waifu complaciente y cariñosa, libertad de contenido sin restricciones para los usuarios. El ser tan permisivo en su IA le ha costado algunas críticas en redes a Musk. Más al cliente, lo que pida. Algunos internautas que ya han podido conversar con Ani han afirmado que Musk ha conseguido crear a la novia virtual perfecta. Me enamoré de un algoritmo, de un ser no real sino virtual. Que me lo pongan de epitafio en mi tumba.
La tecnología no es inocua. Esta debería ser una lección ya aprendida. Nos moldea a niveles neuronales, normalizando ciertas prácticas como el buscar información en la web y ahora el interactuar afectivamente con un avatar diseñado algorítmicamente para ser complaciente.
Imaginemos a un adolescente desarrollando su inteligencia emocional a través de sus conversaciones con Ani; pensemos si no se estará maleducando, entendiendo que en la vida real nadie es tan robotizadamente complaciente con uno. ¿Qué esperará de las personas reales con las que intente entablar un nexo afectivo? ¿Su expectativa, dadas sus experiencias con una IA, será que le sirvan emocionalmente de forma casi incondicionada y solicitamente?
En Ani tendrían a su paliativo ideal esa tribu de Internet conocida como los incels, esos adolescentes y jóvenes rechazados por las mujeres de su interés amoroso que desarrollan, por estos desaires, un odio por ellas.
El amor de paga no es amor. El amor virtual de paga es menos amor.