The Legend of Zelda es una de las sagas más representativas de todos los tiempos. Junto con “Mario Bross” y “Pokémon”, es una de las razones principales por las cuales vale la pena comprar una consola de Nintendo, como bien lo demostró la reciente Nintendo Switch, cuyo 78% de sus unidades se vendieron junto con una copia de “Breath of the wild”. Todas las altas expectativas que se tenía respecto a este proyecto se vieron recompensadas con un juego que no tardó en ser calificado de excelencia por gran parte de la prensa del videojuego. Aunque no ha sido por unanimidad, es necesario aclarar que el análisis en general le guarda un puesto privilegiado, y bien merecido.
Como en los viejos tiempo de la Nintendo y Super Nintendo, este Zelda arranca ni bien empezados los cinco minutos. Nos encontramos en el inmenso mapa de Hyrule, en una tierra que ha sido atacada por un cataclismo orquestado por el ancestral poder maligno de Ganon. Hemos perdido nuestros recuerdos y nuestra única guía es una tablilla de tecnología ancestral que no está completa. A partir de ahí comenzamos nuestra aventura para recuperar nuestros recuerdos y desempeñar el papel que el destino ha trazado para nosotros.
Al igual que todo buen The Legend of Zelda, la historia trata de un poderoso rey maligno con deseos de destrucción, una princesa reencarnación de la diosa del orden, y un héroe elegido al que nos toca interpretar. La diferencia radica en los matices. Los tres elementos participantes, (a excepción de nosotros que hemos perdido nuestros recuerdos, saben que son partes de un evento predeterminado, una combate que está destinado a repetirse una y otra vez, lo cual añade más profundidad al universo que la saga ha construido, así como un arco argumental fascinante para los personajes, especialmente para Zelda.
El mundo en el que se desarrolla nuestra historia es tanto basto como hermoso, lleno de pequeños detalles llamativos y creaturas majestuosas. Es un mundo que nos permite afrontarlo con toda libertad y cuyos elementos invitan a la exploración tanto a nivel mecánico, para propósitos del juego, como a nivel personal, con elementos que atrapan la curiosidad de propios y extraños. Gozamos de plena libertad para correr, nadar, escalar e interactuar con todo lo que se presenta ante nosotros, y dicha libertad se extiende a las mecánicas jugables, que nos permiten resolver cada puzle, cada desafío, cada combate, a nuestra manera, con diferentes recursos, como un jugador ortodoxo o con inspirada imaginación.
Para el combate se han conservado las formas tradicionales del resto de Zeldas, con un giro brillante que radica en el inventario de armas. Cada arma, arco o escudo que usemos tiene un límite de uso tras el cual se romperá. La solución está al alcance de nuestra búsqueda pues hay muchas tesoros y armas sueltas por todo el mapa, además de que siempre tendremos la posibilidad de robar a nuestros enemigos su armamento, siempre y cuando los derrotemos.
“Breath of the wild” es una preciosa mezcla de recursos ya vistos en otros juegos del género, pero aderezados con la formula clásica del héroe que sólo un Zelda es capaz de transmitir, con pequeñas historias y anécdotas que crean un mundo precioso, un excelente telón para una de las experiencias experiencia fantástica y una aventura única.
lg
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