Desde el 21 de octubre y hasta el primero de noviembre del presente año se estuvo llevando a cabo la 16ª. Edición de la Conferencia de las Partes (países) COP16 sobre biodiversidad. Organizado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y cuya sede está siendo la ciudad de Cali, Colombia.
La idea principal de estas reuniones, a comparación de las de la COP de medio ambiente y cambio climático que se celebran anualmente, y que tienen amplia difusión, está enfocada a revisar qué estamos haciendo como humanidad y como nación sobre el impacto de nuestras acciones en la diversidad biológica (más allá de las necesidades humanas urgentes). Su eslogan de esta edición es: “Paz con la naturaleza”.
El objetivo general de la COP Biodiversidad es: “la conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa de los beneficios resultantes de la utilización de los recursos genéticos”.
Estas reuniones que encabeza la ONU tienen la aprobación de los acuerdos de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático firmado en el año de 1992 en Río de Janeiro en el evento sobre la Cumbre de la Tierra, y que se decidió analizar, reflexionar y difundir en particular, las acciones y compromisos de las naciones sobre la problemática actual de la biodiversidad.
Desde 1994, con sede en Bahamas, se han venido realizando las COP de Biodiversidad. En un inicio fueron anuales y a partir de este siglo se estableció hacerlas cada dos años. La anterior se celebró en Montreal, Canadá en 2022. Y en donde se estableció el compromiso de alcanzar los objetivos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Firmando el denominado Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal. Y cuya meta a alcanzar será el año 2030, en paralelo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Los cuatros ejes que componen este compromiso son, a grandes rasgos: (1) la integridad, la resiliencia y la conectividad de los ecosistemas para que se mantengan, mejoren o restauren, (2) la biodiversidad se utilice y gestione de forma sostenible, y las contribuciones de la naturaleza beneficien a las personas, incluidas las funciones y los servicios de los ecosistemas, (3) los beneficios monetarios y no monetarios de la utilización de los recursos genéticos (que son todo aquel material de origen vegetal, animal o microbiano que contiene unidades funcionales de la herencia o genes y que presente valor real o potencial) se comparten de manera justa y equitativa, y (4) desarrollar los medios adecuados de implementación, incluidos los recursos financieros, la creación de capacidad, la cooperación técnica y científica, y el acceso y la transferencia de tecnología para implementar plenamente.
En teoría se ve bien esta iniciativa, y saber que hay preocupación mundial sobre la biodiversidad y su futuro inmediato y a largo plazo. Y qué acciones se deben tomar para combatirlas y reducir su impacto negativo.
Pero la realidad es que este evento pasa casi desapercibido por muchas naciones, prensa mundial y población en general. Hay poca difusión y poca “conciencia” de lo que de ahí se desprende.
Incluso, en la actual Conferencia, aunque participan 196 naciones, sólo 35 países presentaron sus planes de acción completos de biodiversidad comprometidos desde hace tres Conferencias COP. El gran ausente es Brasil, país con la mayor biodiversidad del mundo.
De Latinoamérica solo cuatro naciones entregaron sus planes de acción completos. México, Cuba, Colombia y Surinam. Lo que hace más difícil su implementación y generación de directrices ya que dificultará el poder analizar qué tan realistas, medibles y factibles son cada una de las propuestas y cómo llevarlas a cabo.
Varios expertos señalan que el principal problema es la voluntad política de muchas naciones, principalmente las más ricas y que el problema en sí de biodiversidad no es tan profundo. Lo ven muy remoto y sin voluntad de apoyar a otras regiones. Aunque sabedores de que se benefician de las mismas.
Ya que el compromiso es la aplicación, por parte de todos los países firmantes, de este marco y la movilización de recursos para su ejecución. Que es el segundo problema más evidente: las naciones tienen dinero para apoyar guerras, pero no para apoyar la debacle de la biodiversidad que estamos experimentando. Estos recursos se destinan a las naciones más biodiversas del mundo, y que por lo regular son, sino las más pobres, las más vulnerables financieramente hablando. Y que incluye impacta a poblaciones indígenas o pobres. Además, catalogándolo sólo como un problema ambiental, y no social.
La cifra que se maneja para poder alcanzar los acuerdos en el 2030 es de alrededor de 200 mil millones dólares. Suma nada despreciable. Y bajo esta gran indiferencia mundial a esta problemática, veremos qué países, principalmente los más ricos se animen a abrir la cartera y a portar lo suficiente para reducir esta mitigación que principalmente causan las naciones más adineradas.
Dr. Francisco Navarrete-Báez
Profesor Investigador
Universidad del Valle de Atemajac