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Investigador del CUCSH analiza el fenómeno como una respuesta sociocultural ante las presiones del consumo global

La UdeG estudia el papel de los jóvenes en el consumo de piratería

Consumo de piratería entre jóvenes, revela estudio de la UdeG Muchos jóvenes combinan productos originales y piratería para mantener una imagen acorde a las tendencias

Aunque muchas veces no enfrentan situaciones de pobreza extrema, los jóvenes mexicanos entre 18 y 30 años son quienes más consumen productos piratas, de acuerdo con una investigación del académico Carlos Rafael Hernández Vargas, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara (UdeG). El estudio fue difundido recientemente a través de la Gaceta UdeG, en donde se detallan las implicaciones sociales y culturales detrás de este fenómeno.

En su libro El escape de Tántalo. La estrategia barroca en el consumo de mercaderías piratas, Hernández Vargas plantea que el consumo de falsificaciones no puede reducirse a una cuestión de ingresos bajos. En cambio, lo interpreta como una respuesta ante las exigencias simbólicas del mercado global, donde el acceso a marcas de lujo se convierte en una herramienta para lograr aceptación social.

Inspirado en el mito griego de Tántalo, quien fue condenado a vivir rodeado de frutos y agua sin poder alcanzarlos, el autor describe cómo muchos jóvenes observan constantemente símbolos de riqueza —a través de redes sociales, vitrinas y medios de comunicación— pero carecen del poder adquisitivo para acceder a ellos. La piratería, en este contexto, se convierte en una forma de aliviar esa tensión.

“Podemos ver esas riquezas, pero no podemos comprarlas. Entonces la piratería nos permite tenerlas, aunque no sean originales”, sostiene el investigador, quien desarrolló esta obra como parte de su tesis doctoral en Ciencias Sociales en la UdeG.

Contrario a la creencia común que vincula el consumo de piratería con la pobreza o la necesidad, Hernández Vargas encontró que muchas personas entrevistadas no vivían en condiciones precarias ni tenían cargas familiares. Lo que compartían era un deseo de encajar socialmente y proyectar una imagen exitosa, presionados por normas no escritas sobre lo que se debe vestir o poseer.

El estudio también destaca que quienes recurren a productos piratas no lo hacen exclusivamente. Muchas veces alternan entre prendas originales para eventos importantes y falsificaciones para el día a día, como una forma de gestionar su imagen sin sacrificar estabilidad económica.

Más que un juicio ético o legal, la investigación plantea una lectura crítica del entorno cultural que impulsa estas prácticas. La exclusión no es sólo económica, sino también simbólica, y afecta a personas de todas las edades y profesiones. Negarse a participar en esta lógica de consumo puede significar marginación o rechazo social.

Con este enfoque, la investigación de Hernández Vargas —divulgada por la Gaceta UdeG— ofrece una mirada profunda a las dinámicas que rodean el consumo de piratería, y cómo la juventud mexicana negocia su lugar en el mundo a través de lo que viste y aparenta.

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