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Bibliotecarios de Corazón: Transformadores

Mis estimados lectores, es un gusto saludarlos nuevamente a través de esta columna, un espacio que se ha convertido en un diálogo continuo y que nos permite conectar con los increíbles mundos de la información, el conocimiento, la comunicación y la cultura.

Siempre con el objetivo de invitar a la reflexión, entretener, aprender y, por qué no, compartir algún dato curioso y palabras domingueras. Hoy les traigo una columna muy especial, en la que relataré lo acontecido durante las LVI Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía de la Asociación Mexicana de Bibliotecarios, A.C., y, en particular, sobre la conversación que tuve con dos mujeres líderes de las Bibliotecas Latinoamericanas: Nora Quiroz, de Colombia, y Adriana Ferrari, de Brasil.

Los días 21, 22 y 23 de mayo se celebraron con gran entusiasmo las LVI Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía en las Bahías de Huatulco, en el hermoso y riquísimo estado de Oaxaca. Sin duda, un evento espectacular que combinó academia, investigación, networking y mucho folclore, cultura y gastronomía, enriqueciendo a todos los asistentes tanto profesional como personalmente. La inauguración fue en zapoteco, acompañada por el saxofón al ritmo de “Dios nunca muere”, himno de los oaxaqueños, seguida de una exquisita cena con mole negro, tlayudas y chapulines.

El evento dio inicio y, en medio de las conferencias, tuve la oportunidad de sostener una conversación enriquecedora con dos verdaderas “wonder woman” de las bibliotecas: la Bibliotecoach Nora Quiroz y la líder latinoamericana en bibliotecología, Adriana Ferrari. Comenzamos platicando sobre que vivimos en un “súper mundo” donde cada paso, cada avance, parece acercarnos a una mejor versión de nosotros mismos; la humanidad está en ascenso. Las personas viven más tiempo, se educan mejor, tienen acceso a más recursos y, en general, somos más saludables, más prósperos y más conectados. La tasa de mortalidad infantil ha disminuido un 47 % desde 1990, la pobreza extrema ha caído drásticamente y la finalización de la escuela primaria aumentó un 10 % en dos décadas. Sin duda, un gran progreso.

Biblioteca

Sin embargo, al profundizar en estos avances, también surgen sombras. Mientras las ciudades se expanden, los mantos freáticos descienden, el clima cambia y las desigualdades se disparan. La acidez de los océanos crece, las zonas muertas marinas se duplican y las libertades civiles están cada vez más amenazadas. Esto plantea una gran pregunta: a pesar de todo este progreso, ¿hemos realmente mejorado como seres humanos? (The Millennium Project, 2016).

Actualmente, vivimos en una era dominada por la tecnología: redes sociales, big data, inteligencia artificial, realidad virtual, entre otros temas. Es un periodo de progreso en educación, salud y justicia, pero la gran incógnita persiste: ¿estamos en un mundo mejor?, ¿somos mejores personas? y, más importante aún, ¿cómo pueden las bibliotecas ser aliadas para construir un mundo mejor en este entorno de cambios vertiginosos?

Una de las primeras preguntas que les planteé fue: ¿cómo pueden las bibliotecas y los bibliotecarios, a través de la excelencia, ser un pilar esencial para el desarrollo humano y social? Nora Quiroz me compartió que, al igual que en mi reflexión inicial, “aparentemente” vivimos en un mundo mejor, pero en realidad estamos en declive debido a todos los retos mencionados anteriormente, incluso con una tasa de natalidad a la baja. Sin embargo, en este mundo lleno de desafíos, hay un gran aliado: las bibliotecas. Yo me sorprendí. ¿Pero cómo?: Con bibliotecas más humanas, como espacios de esperanza y justicia social, escenarios de democratización, donde los bibliotecarios deben desarrollar un superpoder: humanismo, con las habilidades del ser, la empatía hacia otros que a veces necesitan tanto de la sociedad y no siempre reciben respuesta.

“Las bibliotecas transforman cualquier espacio: barrios, instituciones, ciudades y países, porque transforman al individuo”, me compartió Nora, ilustrando con una historia. “En Colombia, una persona bajo arresto domiciliario con brazalete electrónico se superó y estudiaba en la universidad, pero sentía vergüenza ante sus compañeros y se aislaba. Fue entonces cuando la biblioteca se convirtió en su refugio, su lugar favorito, un espacio seguro que le brindaba arraigo, cuidado y seguridad, además de información y conocimiento para superar su situación. Encontró en la biblioteca un refugio para entender mejor su vida, se volvió un lector asiduo y elevó su nivel de conciencia. La biblioteca ‘transformó su vida’.

Por su parte, Adriana Ferrari me compartió que en Brasil las bibliotecas también son un factor de cambio, como lo demuestran los casos de la Biblioteca de São Paulo y el Parque Villa-Lobos. Pero no todo es miel sobre hojuelas; enfrentaron desafíos, el primero fue encontrar “bibliotecarios apasionados” con ganas de cambiar el mundo. Además, los estereotipos asociados a las bibliotecas dificultaban el acercamiento de la gente. Contaban con excelentes espacios, servicios y recursos; pero las percepciones limitaban su uso. Adriana reveló que el gran secreto es ser bibliotecarios con actitud, pasión y como defensores de los derechos humanos. El valor de las bibliotecas radica en brindar acceso y oportunidad a la información y el conocimiento. Ella se considera una bibliotecaria de corazón y sostiene que “hay que hacer con lo que tenemos, inspirar, porque muchos grandes proyectos comienzan en pequeño”.

Una pregunta que les hice fue: ¿qué nos mueve a los bibliotecarios? Nora respondió que es la excelencia y los valores en todas las esferas. Resaltó algo fundamental: “para que un profesional sea realmente exitoso, primero debe ser una buena persona” (Howard Gardner). Los bibliotecarios de excelencia son humanos, con empatía para reconocer en el otro la necesidad de aprender, enseñar y generar cultura. La pasión por el servicio y por ayudar al prójimo son esenciales. Los bibliotecarios de profesión y corazón reconocen en otros la capacidad de servir, lo que los convierte en grandes agentes de cambio.

Al concluir la charla, les pedí a estas “wonder woman” algunas palabras para los bibliotecarios mexicanos. Adriana compartió: transformar, no subestimarnos, aprovechar lo que tenemos en nuestras manos, trabajar desde nuestra trinchera, superar las trabas para crecer, creer que todo es posible, disfrutar el lugar donde trabajamos, pensar en los colectivos y en la sociedad, fomentar la lectura y empoderarnos.

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Nora resaltó la importancia de las actividades técnicas y actualizaciones, como la inteligencia artificial y la realidad virtual, pero enfatizó que necesitamos potenciar las habilidades del ser, las “power skills”. Para identificarlas, es necesario un diagnóstico personal para reconocer fortalezas, valores que nos potencian y áreas a desarrollar. Ser bibliotecarios humanos es lo que marcará la diferencia. En las bibliotecas, es importante tener información y conocimiento, pero también calidez humana. A veces, los usuarios acuden más para ser escuchados que para obtener información. Los bibliotecarios no son autoridades morales, sino espacios de escucha activa, porque “escuchar es un acto de amor”. Escuchamos a usuarios con necesidades informativas, encuestas de satisfacción, pero también a personas con dolores, situaciones difíciles y simplemente ganas de hablar.

Lectores, los bibliotecarios, somos catalizadores clave para el cambio social. No solo guardianes del conocimiento, sino impulsores de una sociedad más justa, equitativa, civilizada y amorosa. Nuestro rol es esencial para garantizar acceso a la educación, la justicia social y el desarrollo sostenible. El futuro está en nuestras manos, y las bibliotecas son aliadas para construir un mejor mañana. Somos bibliotecarios de corazón, y debemos empoderarnos para cumplir esta noble misión.

Me despido, queridos lectores, invitándolos a buscar ese rayo de luz primero en ustedes mismos y luego fuera, para que juntos formemos un sol que ilumine el mundo.

Jorge Alejandro Peña Landeros

*Jorge Alejandro Peña Landeros. Director de Biblioteca. Universidad Panamericana

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