El secretario de Educación Pública federal anunció que, como medida de reconocimiento a las maestras y los maestros, se ha decidido darles una semana más de vacaciones, hasta el 1 de septiembre. En teoría, el ciclo escolar de la SEP concluye a mediados de julio. Y, en teoría también, México cuenta con uno de los ciclos escolares más largos de la OCDE, con solo 13 semanas de vacaciones, mientras el promedio es de 15.
En la práctica, el calendario escolar mexicano se reduce drásticamente entre días técnicos o administrativos (13), festivos (9 en promedio) y cierres anticipados (5 a 10), es decir, hay entre 19 y 21 semanas sin clases. La Secretaría de Educación Jalisco también tiende a adelantar cierres u ofrecer vacaciones anticipadas o días sueltos por diversos motivos.

La política educativa sigue más orientada a satisfacer intereses gremiales de un sindicato históricamente movilizador de votos, que en garantizar el derecho efectivo a la educación de niñas y niños. Las familias ni siquiera entran en la discusión. Y si no, recordemos la pandemia: 17 meses sin clases presenciales, más del doble que el promedio del resto de países de la OCDE.
En México es fácil cerrar las escuelas, y la pregunta inevitable es: ¿quién cuida a las infancias si las personas adultas deben trabajar? La respuesta obvia es que, en México, las autoridades siguen pensando que las mamás y las abuelas están disponibles en cualquier momento.
Los datos oficiales del INEGI muestran otra realidad: de cada 100 familias en México, 18 son monoparentales, en su mayoría encabezadas por una mujer (84 %), y 69 son biparentales, es decir, con ambos progenitores presentes. De esas 69 familias biparentales, 25 tienen a ambos progenitores trabajando, y solo 24 dependen exclusivamente del ingreso del hombre, por lo que resulta totalmente fuera de la realidad pensar que las madres podemos sustituir a las escuelas de manera intercambiable.

En el pasado, las dinámicas comunitarias permitían disfrutar de un verano de juego con amigos, entre casas de vecinos, en las calles, en los parques o en los pueblos. Ahora, un adulto debe estar siempre presente debido a nuestro contexto de inseguridad. Así, ocho semanas de vacaciones efectivas en verano suponen un montón de tiempo libre que cada vez más se gasta en el ámbito digital; al final, son semanas de alta exposición a las pantallas. También a la violencia y a los accidentes: según el IMSS, el periodo de vacaciones estivales es cuando se registran más ingresos hospitalarios de infantes.
Hay alternativas, claro, normalmente caras y muy pocas públicas, que en ningún caso cubren el periodo vacacional completo. Si se pusiera a las infancias en el centro y se diseñara el calendario escolar con perspectiva de género, de modo que dejara de obviar que las mujeres ya no están de tiempo completo en sus casas, podría haber escuelas gratuitas de verano abiertas con clases de idiomas, proyectos tecnológicos, sociales y culturales. También se podría repartir las vacaciones en el año, limitar las posibilidades de hacer cierres tempranos en la educación pública y la privada, favorecer fiscalmente a las empresas que apoyen a sus trabajadoras en estos periodos.
Además, se podría atender a los ciclos naturales de los estados, con Jalisco ardiendo en abril y mayo, y una temperatura mucho más amable en junio.
Y tú, ¿qué harás con tus hijos este larguísimo verano?

*Por Mariana Espeleta Olivera y María de la Concepción Sánchez Domínguez-Guilarte, académicas del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia del ITESO