
¿Es posible innovar en una bebida tan emblemática como el tequila sin romper con su tradición? Investigadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) demuestran que sí, y lo hacen con ciencia, sensores y un inesperado protagonista: la flor de jamaica.
El estudio, publicado recientemente en Microchemical Journal, fue desarrollado por el Grupo de Investigación en Materiales y Fenómenos de Superficie del Departamento de Ciencias Biotecnológicas y Ambientales de la UAG, en colaboración con el Consejo Regulador del Tequila (CRT). La investigación forma parte de la tesis de licenciatura de Camila S. Gómez-Navarro, estudiante de Ingeniería en Biotecnología, quien compartió parte de su experiencia en una nota publicada por el portal institucional de la universidad.
Aunque su llamativo color podría hacer pensar que se trata de una nueva categoría, el tequila rosado sigue siendo Tequila 100 % agave clase blanco, al que se le aplica un tratamiento adicional: ya sea una infusión con flores de jamaica o un reposo en barricas de vino tinto. Estos procesos alteran su apariencia y perfil sensorial, pero sin modificar los parámetros regulados por la NOM-006-SCFI-2012.
El equipo científico aplicó técnicas analíticas avanzadas para estudiar el origen del color en esta bebida. Entre ellas destaca la voltamperometría de pulso diferencial, un método electroquímico que permite detectar compuestos naturales como antocianinas, flavonoides y taninos, responsables de la tonalidad y de propiedades organolépticas. Esta técnica facilitó la construcción de una “huella electroquímica” capaz de diferenciar entre los métodos de elaboración del tequila rosado.

Además, se utilizaron análisis de imagen digital, espectroscopía UV–Vis, espectros FTIR, cromatografía y espectrometría de masas para verificar que la bebida mantiene su perfil isotópico y sus componentes dentro de los rangos establecidos para el tequila 100 % agave.
En su nota para el portal de la UAG, Gómez-Navarro destaca que este tipo de análisis abre la puerta al desarrollo de tecnologías como las “lenguas electrónicas”, dispositivos que en el futuro podrían evaluar sabor, aroma y calidad de forma automatizada.
El proyecto también subraya la posibilidad de implementar sensores prácticos, basados en electrodos de carbono, como herramientas industriales para monitorear el proceso de elaboración del tequila rosado en tiempo real. Esta metodología no solo aporta precisión científica, sino que también garantiza que la innovación sensorial y visual no comprometa la autenticidad del producto.
El trabajo forma parte de una línea de investigación más amplia en la UAG, que ha abordado también otras variantes como el tequila cristalino. En ambos casos, la combinación de electroquímica, espectroscopía y análisis computacional permite comprender cómo los procesos de transformación afectan la calidad sin perder la esencia de esta bebida tradicional.
Así, el tequila rosado se consolida como un ejemplo de cómo la ciencia y la innovación pueden enriquecer las tradiciones, con rigor técnico y sabor a Jalisco.