
El artículo “Comparación de genes que al interactuar con factores nutricionales y estilo de vida pueden desencadenar efectos fisiopatológicos en individuos wixaritari y mestizos del norte de Jalisco y sur de Zacatecas, México”, incluido en el libro Avances de la ciencia y la tecnología para el desarrollo sustentable y editado por el Centro Universitario del Norte (CUNorte), da cuenta de un hallazgo relevante: la comunidad wixárika del norte de Jalisco carece de una variante genética relacionada con enfermedades crónicas, lo que podría brindarles cierta protección natural frente al síndrome metabólico.
Los hallazgos del estudio, recientemente difundidos por la Gaceta UdeG, muestran un análisis de ADN de 50 jóvenes voluntarios —30 mestizos y 20 wixaritari— de entre 18 y 25 años, con ascendencia familiar comprobada. El análisis se enfocó en las variantes rs1801133 y rs13306560, identificadas por su relación con trastornos metabólicos.
La ausencia del alelo rs13306560 en la población wixárika es el dato más revelador del estudio. Según la investigadora María José Madera Herrera, esta ausencia permite considerar que se trata de un “gen ahorrador”, es decir, un componente genético que permite conservar energía durante periodos prolongados sin alimento. Este rasgo, junto con las dietas tradicionales y el bajo consumo de alimentos ultraprocesados, podría explicar una menor susceptibilidad a enfermedades como diabetes, hipertensión u obesidad en esta población.
Sin embargo, Madera Herrera advierte que esta ventaja genética no es definitiva. Factores ambientales y cambios en los hábitos alimenticios pueden modificar la incidencia de estas enfermedades, incluso en comunidades que actualmente parecen protegidas. También sugiere que esta protección podría estar relacionada con el aislamiento genético de la comunidad wixárika, que históricamente ha mantenido vínculos de descendencia principalmente entre sus propios miembros.
El estudio también identificó la presencia de la variante rs1801133 en individuos mestizos, lo cual se interpreta como evidencia del mestizaje originado tras la llegada de colonizadores europeos. Este componente genético compartido sugiere una mezcla que comenzó en el periodo de la Conquista, en contraste con los grupos indígenas que han conservado un acervo genético más estable.
Aunque la investigación se centró en dos variantes genéticas específicas, los autores consideran necesario ampliar el análisis a otros genes para conocer con mayor profundidad si las comunidades wixaritari tienen otras resistencias o vulnerabilidades frente a enfermedades prevalentes en la población mexicana.
Además de María José Madera Herrera, en el artículo participaron los investigadores Edgar Oswaldo Zamora González, Ana Cristina Núñez González y Vidal Alejandro Medina Vázquez, todos vinculados al CUNorte. Su trabajo representa un avance en la comprensión de cómo la genética y el entorno interactúan en comunidades originarias, y plantea nuevas preguntas sobre el papel de la diversidad genética en la salud pública.