En esta década, gobernaron al país Luis Echeverría Álvarez y su sucesor José López Portillo. México albergó el Mundial de Futbol y fue una etapa de un desbordado nacionalismo, incentivado por el descubrimiento de enormes reservas petroleras en alta mar, en el yacimiento bautizado como Cantarell, el más rentable de todos los descubiertos en aquellos años.

De comienzo hubo bonanza económica y grandes expectativas a futuro; faraónicos planes y construcciones se emprendieron sobre endeudando al país, confiados en la idea de que debíamos “prepararnos para la abundancia”.
México, como parte de los países no alineados, es decir de aquellos que no pertenecían al bloque capitalista ni al comunista, esperaba repuntar como nación manteniendo su soberanía e independencia respecto a las grandes potencias. Nuestros sueños como nación navegaban sobre un mar de petróleo y en él se hundirían. La sobreoferta de petróleo lo abarató y esta mala jugada del mercado del hidrocarburo detonó, en el mediano plazo, una severa crisis económica.
En el ámbito local, tras ganar las elecciones, postulado por el PRI, asumió la gubernatura, Alberto Orozco Romero. Jalisco siguió creciendo en todos los sentidos. En lo demográfico, para 1971, alcanzó los 3.2 millones de habitantes y sólo en Guadalajara se concentró una población cercana al millón 200 mil (Martinez-Réding Cevallos, 1992, pág. 198). El campo jalisciense seguía siendo uno de los más rentables y productivos del país: para 1975, la producción de maíz alcanzó los dos millones y medio de toneladas; en lo industrial, la entidad despuntaba gracias a la producción de textiles, ropa, calzado y muebles; entre todas las industrias pequeñas, medianas y grandes destacaba Calzados Canadá.

También fueron años de agitación político-estudiantil; las federaciones de estudiantes mantenían vendettas y grupos de izquierda radicales cometían actos de guerrilla urbana, como el secuestro de empresarios y hasta de importantes diplomáticos. El 4 de mayo de 1973, miembros de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) secuestraron al cónsul norteamericano Terrance George Leonhardy cuando, tripulando su automóvil, se dirigía a su casa tras asistir a la inauguración de una exposición. El 10 de octubre de ese mismo año, de manera simultánea y con lujo de violencia, fueron secuestrados en la ciudad de Guadalajara el cónsul honorario de la Gran Bretaña, Anthony Duncan Willams y el joven industrial Luis Fernando Aranguren Castiello.
El sucesor del gobernador Orozco Romero fue Flavio Romero de Velasco, su sexenio arrancó el primero de marzo de 1977. Teniendo como uno de los principales retos el combatir la violencia y criminalidad que asolaban a la entidad, el nuevo mandatario tuvo como sus primeras tareas la creación de nuevos cuerpos policíacos y la conformación del Departamento de Seguridad Pública (Martinez-Réding Cevallos, 1992, pág. 205).
Su administración impulsó el fortalecimiento económico de ciudades medias con la intención de frenar la migración del campo a Guadalajara; entre las entidades favorecidas estuvieron Lagos de Moreno, Puerto Vallarta, Ameca, Autlán, Ciudad Guzmán y Ocotlán. El panorama urbano de la capital jalisciense experimentó una importante transformación, sobre todo en el primer cuadro de la ciudad, con la edificación de la Plaza Tapatía. Nueve manzanas fueron intervenidas; se remozaron varios inmuebles, entre ellos el Palacio de Gobierno y el Instituto Cultural Cabañas; además, y como parte de estas obras, el Congreso del Estado estrenó, en 1982, un nuevo edificio.

Finalmente, durante su gira por México, el Papa Juan Pablo II visitó Jalisco; llegó al aeropuerto de Guadalajara el martes 30 de enero de 1979, donde lo recibió el Cardenal y el Gobernador acompañado de su esposa. Se trasladó en helicóptero a la Capital Tapatía haciendo una primera escala en el popular y proletario barrio de Santa Cecilia. Al bajar de la aeronave, lo aguardaban ya 300 mil personas a las que dirigió un breve mensaje cuya tónica fue la universalidad de los bienes terrenos.