En el restaurante La Bombilla, al sur de la Ciudad de México, el presidente electo Álvaro Obregón solicitaba entusiasmado al maestro de orquesta la interpretación de su pieza musical favorita, sin embargo, ese 17 de julio de 1928, el cristero José de León Toral, detonaría un arma en seis ocasiones para terminar con la vida del presidente posrevolucionario.
El evento más tradicional e importante de la alcaldía, se permitió una pausa para celebrar una ceremonia cívico militar en honor del ilustre sonorense que presta su nombre a esta demarcación, todo en conmemoración de los 97 años de su magnicidio.
Durante el rito cívico se rememoró al general y ex presidente Álvaro Obregón, como un ícono de gran calado e importancia para la construcción del México posrevolucionario, a decir de los asistentes, el prócer constitucionalista consolidó ideas innovadoras para la época, como la creación de la Secretaría de Educación Pública.
En el proscenio escénico estuvieron presentes algunos de los descendientes del homenajeado, como el licenciado Rodolfo Obregón Feria; Erica Obregón García; el maestro Jesús Ricardo Obregón; el doctor Mauricio Obregón; y Alberto Gómez Obregón, quienes, ataviados como invitados de honor del magno acto, solemne y respetuoso, presenciaron cómo la alcaldía, encabezada por el maestro Javier López Casarín, realizó el reemplazo de la réplica del lábaro patrio que ondeaba sobre el Parque de La Bombilla, misma que sería entregada por elementos de la Policía Bancaria e Industrial para su incineración.
Con gran carácter patriótico, los elementos del cuerpo policiaco llevan a cuestas el pebellón mexicano que otrora ondeara sobre el Parque de La Bombilla y que será inmolado para dar paso a su flamígero relevo.
Acto seguido, en resguardo de personal de Protección Civil, el alcalde, en compañía del diplomado Mayor de Infantería, José Alfredo Jiménez Sánchez, encendió la llama que habrá de reducir a cenizas el símbolo tricolor. Los terrosos remanentes de la bandera incinerada fueron resguardados por la Secretaría de la Defensa Nacional, con el objetivo de darle un final digno y proceder con el reemplazo de la nueva enseña.
El sargento de banda elevó la corneta a posición horizontal y la ubicó al centro del cuerpo, al tiempo que cajeros y cornetas del 62 Batallón de Infantería entonaron el toque de silencio como parte de las exequias de estampa militar.
De esta manera, el nuevo lábaro patrio, a residir en la Álvaro Obregón, cruzó la explanada frente al presidium, esta vez, en hombros de personal castrense, para asirse finalmente al asta. Una vez sujeto, inicia el ascenso de los colores comunes de civiles, policías y soldados congregados, mientras la banda marcial entona con fervor el himno nacional mexicano.

Enfocadas, las tropas brindaron un último arrullo al pendón nacional previo a su vuelo sobre la explanada.
Como últimas loas y elegías, edil y diplomado levantan al pie del mausoleo la corona floral para el general.