
Los productores del suelo de conservación de la Ciudad de México comercializaron cerca de 5.96 millones de plantas de cempasúchil, lo que representa el 93% de la producción total de este año. Según los datos, esta cifra generó una derrama económica estimada en 101.7 millones de pesos y benefició a 460 familias de las alcaldías de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta.
El cempasúchil producido en la capital logró colocarse en 20 estados del país. Una parte de la flor ya había sido comprometida antes del inicio oficial de la venta debido a su alta calidad, mientras que el resto se destinó a la recuperación de semillas, principalmente del clemolito.
Impulso al campo capitalino
El crecimiento de la producción se atribuye al programa Altépetl Bienestar, impulsado por la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema). Este programa incluye apoyos económicos directos, capacitación técnica, inversión en infraestructura rural, acceso a tecnología y estrategias de comercialización. Durante la temporada, se habilitaron caminos rurales, se abrieron rutas agroturísticas de venta en San Luis Tlaxialtemalco y se instalaron puntos de venta directa, además de campañas para promover el consumo local y fortalecer la identidad cultural de la flor, como el Festival de la Flor de Cempasúchil en Paseo de la Reforma.
Desde 2018, la producción de cempasúchil en la capital ha registrado un crecimiento sostenido. Entonces se produjeron 664 mil plantas; en la actualidad, se alcanzan 6.3 millones de macetas, consolidando a la Ciudad de México como una de las principales regiones productoras del país.
Producción sostenible y tradición
El cultivo de cempasúchil contribuye al fortalecimiento de la economía rural y al cuidado ambiental. Durante la siembra se aplican técnicas tradicionales como el chapín, que consiste en utilizar el lodo fértil de los canales para formar las camas de cultivo. Esta práctica ancestral mantiene la profundidad de los canales, favorece la infiltración del agua, mejora la recarga de acuíferos y protege la diversidad de flora y fauna de las zonas chinamperas.
La inversión pública en este ciclo agrícola superó los 15 millones de pesos a través de los programas Sembrando Vida y Bienestar para el Campo. Estos recursos permitieron mejorar parcelas, abrir caminos rurales y optimizar la logística de cosecha, garantizando calidad, trazabilidad y oportunidades de comercialización para los productores.