Metrópoli

Devotos lloran y piden perdón para salvar a Jesús en la representación 181 del Viacrucis

“Dónde están tus ángeles, si eres el hijo de Dios haz algo para salvarte, hechicero”, dice el hombre de armadura. —- No puedo, más, ayúdame a cargar mi cruz — suplica Jesús

Devotos lloran y piden perdón para salvar a Jesús en la representación 181 del Viacrucis

“Perdónenlo por favor, él es el hijo de Dios, perdónalos a todos, Dios mío”, dice una señora del público a punto del llanto.

Jorge Aguilar

Alrededor de 850 mil adultos mayores, amas de casa, jóvenes y niños suplican que Jesús no sea crucificado y condenado a muerte; con lágrimas, algunos asistentes y feligreses que que posan en la Macroplaza de la alcaldía Iztapalapa, le gritan a los guardias del reino que “El Salvador” es inocente y que es el verdadero Mesías. Sin embargo, todos los ruegos son ignorados; aunque desde la puerta de la iglesia de San Lucas, algunos gritan que lo liberen y otros más que se pararon en las rejas y detrás de las vallas metálicas abuchean a los que no creen en el enviado de Dios, Jesús de Nazareth será asesinado por presunto impostor.

Durante la representación 181 del Viacrucis de la Semana Santa, la suerte de Jesús está echada, la sentencia por las acusaciones de príncipes y sacerdotes que lo señalan de un brujo, no tienen marcha atrás; es imposible que algún integrante del reino se apiade de él. El acusado pasa sus últimos minutos en la cárcel, ambientada en la “Casa de los Ensayos” del Barrio de San Lucas. Más de 400 personas realizan largas filas para verlo y mínimo tomarlo de la mano previo a su maltrato; aunque solamente lo observaron unos segundos, varios dejan caer algunas lágrimas, no soportan verlo tras las rejas. “Dios te salve, que te abran las puertas del reino de los cielos”, le dice a Jesús una habitante de Chalco que acudió a observar la representación.

No hubo piedad para “El Mesías”, los guardias imperiales vestidos con armadura y casco llegan por el aprehendido; a manera de humillación, Jesús es golpeado, pisoteado, empujado e insultado mientras la orquesta entona la tradicional canción que anuncia la muerte de un criminal. Ahí, varios oficiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) abren el paso y colaboran para que la sentencia sea formalizada en la Macroplaza; detrás de ellos, el señalado camina moribundo y desorientado, incapaz de mantener el equilibrio por estar esposado.

“Perdónenlo por favor, él es el hijo de Dios, perdónalos a todos, Dios mío”, dice una señora del público a punto del llanto.

Como una última oportunidad, el capturado es incitado a realizar uno de los tantos milagros que presume, al ser incapaz de ello, es sometido a más burlas y abrazado de un tronco, de rodillas, lo golpean con varas filosas hasta que su espalda, llena de llagas, supura la sangre bajo el incandescente sol.

Devotos lloran y piden perdón para salvar a Jesús en la representación 181 del Viacrucis

Pasión de Cristo.

Jorge Aguilar

“Aquí está su rey, con cetro y corona, jajaja, dicen que es un rey, enséñanos algo, mentiras, brujo”; se mofa uno de los custodios. Mientras habla, coloca en la cabeza de Jesús una corona con innumerables espinas, la oprime para que las puntas corten la escala piel del cráneo. Ahí, el detenido llora, aunque en silencio, mira al cielo en espera de una señal de auxilio.

Javier, uno de los jóvenes que carga una de las cruces observa atento el escenario, descalzo, con ampollas y cortadas por el ardiente asfalto dice: "pesa mucho la cruz, caminamos más de tres pueblos así, ya es el segundo año que lo hago, vengo desde Neza y mi devoción hace que le venga a pagar a Diosito todo lo que hace por mi, no me pesa, es más grande lo que siento con todo mi corazón, formar parte de esto siempre me hará una mejor persona", narró a Crónica.

Barrabás es perdonado, a pesar de que sí había cometido un homicidio;bpara la monarquía es más importante matar a un brujo charlatán que a un delincuente. “Te tocaba a ti, tú sí eres un vendido, entrégate”, gritan algunos niños en el público.

“Diles que fuiste tú, sálvate y déjalo, haz que lo liberen”, le dice una señora de la tercera edad a Barrabás.

Pasa el tiempo y Jesús es golpeado hasta que su túnica blanca se pinta de rojo, aunque parece que ya no puede más, tiene que escuchar su sentencia. “Determino que su muerte sea en una cruz, con una corona de espinas, cadenas en los pies y en el cuello, de un lado a Dimas y del otro a Gestas (el buen y mal ladrón, respectivamente) en el Monte Calvario donde se ejecuta a los facinerosos. Cúmplase la sentencia”, dice enérgicamente el rey.

Devotos lloran y piden perdón para salvar a Jesús en la representación 181 del Viacrucis

Barrabás antes de ser perdonado.

Jorge Aguilar

“Hija, ya le dijeron la sentencia; en el nombre del padre, hijo, espíritu santo, amén; haz que no sufra, Dios mío”, susurra una vendedora de tlayudas que observa el espectáculo desde su puesto.

A manera de culpa, pero sin alguna oportunidad, Judas, exapóstol que traicionó a Jesús y lo vendió por treinta monedas de plata, recorre la Macroplaza en busca de alguna palabra que lo haga sentir bien, o de un castigo que limpie su remordimiento.

El renegado, apenas puede caminar, en su rostro solamente existen lágrimas y un sentimiento de desesperación, sin embargo, no hay nada que pueda hacer, su mentira se consumó. Con su ropa desgarrada e ignorado por el público, pide que lo ayudaran y lanzaba el dinero — de chocolate — que recibió. Éstos, lo miraban con desprecio, la mayoría se aleja de las vallas, pues no le perdonan su mentira; aunque algunos niños sí recogen las monedas, otros las rechazan, ya que en el lugar de Jesús se Nazareth, tiene que morir él.

Inmediatamente, la procesión emprende el paso por la calle Aztecas, la alcaldía Iztapalapa es el mejor ejemplo de un castigo ejemplar para los facinerosos; a lo lejos, se observa a María, la madre de Jesús que resignada, ve morir a su hijo. Lo único que ameniza el ambiente es la melodía cristiana “Ave María”, aunque el sentimiento de muerte en la cara del “Mesías” es imborrable.

Jesús solamente da pocos pasos, la cruz que debe de cargar, de más de cinco metros de altura le parte la espalda, se balancea varias veces, en las que casi cae encima del público. Sin importar, los guardias del imperio le dicen que se apure y le pegan en su ya lastimado tronco.

Detrás de él, los hombres con armadura montan más de 50 caballos; para ellos, terminar con la vida de alguien a quien consideran hechicero es una fiesta, una celebración que tiene que ser conmemora con música y trompetas. Rumbo al Monte Calvario — escena representada en el Cerro de la Estrella — las autoridades hacen que Jesús sufra más, lo obligan a detenerse y que cargue su cruz en estrechos y complicados caminos, llenos de las heces de los caballos; otra vez, es humillado.

“Dónde están tus ángeles, si eres el hijo de Dios, haz algo para salvarte, hechicero”, dice el hombre de armadura. —- No puedo, más, ayúdame a cargar mi cruz — suplica Jesús. En ese momento, se tira al suelo, se desmaya por el cansancio y el inminente dolor corporal, los demás, se ríen sin cesar.

Así continúa su paso hasta crucifixión, los tres presuntos criminales clavados de pies y manos posan en lo más alto; a punto de morir, de la boca de Jesús solamente se escucha: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Perdónalos padre mío, porque no saben lo que hacen”.

Más risas abundan en el lugar, los custodios bromean e intentan vender la túnica del "falso profeta"; "dame 150, vendido", dicen.

La flagelación y la pérdida de sangre lo hace ver irreconocible, a pesar del sufrimiento, el silencio invade el lugar, la cara de los presentes apunta hacia el suelo, están de luto, algunas lágrimas caen al suelo, con la sangre del salvador.