Metrópoli

"Me decían que no iba a escuchar, después de dos meses de rosarios, mi hijo es el más sano"; la fe de los peregrinos en su camino a la Basílica

Al nacer, el hijo de Rocío fue diagnosticado con sordera, después de buscar un tratamiento médico que resolviera el problema y no hallarlo, la mujer decidió encomendarse a la virgen, imagen que aparentemente, hizo que el niño escuchara

Cada año, miles de peregrinos acuden al templo Mariano más visitado del mundo para agradecerle a la Virgen morena los milagros que aparentemente concede a los que le oran.

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"Me embaracé de gemelos, desde que me dieron la noticia, me comentaron que uno de ellos no iba a sobrevivir, venía muy chiquito pero se salvó. Cuando nació le hicieron el examen del oído, me dijeron: tienes un hijo sordomudo, no sabía qué hacer, yo no era devota a nada, con el dinero ni me hacía falta, pero mi hermana se aferró a hacer rosarios, después de dos meses de rezos y caminar desde Puebla a La Villa, mi hijo tiene un oído perfecto"; narró una mujer que desde hace cinco años, acude cada 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe para agradecerle a "la morenita del Tepeyac" que aparentemente, su bebé pasó de ser ser sordomudo a tener una audición íntegra.

Cada año, miles de peregrinos acuden al templo Mariano más visitado del mundo para agradecerle a la Virgen morena los milagros que supuestamente concede a los que le oran. Sin embargo, existen creyentes que no admiraban a Guadalupe desde su infancia, ya que crecieron bajo la educación de otra religión o nunca necesitaron de las cuestiones espirituales para salir adelante.

"Cuando me fui a vivir a Puebla, creí que tenía todo, trabajo, una casa bonita y un marido que me quería, solamente me hacía falta embarazarme. Al primer intento, "pegó" y pensé que era la mujer más afortunada del mundo porque todo me salía bien y la vida me premió con un embarazo doble, me sentía afortunada. Mi exesposo y yo fuimos muy felices, empezamos a comprar la cuna y los mueblecitos, nunca le agradecimos a Dios ni a la virgen, porque según nosotros, nos lo merecíamos y esas cosas eran de gente pobre", narró la mujer mientras avanzaba por la avenida San Juan de Aragón.

"A los cinco meses me dijeron en consulta que uno de mis bebés podía morir y que era necesario extraerlo, siempre me negué a hacerlo porque con el dinero que tenía, lo podía resolver; seguí en mi posición de que con dinero se puede todo, nunca recé una oración, ni le pedí algo a Dios, no lo necesitaba. Estuve en completo reposo y afortunadamente, el parto salió bien, pero el más pequeñito que me decían que no se salvaría, nació sordomudo", explicó al mismo tiempo en el que, junto a otros fieles, cantaban la alusiva canción de "La Guadalupana".

"Desde el cielo una hermosa mañana... bajo al Tepeyac"; recitaban las personas que, algunas con los zapatos rotos, --- que en el camino, la lluvia, el sol y los inestables caminos rompieron --- transitaban a un costado del edificio de la alcaldía Gustavo A. Madero.

"Ya vamos a llegar, comunidades de Puebla, Oaxaca y Veracruz, presentes"; se escuchaban los gritos de familias, niños y algunos ancianos, cuyos pasos se hacen más cortos y lentos por el cansancio; algunos, ya no suben el escalón de la banqueta, el recorrido los ha incapacitado para flexionar sus rodillas, sin embargo, sus rostros reflejan alegría, unos cuantos, derraman lágrimas cuando ven la torre de la basílica asomar entre los edificios.

"Cuando me dieron la noticia que no escuchaba, no sabía qué hacer, los sensores estaban en cero. Mi exesposo inmediatamente corrió, le daba pena que el hombre exitoso tuviera a un hijo que no cumplía con sus expectativas pero yo ¿Qué hacía? No había algún tratamiento que pudiera pagar porque todavía no existe, no es como tomarse una pastilla. Mi hermana es completamente diferente a mí, reza mucho y me decía que iba a pedir por mi bebé, entre mi enojo, pensé: "qué loca, eso no sirve para nada"; organizó rosarios y siempre le pedía a la virgencita, el primer mes no fui, me la pasaba en internet en busca de la mejor clínica internacional que resolviera el problema, el tratamiento más caro, sería el mejor".

"Todos implicaban cirugías muy severas, que no aseguraban que mi hijo escucharía de un día para el otro, estaba muy desesperada, es chistoso porque solo estábamos mi dinero y yo, o sea, nada. Pasó un mes y casi arrastrando me convencieron de ir a los rosarios, no sabía ni qué se tenía que hacer ahí, pero recé, al principio me daba igual, después, cuando entendí el significado de las oraciones, sabía que no tenía nada que perder y me encomendé a la virgencita, por lo menos sentía paz al verla".

Un poco de lluvia moja a los caminantes, pero éstos no se detienen, aunque algunos cargan en la espalda grandes imágenes de la virgen; los carros tocan el claxon en forma de porra para animarlos a su pronta llegada.

"Empecé a sentir fe, pero la verdad, no confiaba en que mi hijo iba a escuchar, es algo que parece imposible. Cuando llegó el día de la consulta solamente dije en voz alta: "Virgencita, Lupita, si eres tan buena como dicen, ilumíname, ayuda a mi hijo y te prometo que cada año voy a caminar desde Puebla para verte". 

"Ese día tardaron mucho en el estudio, confiaba menos en que pasaría algo bueno, duró como tres horas, salió la doctora y me dijo: 'Rocío, tu hijo escucha perfectamente, no me preguntes cómo ni por qué, no te lo puedo explicar'. Imagínate cómo me puse, lloré demasiado y ahora es el más sano, entendí que ella (la virgen) sí es buena y hace milagros, a partir de ese día, ella me enseñó que el dinero no es lo que puede todo, es la fe".

Rocío casi llega al templo, está a pocas calles de llegar, entre el tumulto de gente, intenta avanzar, con una torta en la mano dirige su mirada hacia el atrio, con pisadas cortas pero fuertes, busca los escalones, que desaparecieron por las casas de campaña y cientos de personas que se sentaron en el piso. Un niño grita: ¡Ya la vi, ahí está la virgencita! En la zona donde se encontraba, todavía no era posible ver la imagen, pero la alegría por ver a Guadalupe los hace creer que están cerca de ella.

"Son más de cien kilómetros los que recorro cada año, no me importa, dejé de pensar en las cosas materiales, mis zapatos eran lo más preciado, hoy, no me importa que se gasten aunque sean nuevos; aceptar comida de extraños, algo imposible en mí antes de esto, me hice más humana", concluyó Rocío.