Escondido entre el desierto de Karakum y las montañas de Kopet Dag, Turkmenistán es uno de los países menos conocido de Asia. Tiene aproximadamente una población de 6.5 millones de habitantes. Este país, vecino de Kazajistán, Uzbekistán, Afganistán e Irán, resalta principalmente por su política de neutralidad y un gobierno que podría decirse que es una dinastía moderna.
A continuación, exploramos cómo esta nación, envuelta en un aislamiento casi total y gobernada por una familia, maneja sus relaciones exteriores, cuál es su visión del mundo y, sobre todo, cuál es su papel en el panorama internacional.
Independencia y la era del “Turkmenbashi”
Cuando se independizó de la Unión Soviética en 1991, Turkmenistán instauró una política bastante peculiar. Su primer presidente, Saparmurat Niyazov, fue tan autoritario como excéntrico y se llamó a sí mismo el “Turkmenbashi” que quiere decir “Padre de todos los turkmenos”. Concentró todo el poder en su persona -seña típica de una dictadura- y estableció un culto sin precedentes en la región. Llego a tal punto, que bautizó los meses del año en honor a miembros de su familia y creó leyes y monumentos en su honor.
Más allá de lo que podríamos considerar datos interesantes y aberrantes, Niyazov destaca principalmente por su política de neutralidad positiva instaurada en 1995 y consiste en que el país no se alineará militarmente con ninguna potencia y mantendrá una distancia prudente de conflictos regionales e internacionales, lo cual es relevante tomando en cuenta su posición geográfica.
El mandato de Niyazov se caracterizó por el aislamiento de la nación a través de los medios y la represión inmediata de cualquier disidencia. A nivel social y cultural, promovió una identidad nacionalista basada en la historia de Turkmenistán exaltando su propia imagen. Esta política tan hermética les ha valido el puesto entre los países más aislados del planeta, no obstante, conserva socios extranjeros en el sector energético gracias a que Turkmenistán posee las cuartas mayores reservas de gas natural en todo el mundo, permitiendo así, sostener su economía y financiar proyectos de infraestructuras, aunque también lo vuelve dependiente y económicamente vulnerable.
La dinastía Berdimuhamedow
Aunque Niyazov murió en 2006, el panorama de Turkmenistán no tuvo grandes cambios, pues su lugar fue tomado por Gurbanguly Berdimuhamedow, conocido como “Arkadag” o “protector”, quien mantuvo el sistema autoritario replicando las prácticas de su predecesor. En 2017, eliminó el límite de mandatos presidenciales y creó el Consejo del pueblo, un órgano que sobrepasa las facultades del parlamento y le aseguró el control absoluto del país.
Posteriormente, en 2022, cedió la presidencia a su hijo, Serdar Berdimuhamedow, lo que significó el surgimiento de la primera sucesión dinástica en la región. Serdar, quien se formó en Europa y Rusia en temas de seguridad y relaciones internacionales parece ser la figura ideal para una mayor apertura del país, así como un paso hacia la modernización. Sin embargo, su padre continúa en el poder, ahora en el puesto de presidente del Consejo del Pueblo. Esta situación sólo ha enfatizado el carácter autoritario de la política a la que ellos mismos han denominado como la “nueva era de un Estado poderoso”.
El peón estratégico en el tablero global
Si bien la política de neutralidad de Turkmenistán le ha permitido evitar conflictos y alianzas militares, no ha evitado que sus recursos energéticos lo conviertan en un jugador crucial en Asia Central. Con sus reservas de gas, el país ha sido el objeto de interés de potencias como Rusia y China. La relación de Turkmenistán con China es fundamental, ya que alrededor del 80% de sus exportaciones de gas van al gigante asiático.
Esta dependencia de China ha creado un delicado equilibrio geopolítico. Por un lado, Turkmenistán necesita mantener buenas relaciones con China para sostener su economía; por el otro, no puede permitirse depender exclusivamente de un solo comprador, ya que esto lo dejaría vulnerable ante cambios en las políticas chinas, aquí es donde Rusia entra al juego.
Después de una disminución en las exportaciones de gas a Rusia en la década de 2010, en favor del mercado chino, la guerra de Ucrania y la reorientación de los flujos energéticos rusos han reavivado el interés ruso en Turkmenistán.
Rusia considera a Turkmenistán un socio importante en temas de seguridad, especialmente debido a la cercanía de este último con Afganistán, un país que genera preocupación en la región. Aunque Turkmenistán ha evitado tomar partido en los conflictos de la zona, ha cooperado con Rusia en cuestiones de seguridad fronteriza y en la lucha contra posibles amenazas provenientes de Afganistán, aunque no se integra en las estructuras de seguridad de Rusia para conservar su independencia.
A nivel interno, Turkmenistán enfrenta desafíos que podrían complicar su estabilidad a largo plazo. El país continúa siendo uno de los más represivos en cuanto a derechos humanos, con un control casi total de los medios, acceso restringido a Internet y altos niveles de censura. Aunque el gobierno promueve una imagen de prosperidad y desarrollo, muchos turkmenos viven en condiciones de pobreza y dependen de los subsidios estatales.
Por otro lado, el impacto ambiental de la explotación de gas es un problema creciente. Turkmenistán es uno de los mayores emisores de metano, un gas de efecto invernadero sumamente dañino. Aunque en los últimos años el país ha tomado medidas para reducir estas emisiones, la dependencia de los combustibles fósiles y el limitado acceso a tecnologías limpias complican cualquier avance significativo en la lucha contra el cambio climático.
El futuro de Turkmenistán
A pesar de los retos económicos, sociales y ambientales, el régimen de los Berdimuhamedow ha logrado mantener una estabilidad notable. Su política de neutralidad lo mantiene al margen de los conflictos internacionales, mientras que su reserva de gas lo convierte en un actor importante en Asia Central.
El futuro de Turkmenistán parece estar en manos de la dinastía Berdimuhamedow. Aunque Serdar ha tratado de proyectar una imagen de modernización y apertura, la realidad es que su gobierno se enfrenta a enormes retos que requieren algo más que una imagen renovada.
Para quienes buscan comprender el papel de Turkmenistán en el escenario mundial, basta con recordar que este país es un enigma geopolítico. En un mundo hiperconectado en donde los países buscan alianzas y apertura, Turkmenistán ha logrado mantenerse en las sombras, haciendo solo lo necesario para preservar su autonomía y estabilidad.