
La noche del 9 de agosto de 1969, fanáticos de la secta La Familia, de Charles Manson, asesinaron a cuchilladas a la actriz Sharon Tate (embarazada de ocho meses) y a los amigos que la acompañaban en su casa de Beverly Hills. Con la sangre de sus víctimas escribieron en la pared Helter Skelter.
Nueve meses antes, en noviembre de 1968, The Beatles publicó el álbum White, entre cuyos temas uno desentonaba particularmente, con un guitarra eléctrica tocada con rabia, mientras Paul McCarney gritaba como un poseído: la canción se llama Helter Skelter. Según explicó él mismo, su objetivo era experimentar con unos sonidos y letras más duros para demostrar a sus rivales de la banda The Who que podía ganarle en su terreno con un ritmo explosivo, pero en ningún caso violento y fuera de control.
Lo que McCarney no pudo imaginar ni en su peor pesadilla es que su extraña canción iba a convertirse en la primera registrada que inspiró una matanza. Y todo se debió a un trágico error del líder de la secta, Charles Manson, cuyo abuso de alucinógenos y literatura apocalíptica le llevó a creer que Helter Skelter —que en Inglaterra es como llaman a la resbaladilla en espiral de las ferias—, escondía un significado más siniestro —“caos descendente”— que encajaba con lo que llevaba tiempo predicando: la llegada de una señal críptica para comenzar una guerra racial, que estallaría mediante un crimen horrendo a sangre fría, como el que cometieron sus seguidores en Los Ángeles.
Y fue precisamente en Los Ángeles, solo que dos décadas después y en el marco de los peores disturbios raciales de su historia, donde esa “semilla del mal” que Manson creyó leer en la canción de los Beatles, consolidó un nuevo subgénero musical que hasta entonces titubeaba, y que nació primero como un grito de rabia y luego degeneró en abierta apología de la violencia.
Gangsta Rap:
Inspirado en el hip hop ochentero que surgió en los barrios marginales de Nueva York, al calor de la violencia desatada por la llegada masiva de cocaína, el gangsta rap fue una reacción violenta a los disturbios raciales que estallaron en Los Ángeles en 1992, tras la absolución de los policías que fueron grabados dando una paliza brutal al taxista negro Rodney King.
Con la furia de quien consideró el fallo una declaración de guerra, el cantante Ice T escribió la canción “We Had to Tear This Mothafucka Up” (lanzada en noviembre de 1992), un relato que comienza justificando los disturbios (que comenzaron la noche del 23 de abril de 1992 y dejaron 63 muertos), y cuya estrofa final supuso un salto cualitativo en la música sobre violencia callejera hasta entonces, ya que conlleva una amenaza directa a la policía y al sistema: So next time they wanna see some blood / They can come and get some (Así que, la próxima vez que quieran sangre/que vengan y la tendrán).
No tardaría tiempo en que del gangsta (deformación de gangster) surgieran otros subgéneros de rap donde no sólo se justificaba la violencia contra el sistema represor, sino contra los propios colegas y rivales en el competitivo panorama musical.

Drill:
De Nueva York a Los Ángeles y de allí a Chicago, antes de saltar al Reino Unido. Con el cambio de milenio y la masificación de las redes sociales, la imagen pasó a tener un papel cada vez más relevante en la música. En el caso de los raperos, cuanto más se gustaban exhibiendo sus cadenas de oro macizo, menos sentido tenía reivindicar la violencia como lucha de clase y racial, y más se fijaron en seguir los pasos de sus rivales “artistas”. Pero lo que hizo saltar las alarmas es que los cantantes no sólo formaban parte de bandas musicales, sino de bandas criminales.
En 2010, dos raperos, Chief Keef y Lil Jojo crearon casi simultáneamente y en Chicago el subgénero drill (taladro), donde la temática predominante es la violencia entre bandas, amenazas de muerte o celebración por rivales asesinados, con nombre y apellidos.
Tras el asesinato a tiros de Lil Jojo, en 2012 y con apenas 18 años, Chief Keef le escribió la canción “Faneto”, que entre otras cosas decía lo siguiente: Lil’ JoJo ain’t comin’ back / Took his ass to heaven in a Cadillac (Lil Jojo no volverá, se llevó su trasero al cielo en un Cadillac). Y por si no quedaba duda, culmina la canción diciendo: I´m a killer, I´m a goon (Soy un asesino, soy un sicario).
A diferencia de “Helter Skelter”, que derivó en una masacre, sin la menor apología de la violencia en su contenido, “Faneto” es una glorificación literal del asesinato por parte de su autor, y llevó en 2014 a que un asesino la cantara antes de matar a alguien en Milwaukee, como confesó en juicio.
Al respecto, la Constitución de EU provoca anomalías delirantes, como permitir que Youtube se lucre con el video de “Faneto” (Spotify decidió censurarla por su violencia explícita), alegando el derecho a la libre expresión, y al mismo tiempo permite que los estados apliquen la censura extrema, como Florida, que retiró una edición de Caperucita roja, porque en la portada aparecía con una cesta de comida y una botella de vino.
Por el contrario, las leyes británicas llevaron dos veces a la cárcel al rapero de drill Digga D: la primera vez pasó seis meses entre rejas, por exaltar en su canción “No diet” ataques reales, y la segunda vez pasó un año encarcelado, por amenazar en su canción “Wasted” a pandillas rivales.
Pero, unos años antes de que surgiera en el panorama musical en inglés, el subgénero drill de exaltación a la violencia pandillera, una canción de los Tigres del Norte, de 1997, abrió oficialmente la apología del narco en español.
Narcocorridos:
En 1997, la banda de música norteña, que ya coqueteaba con la “romantización” del contrabando de drogas a EU con canciones como “La banda del carro rojo”, se dejó de ambigüedades y celebró el culto a las armas y al liderazgo del capo narco en “Jefe de jefes”: Soy el jefe de jefes, señor de señores/Me respetan por temor o por admiración/No ando con cuentos, aquí se hace y se dice/
Y lo que digo se cumple, soy hombre de acción/No me gusta la violencia, pero ando bien armado/
Por si algún día se ofrece, aquí estoy preparado".
Aunque los Tigres del Norte se cuidaron de hacer apología directa del narco o de un capo, nadie duda de a quién dirigía sus halagos. No es casualidad que, poco después, Joaquín “El Chapo” Guzmán, pasase a ser conocido entre aliados y adversarios con el apodo de “Jefe de Jefes”.
Funk proibidão:
Surgido a mediados de los años 1990 en las favelas de Río de Janeiro, como una evolución underground del funk carioca, pero con letras explícitas que glorificaban el crimen organizado, el narcotráfico y la vida en las comunidades controladas por facciones como el Comando Vermelho (CV), la organización criminal más poderosa de Brasil, que adoptó como himno la canción “Rap das Armas”, vetada en la década de los 90 por letras como estas: “Eu sou o dono do morro, eu mando quem sobe e desce/Se não for do meu time, pode ter certeza que morre!” (Soy el dueño del morro, decido quién sube y baja/Si no es de mi equipo, puedes estar seguro de que mueres).

Narco rap:
A diferencia de México —donde las bandas que cantan narcocorridos son muy populares y las contratan incluso autoridades como el alcalde de Tianguistengo que celebró recientemente los XV años de su hija con El Komander—, en Colombia, donde el trauma del narcoterrorismo en los 90 dejó miles de muertos, la apología a los narcos está muy limitada e incluye elementos críticos.
En 2006, el grupo de rap de Medellín Alcolirykoz lanzó su canción más famosa y controvertida, “Pablo Escobar”. La canción no glorifica directamente al legendario narco abatido por la policía en 1993, pero generó debates sobre si se debe normalizar la figura de quien ordenó atentados indiscriminados contra la población, que causaron miles de muertos: “Pablo era el patrón, el que mandaba en el país / La plata fácil llegó, pero el dolor también”, dice la canción.
Pero, si bien México es (en número y aceptación popular) el país con mayor número de grupos musicales que hacen apología del crimen organizado, y en Estados Unidos los asesinatos de raperos son casi tan comunes como los tiroteos en escuelas, hay un país en Europa donde tampoco “cantan mal las rancheras”.
Mafia rap:
Las canciones populares sobre capos de la Mafia siciliana, la Cosa Nostra napolitana y la N´Drangheta calabresa están arraigadas en la cultura popular del sur de Italia y no es raro que se toquen en bodas y bautizos, como “Il capo dei capi”, un clásico del rap italiano de Rocco Hunt, que es una alabanza de principio a fin de Totó Riina, el jefe de la Cosa Nostra que se hacía llamar así y el más sanguinario de todos: Mi vida es una película de Scorsese/sangre en las calles, negocios en silencio/Nací en el barrio, ahora tengo palacios/la mafia es mi familia, el dinero mi abrazo.
El cantante Rocco Hunt llegó a ser denunciado por apología de la violencia, pero nunca fue llevado a juicio y ante el debate sobré si este género musical es pura apología a la violencia o libertad de expresión, se defendió con las mismas palabras que usaron los integrantes de los Tigres del Norte cuando fueron señalados por víctimas del crimen organizado: “No hacemos apología, sólo reflejamos la realidad”.